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Ocho maneras de conservar el calor en tu casa sin reformas

La mayoría de las viviendas en España tienen un exceso de consumo de energía destinada a la calefacción por culpa de los materiales y aislamientos deficientes. Meterse en una obra no está al alcance de todos, pero sí una serie de medidas que disminuyen esa brecha

Además del clima y la orientación, hay dos factores que influyen de forma determinante, según los datos del Ministerio de Fomento, en el consumo energético de la calefacción de tu casa: la fecha en la que fue construida y si se trata de un piso en un bloque o de una casa unifamiliar. Como es lógico, los chalés gastan mucha más energía para calentarse que un apartamento. La edad del edificio, por su parte, determina el tipo de materiales, los cerramientos, aislantes, etcétera que se emplearon en su construcción y que pueden provocar fugas de calor.

La mayoría de los edificios en España se construyeron entre el año 1961 y 2007, y son precisamente los que tienen un mayor consumo promedio de energía destinada a la calefacción; un gasto que se reduce de forma considerable en las construcciones posteriores y que es más moderado en las anteriores. Contra los defectos de los materiales hay poco que se pueda hacer sin meterse en reformas, pero sí hay ocho consejos que se pueden seguir para que nuestra casa consuma algo menos de energía y, de paso, ahorrar en la factura de la calefacción.

1. Aislar puertas y ventanas con burletes

Cerca del 25% del calor de la casa de fuga por puertas y ventanas. Además, generan esa pequeña corriente de aire que provoca que no sepamos de dónde viene el frío. Para evitarlo, un experto te recomendará en primer lugar que cambies cuanto antes las ventanas por unas de doble o triple aislamiento. Si no está dentro de tu presupuesto, hay una solución para la que no necesitarás llamar a ningún manitas. Se trata de colocar unas tiras en el hueco que se forma entre las hojas de la ventana y el marco, en las bisagras, o en los rieles de las puertas correderas.

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Para los marcos de las ventanas se pueden usar burletes de espuma de poliuretano que cubren espacios de hasta cinco milímetros de grosor y 15 de ancho. También las hay dobles, que son el mejor refuerzo para el lado de las bisagras. Para puertas y ventanas más pesadas es recomendable pasarse directamente a los cordones de caucho, más resistentes y compactos. Los hay de dos tipos, según la firma que dibuja el extremo final de la tira: perfil P y perfil E. El primero, es para filtraciones más grandes, por ejemplo en los laterales de las ventanas. El E es perfecto para los rieles de las ventanas correderas. Por último, para la rendija que queda en la parte inferior de la puerta, se pueden usar rollos de espuma, que se fijan a ambos lados e impiden que pase la corriente, o unos remates con escobillón o goma, según el suelo, para puertas que dan al exterior.

2. Purgar los radiadores

De nada servirá que pongamos la calefacción y esta esté a todo gas, si los radiadores están llenos de aire. La caldera calienta el agua del circuito de calefacción y esta, a su vez, traspasa el calor a las placas que se encargan de templar la estancia. Con el tiempo, los circuitos de calefacción se llenan de aire, que no conduce el calor con la misma eficacia que el agua.

Para sacar ese aire, hay que abrir el tapón de cada uno de los radiadores (normalmente se sitúa en el lado contrario al tapón que sirve para encender o apagar el radiador), girando el tornillo con un destornillador. Ciérralo en cuanto deje de salir aire y empiece a salir agua. Conviene hacer la operación con un barreño a mano. Al terminar con todos los radiadores, hay que comprobar que la presión de la caldera sigue en el nivel recomendado por el fabricante (normalmente entre 1 y 1,5 bares).

3. No tapar las entradas de sol

La operación en los meses de frío es la contraria a la de los meses de verano. Si en julio y agosto, las ventanas deben abrirse por la noche, después de mantenerlas cerradas en las horas de más calor, en invierno hay que aprovechar hasta el último rayo de luz que pueda entrar en casa y cerrar las persianas o las cortinas en cuanto desaparezca el sol.

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Por eso, conviene mantener despejado el espacio en torno a las ventanas, de modo que haya muebles o plantas que impidan la entrada de luz.

4. Ventilar: con cinco minutos basta

La ventilación de la casa no debe tener como objetivo eliminar olores, sino renovar el aire. Para conseguir lo segundo, basta con abrir las ventanas cinco minutos por la mañana, 10 si son muy pequeñas. En ese tiempo, calculan los expertos, una estancia de tamaño medio, y más si hay ventanas que hacen corriente, el ambiente se llena del oxígeno necesario. Con respecto a lo primero, es mejor prevenir: usar la campana de extracción de la cocina (asegurarse de que funciona correctamente), no utilizar perfumes químicos, lavar con la frecuencia necesaria los textiles...

