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Un grupo de investigadores pone fecha para el fin de la malaria

La Comisión de erradicación del paludismo de ‘The Lancet’ asegura que es posible lograrla en 2050, ante el escepticismo de la Organización Mundial de la Salud

El doctor Koulmaga, del proyecto Target Malaria, que ha liberado mosquitos modificados genéticamente para luchar contra la malaria en Burkina Faso.
El doctor Koulmaga, del proyecto Target Malaria, que ha liberado mosquitos modificados genéticamente para luchar contra la malaria en Burkina Faso. Juan Luis Rod
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Erradicar la malaria. Acabar con ella en todo el mundo. Destruir al parásito que la causa. Ni un enfermo más. Es la aspiración de la comunidad científica prácticamente desde el momento en que la enfermedad se identificó, a finales del siglo XIX. La Organización Mundial de la Salud (OMS) diseñó una estrategia para conseguirlo en 1955, pero 14 años después asumió que no existían ni los conocimientos técnicos ni las herramientas ni la capacidad para lograrlo. Así que, con ese mismo sueño en el horizonte, se propuso luchar contra el paludismo con enfoques más realistas, como reducir las muertes y los casos en los países más afectados. En este medio siglo la ciencia ha progresado y ahora un grupo formado por algunos de los más notables malariólogos del planeta acaban de publicar un informe en la revista The Lancet en el que aseguran que se puede terminar con la enfermedad en 2050.

El objetivo final es el mismo que el de la OMS. A diferencia del órgano de las Naciones Unidas, la Comisión de erradicación de la malaria de The Lancet —formada por científicos, economistas y expertos en política sanitaria con el apoyo de la Fundación Bill y Melinda Gates— asegura que no solo es posible alcanzarlo en prácticamente una generación, sino que la estrategia debe ser justamente esta: poner todos los recursos y medios para acabar con la malaria en un plazo de tres décadas.

Tras dos años de estudio, han diseñado modelos matemáticos que muestran que reforzando los avances actuales, la mejora de los sistemas sanitarios, la higiene y el desarrollo de los países, para 2050 quedarían simplemente algunas bolsas de malaria en los países que hoy son más endémicos (sobre todo en África subsahariana). Pero que estas podrían erradicarse por completo siempre y cuando se dieran cuatro premisas: “Mejorar la gestión operativa, usar mejor las tecnologías existentes, desarrollar nuevas e invertir más dinero”. No solo concluyen que la eliminación de la malaria es posible y abordable desde el punto de vista económico, sino que la alternativa, es decir, no lograrlo, “es insostenible”.

Calculan que son necesarios unos 2.000 millones de dólares (algo más de 1.800 millones de euros) adicionales cada año para conseguir la meta. Esto supondría un incremento de alrededor del 50% con respecto a lo que ya se invierte. Es un esfuerzo que piden principalmente a los países endémicos, que deberían cubrir 1.500 millones, frente a unos 500 de los donantes. Es una “buena inversión” porque más allá de resolver un problema de salud crítico, mejoraría la educación, la productividad y la economía de los países afectados. Una vez erradicada, sus gobiernos podrían dedicar los fondos a mejorar las vidas de sus ciudadanos por otras vías.

La malaria ayer y hoy

A principios del siglo XX, poco después de identificar la malaria, prácticamente los 200 países que existían por entonces eran endémicos de malaria. En 2017, según las últimas cifras oficiales, 86 países reportaron un total de 219 millones de casos y 435.000 muertes; mientras en el año 2000 se estimaron 262 millones de infecciones y 839.000 fallecimientos. Sin embargo, el avance se ha frenado: entre 2015 y 2017, 55 países reportaron incremento de casos.

El dinero es condición necesaria, pero no suficiente para terminar por completo con la malaria. Según Pedro Alonso, director del programa de Malaria de la OMS, hoy día no tenemos las herramientas suficientes para decir que es posible terminar con la enfermedad en 2050. Los enormes progresos que se han hecho contra el paludismo desde el año 2000 (una reducción del 36% en los casos y del 60% en las muertes, ver cuadro) se han conseguido principalmente con medicamentos antimaláricos, mejor saneamiento e higiene, control de los mosquitos y redes impregnadas de insecticidas para evitar las picaduras nocturnas de las especies del Anophelles que transmiten al Plasmodium, el parásito de la malaria.

Este mismo lunes, unas horas después de la publicación del informe en The Lancet, el investigador español estaba a punto de reunirse con otro grupo de expertos, el de la OMS, más conservador a la hora de abordar el futuro de la enfermedad. “Ellos [The Lancet] dan un mensaje positivo de que se puede erradicar, quizás porque pueden lanzar una consigna más aspiracional. Nosotros somos un comité técnico, tenemos los pies en el suelo y somos más cautos. La erradicación es el objetivo final, pero centrémonos en reducir las más de 400.000 muertes y 200 millones de casos anuales”, declaraba a EL PAÍS.

