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DÍA INTERNACIONAL CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Carta a los reyes de los países, de las casas y de las calles: a los hombres

El feminismo no es una guerra contra los hombres, sino una batalla inacabada contra el patriarcado y el machismo. Nos va la democracia en esta lucha, y también las vidas de millones de mujeres y niñas del planeta

Un adolescente en Madrid durante el pasado 8M de 2019.
Un adolescente en Madrid durante el pasado 8M de 2019.John Milner (SOPA / Getty Images)

Querido Abel,

En apenas dos días cumplirás 18 años y te convertirás en ciudadano de pleno derecho. Legalmente habrás superado la minoría de edad, aunque yo sé que todavía, en muchos aspectos, sigues siendo un niño. Un niño/hombre que tiene la gran suerte de vivir en un país democrático, en el que una Constitución te garantiza los derechos fundamentales y en el que nos ha costado mucho consolidar una sociedad pluralista, esa que ahora algunos están poniendo en peligro. Nunca olvides que tus bisabuelas vivieron en una España en la que no podían votar, ni que tus abuelas tenían un DNI en el que decía que se dedicaban a sus labores, ni que tu madre, incluso tu madre, tuvo que pelear mucho para dedicarse a lo que a ella siempre le apasionó.

Deberías tomar conciencia de hasta qué punto tú, yo, todos los hombres, somos responsables de la continuidad de una cultura que devalúa a las mujeres

No pierdas de vista que has tenido la suerte de nacer hombre y eso todavía hoy te convierte en un sujeto privilegiado y que nunca va a sufrir las violencias que son producto del machismo. Justamente por eso, ahora que cumples 18, deberías tomar conciencia de hasta qué punto tú, yo, todos los hombres, somos responsables de la continuidad de una cultura que devalúa a las mujeres, que las hace víctimas de una opresión estructural y que nos sigue considerando a nosotros como los reyes de los países, de las casas y de las calles. Una cultura que genera desigualdad y violencias, múltiples violencias, las que hacen que la mitad femenina de la Humanidad esté permanentemente en riesgo, viva con miedos y tenga muchos más obstáculos que nosotros para ejercer la plena ciudadanía.

Espero que tú, como hombre ya legalmente reconocido como sujeto político, tomes conciencia de que nosotros somos el problema. No tú ni yo de manera individual, pero sí una masculinidad que sigue siendo educada bajo la ley del dominio y que entiende que las mujeres son seres permanente disponibles para satisfacer nuestros deseos y nuestras necesidades. Tú mismo, aunque me digas y repitas que no has visto porno en tu ordenador, has ido creciendo con un imaginario en el que las mujeres están cosificadas, reducidas a objetos sexuales, de la misma manera que como tales aparecen en la publicidad o en los videos musicales que ves en Youtube. Nosotros, por el contrario, seguimos siendo los reyes del mambo, los machotes musculosos y poderosos, los que con apenas unos euros podemos tener a nuestra disposición todos los orificios de los cuerpos femeninos en los prostíbulos de las afueras de nuestra ciudad.

Este año que ya está a punto de terminar, y en el que tú, querido Abel, has vivido tantos cambios en tu vida, en este país hemos llegado a la cifra de 1000 mujeres asesinadas por hombres. Y fue justo en Córdoba donde la cifra llegó a ser tan redonda. Nunca olvides que eso significa que ha habido 1.000 hombres asesinos, a estas alturas de año 52 más, y que a esos hay que sumar los miles que han maltratado y maltratan a sus esposas, a sus novias, a sus hijas, a sus compañeras de trabajo. El único rasgo que comparten todos ellos es ser hombres y participar, como antes te decía, de una cultura que a nosotros nos da el poder y la palabra, y a ellas el silencio y la sumisión.

