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¿Cómo se diagnóstica la esquizofrenia en las primeras etapas de la vida?

Los factores ambientales como el estrés, la migración, el 'bullying' o el maltrato son elementos que pueden precipitar el desarrollo de este trastorno

GETTY

David había cambiado. Ya no era la persona risueña, social y extremadamente cariñosa. A sus 17 años, se había convertido en un joven con escasas ganas de sociabilizar, sus notas académicas se habían resentido en los dos últimos trimestres, mantenía unos horarios de comidas desorganizados y, en algunas ocasiones, había tenido comportamientos agresivos con sus hermanos y también con sus padres muy alejados del carácter sosegado que siempre había demostrado. Estos cambios en su carácter animaron a sus padres a acudir a un especialista que pudiera diagnosticar estas alteraciones. La valoración fue clara; David estaba desarrollando esquizofrenia, un trastorno mental grave que afecta al 1% de la población general. En la mayoría de los casos, el primer episodio psicótico tiene lugar alrededor de los 20 años, es raro que aparezca antes de los 18 años, y mucho menos en menores de 13 años, aseguran los expertos.

La psiquiatra Elena Serrano Droz declara que “las manifestaciones principales de la esquizofrenia comprenden un conjunto de síntomas que incluyen problemas cognitivos, emocionales y de comportamiento. Las manifestaciones más características son las alucinaciones (sobre todo auditivas), las ideas delirantes y la desorganización del pensamiento, del lenguaje y de la conducta”.

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Una proporción importante de las personas con esquizofrenia presenta manifestaciones inespecíficas en la infancia y adolescencia antes del primer episodio psicótico. Entre ellas, problemas neuromotores, del rendimiento intelectual, de interacción social o problemas de comportamiento. En el caso de los niños, algunos de los síntomas precoces incluyen el retraso en el desarrollo del lenguaje, en los hitos psicomotores (como el inicio de la marcha) o movimientos anormales repetitivos. “Estos síntomas pueden aparecer también en los trastornos del espectro del autismo, por lo que habrá que hacer el diagnóstico diferencial”, expone la especialista Serrano Droz. Otras de las señales que pueden indicar que el niño o el adolescente está desarrollando este trastorno serían: mostrarse muy suspicaz, tener ideas, temores y comportamientos extraños, confundir los sueños con la realidad, la falta de motivación, la falta de expresión emocional, una disminución en el rendimiento académico, la tendencia al aislamiento social y la conducta agresiva y violenta. Sin embargo, estos síntomas, afirma esta psiquiatra, “no implicarían necesariamente el desarrollo de esquizofrenia, pero sí la necesidad de buscar atención médica”.

La literatura científica determina que los síntomas característicos de la esquizofrenia aparecen habitualmente entre los 15 y los 30 años. Sin embargo, continúa esta experta, “los estudios científicos indican que la vulnerabilidad para el desarrollo de esta enfermedad se inicia en las primeras etapas de la vida, incluido el periodo perinatal (el espacio de tiempo entre la semana 28 de gestación y el séptimo día de vida del bebé fuera del útero materno), por la influencia de factores genéticos, inmunológicos y ambientales, que alterarían el desarrollo del cerebro del bebé”.

La esquizofrenia es una enfermedad con una alta tasa de heredabilidad; se estima que se encuentra entre el 60-70%. El doctor Celso Arango, jefe de grupo del CIBERSAM, director del Instituto de Salud Mental y Psiquiatría del Hospital General Universitario Gregorio Marañón y actual presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, declara que “el mayor factor de riesgo para desarrollar esquizofrenia es tener un familiar de primer grado afecto o tener determinadas mutaciones genéticas (NV como detección 22q11). La concordancia entre gemelos monocigóticos es del 50% lo que indica que factores ambientales y epigenéticos son también importantes. Entre otros, infecciones intraútero, complicaciones obstétricas, abuso y acoso infantil, exclusión social o consumo de cannabis, son elementos de riego que se replican en distintos estudios”.

