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“Si el niño puede elegir entre una manzana o un helado, la manzana tiene pocas posibilidades”

El epidemiólogo Antonio Cabrera cree que la malnutrición es una cuestión de clases y que los países en desarrollo son las grandes víctimas de la epidemia de la obesidad

Antonio Cabrera, epidemiólogo de la Universidad de La Laguna, en una foto facilitada por él.
Antonio Cabrera, epidemiólogo de la Universidad de La Laguna, en una foto facilitada por él.
Patricia Peiró
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El hambre se reduce en casi todo el mundo, mientras que el sobrepeso y la obesidad crecen en todos los continentes. Los precios más bajos, la falta de regulación y el acceso fácil que tienen los niños y adolescentes a ultraprocesados y bebidas azucaradas se mezclan con una falta de educación nutricional. Estos factores agitados en una coctelera hacen que la epidemia del sobrepeso no deje de crecer.

Antonio Cabrera, profesor de medicina preventiva y salud pública de la Universidad de La Laguna (Tenerife) es autor de numerosos estudios sobre sedentarismo, obesidad y riesgos cardiovasculares. Recientemente formó parte de una macro investigación publicada en la revista Nature que concluía que, a pesar de lo que se pensaba tradicionalmente, el sobrepeso se centraba en las zonas rurales. Una de sus opiniones más preocupantes es que la obesidad en los países en vías de desarrollo tiene un largo camino por recorrer.

Pregunta. ¿Comen peor los niños ahora que hace 50 años?

Respuesta. Como todo, depende del país y de la clase social. En general se puede decir que la desnutrición severa se ha ido reduciendo, aunque sigue habiendo millones de personas que pasan hambre. La novedad en los últimos 40 años es la epidemia de obesidad. Surgió en los 80 en los países ricos y se ha ido propagando por todo el mundo. La principal causa es que los ultraprocesados han desplazado a los alimentos naturales. Las circunstancias son variadas, como por ejemplo, hace falta un tiempo del que a veces no disponen para cocinar. Los que consumen estos productos sí comen peor que los que pertenecían a su mismo nivel social hace años.

P. ¿La malnutrición es una cuestión de clases?
R. Sin la menor duda. Cuando comenzó la epidemia de la obesidad, las clases medias fueron las más afectadas, pero gracias al nivel cultural se pudo alejar a este grupo de determinados patrones dietéticos y en los países ricos se ha ido convirtiendo en un problema de las clases pobres. Pasó lo mismo en los países menos desfavorecidos, donde comenzó siendo algo de los pudientes. Pero luego, ha seguido la misma tendencia: es un problema de pobres en países pobres.
P. Usted participó en una investigación publicada en la revista Nature donde una de las principales conclusiones era que el entorno rural era el más afectado por esta lacra.
R. El mundo rural, especialmente en países de bajos ingresos, tiene suficiente capacidad de compra para ese tipo de comidas baratas que además no requieren dedicar tiempo a la preparación y con ello desplaza dietas tradicionales basadas en alimentos frescos. En ese artículo la sorpresa es que se pensaba que era un fenómeno urbano y pudimos constatar que no.
Si se regula que no se fume en público, cae el número de personas adictas. La malnutrición tampoco se puede abordar con un medicamento, sino desde la política
P. Al entorno rural y la pobreza en muchos casos se suma un Gobierno débil, con poca capacidad de actuación
R. La población que recibe apoyo de su Gobierno se va a ver muy beneficiada. Mira por ejemplo con el tabaco. Si se regula que no se fume en público, cae el número de adictos. La malnutrición no se puede abordar con un medicamento, sino desde la política.
P. ¿Cómo?

R: Poniendo impuestos a los alimentos muy azucarados, algo recomendado por la OMS, encareciendo la comida basura, prohibir la venta en zonas infantiles, que las máquinas de vending o se retiren o vendan fruta. Si el niño, o incluso el adulto, quiere comer a media mañana y la alternativa es entre una manzana y un helado, la manzana tiene pocas posibilidades. Que en el colegio haya disponible plátanos, manzanas y bocadillos de queso manchego se regula desde la política. Y en los países más débiles, las multinacionales acogotan o directamente compran a los gobiernos.

P. El último informe de Unicef muestra que el 70% de la elaboración de productos ultraprocesados lo gestionan cien empresas. ¿En el marco actual tienen vía libre para hacer lo que quieran?

R: A medida que la malnutrición empieza a convertirse en un problema de salud y entra en la agenda política, las presiones desde abajo comienzan a contrarrestar a las de arriba. Estamos viendo cómo Gobiernos conservadores, tradicionalmente del lado de la industria, han puesto restricciones. La epidemia de obesidad infantil en Reino Unido hizo que su Gobierno regulara la venta de determinados productos en los colegios. Algunos tenemos claro que en los países más desarrollados la obesidad va a decrecer, pero en los más desfavorecidos, le queda mucho por crecer.

P. ¿Qué problemas de salud se verán en el futuro teniendo en cuenta la alimentación infantil de los últimos años?

R: Los países de bajos ingresos adoptarán los patrones de enfermedad de los países ricos: hipertensión, diabetes, cánceres, infartos... Eso es lo previsible. Si era rara la hipertensión en el mundo rural en Asia, va a ser común. Y por lo general a sus sistemas sanitarios les faltan recursos para afrontarlos.

P. El análisis de Unicef muestra también que un 42% de los adolescentes bebe refrescos azucarados al menos una vez al día, y un 45% alimentos ultraprocesados como mínimo una vez a la semana ¿Abordar este problema en la adolescencia es demasiado tarde?
No hemos protegido a nuestros niños y estamos viendo obesidad en pacientes de cuatro años

R: Yo terminé la carrera en 1982. Entonces estudiábamos la diabetes tipo 2 como una enfermedad de adultos. Cuando la epidemia de obesidad explota —en Europa entra por el Reino Unido— la diabetes pasó a darse en la adolescencia. Era algo absolutamente inaudito. Años más tarde, hacia 2008, la veíamos en niños. Hablando de obesidad, es una enfermedad que ha ido incluso más allá, no hemos protegido a nuestros niños y estamos viéndola en pacientes de cuatro años. ¿Excluye eso los problemas en la adolescencia? No, los empeora. Sigue habiendo niños que debutan con la obesidad en la adolescencia pero se ha sumado otro porcentaje que la arrastra desde la infancia.

P. ¿Los esfuerzos se van a centrar en el sobrepeso a partir de ahora?

R: Toda esta avalancha no debe hacernos perder de vista que en muchos países sigue habiendo graves problemas de desnutrición. Las crisis han provocado que incluso en países desarrollados hayamos visto casos de hambre que eran impensables hace 20 años.

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Sobre la firma

Patricia Peiró
Redactora de la sección de Madrid, con el foco en los sucesos y los tribunales. Colabora en La Ventana de la Cadena Ser en una sección sobre crónica negra. Realizó el podcast ‘Igor el ruso: la huida de un asesino’ con Podium Podcast.

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