Es el momento de que rompamos los silencios cómplices, demos un paso al frente y actuemos también políticamente para acabar con el machismo, con la desigualdad y con las violencias

Es el momento, pues, de que nosotros, tú también Abel, rompamos los silencios cómplices, demos un paso al frente y actuemos también políticamente para acabar con el machismo, con la desigualdad y con las violencias. Eso pasa por renunciar a comodidades y a privilegios, por convertirnos en militantes hombres igualitarios y por reconocer de una vez por todas la equivalencia de hombres y mujeres. Seres ambos que debemos compartir de forma paritaria poderes y autoridad, derechos y responsabilidades, espacios y tiempos. Y eso pasa también, querido hijo, por desaprender el machismo que llevamos dentro, por la reconciliación con las emociones y con los afectos, por la asunción personal y colectiva de la ética del cuidado como herramienta con la que construir un mundo más habitable.

Espero además que, ahora que vas a tener el derecho de votar y elegir a tus representantes en las instituciones públicas, tengas muy claro quienes apuestan por la igualdad y quienes pretenden volver a un pasado de desiguales. Quienes tienen en su programa una agenda auténticamente emancipadora y quienes pretenden mantener como dominantes a quienes siempre tuvimos el mando. Que no te engañen con promesas falsas, ni con eslóganes viscerales, ni con la retórica propia de salvadores de la patria que finalmente solo quieren salvarse a sí mismos.

Corren malos tiempos para la igualdad, para la justicia social y para la continuidad de las conquistas que en este país hemos tardado siglos en alcanzar. Unas conquistas que no nos podemos permitir que nos arrebaten, y mucho menos ellas, tu madre, tus compañeras, tus amigas, tu prima Lucía o esa chica de la que te has enamorado y a la que espero que nunca quieras poseer, controlar o dominar. Ahora más que nunca es necesario que hombres como tú den un paso al frente y demuestren que la verdadera patria no tiene que ver con las banderas sino con la realidad de los derechos humanos vividos y compartidos.

Agarrémonos a la esperanza verde y violeta, o sea, ecofeminista, que es la única que hará posible el futuro de este planet

Espero pues, querido Abel, que en este próximo 18 cumpleaños celebres todas las puertas que se te abren y, al mismo tiempo, seas consciente de las mayores dificultades que sufrirán para atravesar esas puertas, y solo por el hecho de ser mujeres, las chicas que al mismo tiempo que tú celebren sus 18. Eso tan simple y difícil al mismo tiempo es lo que se llama tener conciencia de género. Ojalá tu madre y yo hayamos conseguido que la tengas y que la conviertas en acción política. Una acción política transformadora que sí, no te avergüences de decirlo, no lo escondas con otros términos, se llama feminismo. Un tsunami que, no lo olvides nunca, fue el que hizo posible que tus abuelas votaran, que tu madre se convirtiera en atleta o que en tu clase de la Universidad hoy haya ya más chicas que chicos.

Un tsunami que hoy más que nunca es necesario para acabar con las violencias machistas y con los políticos y con las políticas que nos dicen que coser empodera o que las mujeres carecen de derechos sexuales y reproductivos. Porque todos esos discursos, querido Abel, también son una forma de violencia contra las mujeres.

Agarrémonos a la esperanza verde y violeta, o sea, ecofeminista, que es la única que hará posible el futuro de este planeta. Porque el feminismo, no lo olvides nunca, no es una guerra contra los hombres, sino una batalla inacabada contra el patriarcado y el machismo, una propuesta de emancipación y sostenibilidad.

No olvides nunca que nos va la democracia en ello, pero también las vidas de millones de mujeres y niñas del planeta que hoy por hoy, por el hecho de tener clítoris y no pene, siguen condenadas a vivir en el filo de la navaja.

Luchemos, tú, yo, todos nosotros, aprendices y cómplices de las compañeras feministas, por ese mundo en el que ojalá, algún día, noviembre solo sea el mes de tu cumpleaños.

Con ternura,

Tu padre.

Este texto ha sido leído en el Pleno de la Diputación Provincial de Córdoba celebrado el 25 de noviembre de 2019, a propuesta de la Plataforma cordobesa contra la violencia a las mujeres. Escrito por Octavio Salazar y dirigido a su hijo. Y a todos los hombres. 

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