Para controlar los trastornos mentales que se puedan desarrollar durante la etapa perinatal, el doctor Celso Arango dice que “hoy en día, afortunadamente, existen unidades de psiquiatría perinatal en los países más avanzados del mundo, aunque en España solo existen en pocos hospitales. Hay que crear grupos de trabajo multidisciplinarios con obstetras y neonatólogos. Los mejores médicos preventivistas en salud mental son los especialistas que cuidan aspectos perinatales. La mayor parte del cerebro se desarrolla intraútero o en los primeros años de vida”.

Ante la posibilidad de desarrollar estos trastornos, ¿existe más riesgo de desarrollarla si alguno de los progenitores la padecen frente a aquellos que no? La doctora Serrano Droz opina que, “aunque no es determinante, sí aumenta la probabilidad frente a los que no tienen estos antecedentes”. Por ejemplo, continúa esta psiquiatra, “los hijos de padres con esquizofrenia tendrían más riesgo que la población general de desarrollar esta patología si se exponen a un factor ambiental como el consumo de tóxicos. Se calcula que el 80% del riesgo de desarrollo de esquizofrenia depende de los genes. De forma global, los familiares de personas que padecen esquizofrenia tienen entre 5-10 veces más riesgo de presentarla respecto a la población general. En el caso de tener un progenitor afectado, se calcula que el hijo tendría un 10% de riesgo, mientras que en el caso de que los dos padres estuvieran afectados, el riesgo podría aumentar al 40%”.

Los factores ambientales como el estrés, la migración, el bullying, el abuso o el maltrato, o los tóxicos como el cannabis, la cocaína o las anfetaminas, son elementos que pueden precipitar el desarrollo de este trastorno. Pero, agrega la doctora, “habitualmente no es un solo factor, sino la acumulación de varios de estos factores y los cambios cerebrales y hormonales asociados a la adolescencia, lo que precipitaría este paso”.

También existen factores protectores. Algunos estudios sugieren que mejorar el entorno social, una adecuada y precoz atención a las dificultades psicológicas y del aprendizaje o académicas, favorecer hábitos saludables como el ejercicio físico, así como determinadas medidas terapéuticas pueden mejorar el pronóstico de las personas en riesgo de desarrollo de esquizofrenia y otras psicosis. “Por este motivo, a nivel nacional e internacional se están realizando investigaciones y diseñando programas de intervención que permitan prevenir el desarrollo de la esquizofrenia y otras psicosis o, al menos, mejorar su pronóstico mediante la detección y la intervención precoz”, concluye Elena Serrano Droz.

Un paciente con esquizofrenia puede realizar una vida normal siempre que el tratamiento y la terapia se realicen a tiempo y de la forma adecuada. Para ello, lo más importante es saber reconocer los síntomas y evitar retrasos diagnósticos. El tratamiento de un adolescente con esquizofrenia tiene los mismos objetivos que en los demás casos. Manuel Antonio Fernández, director del Instituto Andaluz de Neuropediatría, comenta que “la principal finalidad es normalizar al máximo la vida del chico o chica y su familia para minimizar el impacto de la enfermedad en los diferentes ámbitos académicos, social, familiar, personal…”

Dentro del plan de tratamiento de la esquizofrenia en adolescentes se debe incluir tratamiento farmacológico, terapia psicológica, apoyo del área de trabajo social, intervención emocional, relaciones sociales y rehabilitación cognitiva.

El director del Instituto Andaluz de Neuropediatría asegura que existen programas de prevención en relación con que los niños/adolescentes desarrollen complicaciones graves en su desarrollo madurativo, dado que cuanto menor es la edad de aparición de la esquizofrenia, más importante es poner en marcha programas de prevención de deterioro. Por eso, el doctor Manuel Antonio Fernández enumera los pilares en los que deben asentarse este tipo de intervenciones:

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