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Philippe van Parijs: “Cada ciudadano europeo debería recibir 200 euros al mes de la UE”

Filósofo, hombre de acción, sociólogo y economista, el pensador belga es uno de los grandes impulsores de la idea de una renta básica para todos

El filósofo y economista Philippe van Parijs, fotografiado en Bruselas.
El filósofo y economista Philippe van Parijs, fotografiado en Bruselas.Delmi Áálvarez
Álvaro Sánchez

Cuando el ruidoso bramido de las hélices de un helicóptero retumba en la casa de Philippe van Pa­rijs (Bruselas, 1951), al filósofo y economista belga le asalta un pensamiento: a 500 metros de allí, 28 jefes de Estado y de Gobierno están sentados alrededor de la mesa. El estrépito de la democracia europea le llega puntualmente cada tres meses, últimamente más con las cumbres extraordinarias en torno al Brexit o la elección de altos cargos. Tras años oyéndolo, el cónclave todavía consigue maravillarle como el primer día. “Es increíble. No pueden delegar en un número dos. Tienen que venir en persona. Hace no tanto, los líderes se veían ocasionalmente, al salir de la iglesia cuando iban a un entierro. Ahora deben escucharse. Confrontan ideas aunque hayan hecho cosas molestas para el otro”.

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La base donde vive el autor de más de una quincena de obras —que abordan la defensa acérrima de una renta básica, cómo combatir las desigualdades, la cuestión lingüística o el futuro de Bélgica— es el barrio eu­ropeo de la capital belga. Desde allí viaja a universidades de Rusia, Brasil o China. Su personalidad no concuerda con la del filósofo ensimismado en el mundo de las ideas. Es un hombre de acción. Cuando estudiaba en la universidad, pasó unas horas en una celda por organizar una marcha de apoyo contra la subida de tasas a alumnos extranjeros. En 2012 escribió una tribuna en la que pedía a los bruselenses hacer un pícnic en el centro de la ciudad para reclamar su peatonalización. Acudieron 2.000 personas. Poco después, los coches dejaron de circular por ley.

PREGUNTA. Europa nunca ha sido tan rica como ahora, pero hay un malestar latente en forma de chalecos amarillos o marchas contra el cambio climático. ¿Qué explicación le encuentra?

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RESPUESTA. Las manifestaciones de jóvenes por el clima son una especie de milagro. Lo primero, porque expresan una increíble confianza en la ciencia. Tú y yo creemos que hay un problema con el cambio climático, pero no controlamos los parámetros según los cuales hay un calentamiento de consecuencias desastrosas. Nuestra propia observación no nos puede decir nada sobre el tema. Tampoco a los adolescentes. Y sin embargo ellos confían en algo que no han comprobado por sí mismos. Es una enorme victoria del sistema científico global. Y es un milagro porque le piden al Gobierno que nos imponga medidas que pueden suponer un golpe. Aunque no todos los que se manifiestan saben con detalle cómo afectará a su modo de vida.

P. ¿Y los chalecos amarillos?

R. Son lo contrario. El cortoplacismo. Haz lo que quieras, pero no me hagas pagar más por el diésel de mi tractor o la gasolina del coche que necesito porque vivo en el campo y tengo que llevar a mi hijo al colegio a 20 kilómetros de casa. Las bicicletas eléctricas están muy bien, y los bobos [como se conoce a los denominados burgueses bohemios] las pueden usar en la ciudad, pero otros no tienen esa opción.

“Una ayuda o eurodividendo a cada europeo daría forma al beneficio que obtenemos con la integración en la UE”

P. El campo contra la ciudad.

R. Lo que alimenta la indignación es que mientras suben el precio del combustible, que grava a los que viven en el campo y tienen menos ingresos, se suprime el impuesto a las grandes fortunas. Si sufres una guerra, donde hay racionamiento y todos reciben su parte de dolor, se asimila, pero si se percibe que los ricos salen mejor parados en mejores condiciones

P. Europa es un concepto difuso e incluso amenazante para ellos.

R. Europa es un sitio formidable. No hay roaming [recargo por llamadas internacionales], cruzamos fronteras sin dificultad… Pero la mayoría de la gente no es cosmopolita ni está lista para cambiar de país. Para muchos el movimiento es una amenaza. Para los sedentarios, lo que hace Europa por ellos no está claro. Europa impone disciplina, austeridad, privatizar vías ferroviarias, no proteger industrias… Protecciones que se desvanecen.

P. Y ahí entra en juego la extrema derecha.

R. Crece porque es capaz de recoger la preocupación de la gente. Aunque sea con manipulaciones y con propuestas simplistas. Los otros partidos dicen: debo prestar atención a la gente que se siente comprendida por Salvini. Es algo sano. El triunfo del populismo es una catástrofe, pero su amenaza es esencial para la democracia. Obliga al poder a acordarse de que la gente existe.

P. Una de sus recetas para paliar la desigualdad es universalizar la renta básica. Convénzanos.

“Lo importante es proponer ideas novedosas que hagan nuestro mundo menos injusto. Vivan las utopías realistas”

R. No es posible convencer al que no lo está en pocas palabras, pero sí hacerle reflexionar. Dar una renta básica a todos, incluso a los ricos, no es mejor para ellos, que pagarán la suya de sus propios ingresos y también la de otros. Los más pobres serán los beneficiados. Recibirán un subsidio con la seguridad de que dispondrán de él en cualquier situación, incluso cuando estén trabajando como asalariados o autónomos, o cuando dejen voluntariamente un empleo ingrato.

P. ¿Los Estados han fracasado en la redistribución de la riqueza?

R. Con el mercado y la moneda únicos es cada vez más difícil para los Estados-nación jugar el rol distribuidor del pasado. Y más complicado todavía lo tienen los gobiernos regionales. Es por eso que, en países como Bélgica o España, creo que debe seguir siendo competencia estatal. El problema es que los Estados se ven obligados a ser competitivos, y eso les impide subir los impuestos para luchar contra la desigualdad. El impuesto de sociedades ha disminuido en muchos Estados. Y como los ricos tienen más fácil cambiar de país, les ponen cada vez menos tasas. La UE tiene que actuar como redistribuidor transnacional.

P. Propone algo curioso: pagar un eurodividendo a cada ciudadano.

R. Se trataría de una ayuda de la UE a cada residente. Daría forma al beneficio que se supone que cada ciudadano obtiene de la integración europea, que no es evidente. Sería un estabilizador macroeconómico. Y en caso de recesión, el BCE podría subirlo. En mi propuesta, cada ciudadano recibiría 200 euros al mes, ajustable según el coste de la vida en cada Estado, y se financiaría con el IVA, el impuesto más europeo. Lo importante es proponer ideas novedosas que hagan nuestro mundo menos injusto aunque sean inviables políticamente, porque es así como acaban siendo factibles. Vivan las utopías realistas. 

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Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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