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Columna
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Sin novedad en Varsovia

Si no hay sorpresas de última hora, Ley y Justicia (PiS), el partido en el gobierno de Polonia, revalidará su mandato en las elecciones de este próximo domingo

Cristina Manzano
El líder del PiS, Jaroslaw Kaczynski, durante un acto de campaña en Varsovia, este martes.
El líder del PiS, Jaroslaw Kaczynski, durante un acto de campaña en Varsovia, este martes. JANEK SKARZYNSKI (AFP)

Si no hay sorpresas de última hora, Ley y Justicia (PiS), el partido en el Gobierno de Polonia, revalidará su mandato en las elecciones de este próximo domingo.

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Para los polacos, incluidos muchos partidarios de la oposición, es lo lógico. Desde 1992, la economía del país ha crecido a una media del 4% anual —la crisis pasó por allí de puntillas—; pero, además, desde que el PiS llegó al poder en 2015, buena parte de la población ha visto directamente los beneficios del reparto económico. Tal vez el más conocido sea su programa Familia500+, introducido en 2016, que otorga el equivalente a 120 euros al mes por hijo a las familias con dos o más hijos, y que ya han anunciado que va a ser ampliado; o la subida de las pensiones; o que los menores de 26 años no paguen impuestos… y todo eso con un déficit por debajo del 2% del PIB.

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Con toda la controversia que suscita el personaje y desde un aparente segundo plano, Jaroslaw Kacynsky se ha convertido en el líder que ha sabido apelar a esa Polonia dejada de lado por la “occidentalización” que vino con la Unión Europea; que ha sabido llegar a la gente mayor, al campo; que ha devuelto el orgullo y reavivado el nacionalismo. Para la Unión Europea, será la renovación de un desafío. El país, que durante unos años fue el alumno aventajado, se ha convertido en un socio un tanto incómodo. A los desplantes en temas como el medio ambiente —bosques, carbón— se sumó un ataque frontal al sistema judicial —con la excusa, poco creíble 30 años después, del fantasma comunista—; sus intentos de reducir los derechos de las mujeres —aborto—; su desprecio por la comunidad LGTBI; o su negativa a participar en el reparto de refugiados.

Su argumento principal en este último punto es que ellos ya tienen dos millones de inmigrantes ucranios, pero lo que no quieren es poner en riesgo su identidad blanca y católica con un multiculturalismo importado de Bruselas.

Para España, sigue siendo una oportunidad. Desde el punto de vista económico, el nuestro es uno de los países con mayor inversión extranjera directa en Polonia. Además, hay allí una corriente de simpatía hacia lo español y no tenemos un pasado de cargas históricas.

El español es ya el segundo idioma más estudiado, tras el inglés. España es el segundo destino preferido por los turistas polacos —el año pasado recibimos más de un millón—. También desde el punto de vista político: con una UE con importantes retos por delante, España podría servir de puente entre este y oeste, entre norte y sur, para recuperar a una Polonia más comprometida para el proyecto común.

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