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El resurgir de Masako, mujer independiente y emperatriz en entredicho

Tras años criticada por el gobierno de Japón y por sus ciudadanos, la esposa de Naruhito vive una nueva era en la que puede ser más libre y ejercer como profesional de la diplomacia

La emperatriz Masako.
La emperatriz Masako.AP
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Japón vive una nueva era con la llegada al trono de Naruhito, de 59 años y con Masako, de 55 años, como emperatriz consorte. Una sucesión que quedó refrendada con la entronización de ambos en una espectacular ceremonia celebrada el pasado martes con 2.000 invitados entre ellos representantes de todas las casas reales. Muchas de las miradas eses día se enfocaron en Masako, la que fuera conocida en su vida como la princesa triste, una mujer con un brillante currículo profesional que renunció a todo por amor y durante años fue despreciada por el gobierno japonés. Su equipo médico ha confirmado su mejoría, pero alerta de que su estado es aún delicado. En una de sus últimas declaraciones aseguró: "Pensando en los días venideros, a veces me siento insegura sobre en qué medida seré capaz de servir a la gente”. Pero lo cierto es que muchas mujeres y algunos hombres pueden sentirse identificados con la emperatriz, sea por la pérdida de oportunidades profesionales, la lucha contra una serie de valores conservadores o las expectativas familiares ante la maternidad. Irónicamente, y pese a años de encierro, quizás las circunstancias de Masako la ayuden a estar más cerca de los ciudadanos en esta nueva era imperial.

Estos días, Masako parece liberada. Quizá porque, finalmente, puede cumplir el papel de representación de su país para el que se preparó durante su juventud. Quizá porque, ya emperatriz, tiene que someterse menos a los dictados de los funcionarios imperiales y puede ser ella la que dicte -dentro de lo que rige el protocolo- qué quiere hacer y cómo.

Nacida en Tokio en diciembre de 1963, Masako Owada es hija de Hisashi Owada, abogado internacional y diplomático de alto rango. Cuando era niña, pasó la mayor parte de su tiempo entre la URSS y los Estados Unidos, donde su padre fue nombrado embajador adjunto ante las Naciones Unidas. Durante este tiempo aprendió ruso, inglés, francés y alemán. Se unió al Departamento de Economía de Harvard en 1981 y se mudó a Tokio cuatro años después, donde estudió Derecho. En 1986, Masako estuvo entre los 28 seleccionados -de 800 candidatos- para el examen de ingreso en el Ministerio de Relaciones Exteriores.

Los emperadores de Japón y los Reyes de España.
Los emperadores de Japón y los Reyes de España.HANDOUT (AFP)

Mientras daba sus primeros pasos en el ministerio, Masako fue invitada una noche de octubre de 1986 al palacio imperial a una fiesta en honor de la infanta Elena de Borbón. Naruhito, que tenía de 27 años, se fijó en Masako pero ella voló a Oxford, donde fue a estudiar relaciones internacionales. A su regreso, dos años y medio de su primer encuentro Naruhito propuso matrimonio. Masako dijo no, no estaba dispuesta a renunciar a su carrera y a su libertad.

La insistencia de Naruhito dio resultado y tras prometerla que la protegería, el 9 de diciembre de 1992, día de su cumpleaños, Masako Owada aceptó casarse con el príncipe. Y, empezaron su problemas. Se vio obligada a renunciar a su tesis por temor a ofender a sus suegros y a renunciar a su puesto de diplomática mientras que el gobierno la atacaba por ser demasiado independiente. Seis años después de su matrimonio la princesa está embarazada. El palacio negó la noticia para después de revelar que tuvo un aborto espontáneo.

Tras esta pérdida, la pareja se embarcó en un proceso de procreación con asistencia médica, un tema tabú en Japón. La princesa finalmente queda embarazada y da a luz en 2001 a Aiko, una niña. Pero en Japón, solo los hombres pueden acceder al trono de Crisantemo. La dinastía estuvo por tanto amenazada. Este "nuevo fracaso" la hundió en la depresión. En 2004, su médico le diagnostica un "trastorno de adaptación" debido al estrés de ser una princesa.

Masako se defiende públicamente, acusando a la Agencia Imperial de provocar su enfermedad. Esta es la primera vez que un miembro de la familia imperial se enfrenta a la institución. Mientras el primer ministro del día está a punto de abrir una consulta sobre si se permite o no que las mujeres se unan al trono, la princesa Kiko, la esposa del hermano menor de Naruhito, queda embarazada. La dinastía se salva y se abandonan las ambiciones de modernizar la ley. Masako, entonces, se convierte en el blanco de un linchamiento mediático. La acusan de llevar una vida lujosa mientras el país atraviesa una crisis económica.

Pero desde su llegada al trono, la pareja imperial vive una luna de miel con sus súbditos. Ambos han impreso un nuevo dinamismo al papel real, y los temores de que Masako no pudiera asumir por completo sus obligaciones como emperatriz parecen, de momento, infundados. Hay quien dice que, de hecho, tiene mejor aspecto que nunca. Ahora ella puede decidir.

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