5. Pon una hiedra en tu balcón

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Las plantas caducifolias en los climas templados, como el de España, aportan sombra en verano y, en invierno, protegen del frío a la vez que dejan que el sol caliente los muros. Sucede no solo con los árboles, también con las enredaderas, cuyos tallos ejercen de capa natural contra las bajas temperaturas. Según la Asociación Española de Centros de Jardinería, una buena disposición de estas plantas puede llegar a reducir el consumo energético hasta un 25%. Si tienes opción (un balcón, una terraza o si vives en un bajo), cultiva una enredadera frondosa y guíala por las paredes externas de tu casa.

6. Cambia los textiles

Si bien el algodón tejido con la técnica de percal es idóneo para los meses de verano, el invierno tiene sus propios tejidos que hacen que se mantenga nuestro calor corporal y mejore nuestra sensación de confort. En la cama, se puede sustituir el lino o el percal por sábanas de algodón con acabado satén, con un tacto más afelpado y un tejido más compacto que guarda mejor el calor. Aún más cálidas son las sábanas de franela.

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Los textiles en el salón, tienen la capacidad de aportar un ambiente cálido no solo a la vista. Las mantas de pelo natural son las que más abrigan, también si te sientas sobre ellas, pero las opciones más éticas como el pelo artificial o la lana aportan dosis suficientes de calor.

El suelo es el elemento constructivo con mayor pérdida de energía, sobre todo el de piedra. Aunque el parqué es junto con la moqueta de los pavimentos menos fríos, también en este caso las alfombras ayudan a conservar el calor de la estancia.

Las cortinas también pueden cambiar en invierno a modelos más gruesos que al cerrarse durante la noche aíslen mejor de las ventanas.

7. Cerrar las puertas

El objetivo es crear cámaras dentro de la casa y evitar así las corrientes de aire que aumentan la sensación de frío. Conservar las puertas cerradas ayuda, además, a que el calor que emiten los radiadores se concentre mejor en cada estancia.

8. El trampantojo de la decoración

Imagina una estancia con la calefacción a una temperatura de 21 grados, los techos altos, las luces blancas proyectándose de alógenos superiores, grandes ventanales a un paisaje invernal, suelos de mármol y muebles funcionales de tubo de acero y de plástico, como una pieza de Eames. Por más que el termostato diga que el ambiente está a más de 20 grados, la sensación térmica disminuye solo con la visión y el tacto de los elementos de la habitación. La decoración —más allá de los textiles— no tiene por sí misma la capacidad de aumentar la temperatura de una habitación, pero sí de generar sensaciones que se relacionan con el frío o el calor.

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Para crear una estancia cálida, dos consejos principales: si tienes la opción de cambiar las fundas de los asientos de tu casa, usa tejidos oscuros para las tardes de invierno, como el chocolate, el negro o el verde pardo (si es de terciopelo lo agradecerás doblemente). La segunda sugerencia es que juegues con puntos de luz bajos, que enfaticen los rincones en lugar de la estancia completa.

La importancia de los gestos pequeños

Influir en nuestro bienestar y en nuestro entorno no requiere necesariamente una gran dedicación. Los pequeños gestos diarios pueden suponer un gran cambio. Desde elegir conscientemente una alimentación más saludable hasta crear espacios en los que nos sintamos mejor, como una casa cálida o lugares para compartir en comunidad, o saber que estamos siendo responsables con el medioambiente. Las tres son dimensiones que aumentan directamente nuestro bienestar. Son los pilares de la filosofía Honest, que pasa por cuidarnos a nosotros mismos y a nuestro entorno.

Las bebidas Honest velan por la calidad nutricional: la gama de cafés bio tiene un 40% menos de azúcares que su competencia, y todos sus productos están elaborados con ingredientes con certificación ecológica, sin conservantes y sin colorantes. Pero, además, como los pequeños y grandes gestos importan, las bebidas Honest están comprometidas con el desarrollo sostenible. En el plano de las comunidades, potenciando las economías locales lo que les ha valido la certificación FairTrade de comercio justo. Y en el plano ambiental, a través de sus packaging: este año han lanzado infusiones de té bio solo en envase de vidrio, y sus botellas de café bio están hechas con un 30% de origen vegetal y el envase es 100% reciclable.

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