El problema que ve Alonso en el informe es que una de las cuatro patas sobre las que se sustenta no existe. “El documento habla de nuevos avances, pero no sabemos si se van a producir. Tenemos una vacuna, pero es insuficiente; están experimentando con mosquitos modificados genéticamente, pero esto no ha demostrado nada”, reflexiona. Para mostrar la dificultad de terminar con una enfermedad, pone el ejemplo de la poliomielitis. En 1988 había en el mundo 300.000 casos. Entonces se lanzó la estrategia de erradicación, que se preveía para el 2000. Hoy, casi 20 años después, la enfermedad está al borde de la desaparición, pero persiste en algunos lugares. La diferencia entre unos pocos casos y ninguno es quizás el paso más complicado de dar. “Y en malaria ni siquiera estamos hablando de pocos, tenemos al año más de 200 millones”, insiste el responsable de la OMS.

Los expertos calculan que son necesarios unos 2.000 millones de dólares adicionales cada año para acabar con la malaria. Esto supondría un incremento de alrededor del 50% con respecto a lo que ya se invierte

Lo que para Alonso es un ejemplo de lo tremendamente complicado que supone llegar a cero casos en 2050, para los autores del informe de The Lancet es muestra de lo contrario: “Cuando los esfuerzos para erradicar la viruela y la polio se pusieron en marcha, el consenso global en sus perspectivas era menos robusto que el de la malaria hoy”. La viruela es una de las pocas enfermedades que el ser humano ha erradicado de la faz de la Tierra; lo logró en 1980, solo 14 años después de lanzar la estrategia de eliminación. Pero a diferencia de la malaria, entonces había una vacuna altamente efectiva contra la dolencia.

Por lo que dicen en la propia publicación, se podría decir que el optimismo de los investigadores de The Lancet se basa en su confianza en el avance científico: “Con una escalada de las intervenciones actuales y las tendencias globales estudiadas proyectamos un mundo en 2050 con escasas bolsas de la enfermedad. La pregunta clave es si esta trayectoria puede crear un mundo sin malaria en 2050 o antes. La respuesta de este informe es firmemente afirmativa [...] basada en el balance de la evidencia y en la probabilidad de que se superen retos particulares”. El propio Comité reconoce que esto “no puede ser probado de una forma rigurosa o formal”, pero asegura que está “soportado por la evidencia” que presentan.

En opinión de estos investigadores, la erradicación es posible mediante una serie de acciones. Estas son las principales:

Fortalecer el liderazgo y la responsabilidad a nivel nacional, regional y global. “Las plataformas regionales deberían ser respaldadas por los socios globales para fortalecer su compromiso y motivar de forma clara y energética a los líderes nacionales y subnacionales en todos los países endémicos”.

Fortalecer la gestión. Hacen hincapié en la necesidad de mejorar la preparación de toda la cadena de la lucha contra la malaria, desde las universidades hasta los centros de salud.

Usar y compartir datos. La comisión de The Lancet prevé que la revolución de los datos digitales transformará el escenario en los próximos cinco o 10 años, lo que mejorará la coordinación de todos los actores en la lucha contra el paludismo.

Abordar las áreas más problemáticas ahora. “Centrarse en los lugares más endémicos es importante para empezar a bajar los casos y para crear grandes zonas de prueba para explorar los límites de las herramientas actuales”.

Vigilancia y respuesta como estrategia central. Los científicos ven esto particularmente importante en los casos en los que la malaria es menos frecuente, para erradicar brotes, y para monitorizar las resistencias a los antibióticos del parásito y a los insecticidas de los mosquitos que transmiten la enfermedad.

Respuesta público-privada. Los expertos apuntan que a menudo toda la carga de la lucha contra la malaria reside en los sistemas públicos y piden colaboración de los privados.

Priorizar inversiones en investigación y desarrollo. Reconocen que son necesarias nuevas herramientas. Hay cuatro a las que otorgan especial importancia: la tecnología de la información y los datos; diagnóstico, medicamentos y control del mosquito; resolver problemas operativos y la tecnología genética.

Desarrollar y comprometerse con un calendario de erradicación. Para que el sueño de acabar con la malaria se cumpla, el informe señala que para 2030 ya debería estar eliminada de la mayoría de los países de fuera de África.

En opinión de Regina Rabinovich, directora de la iniciativa para la erradicación de la malaria del instituto de salud ISGlobal, impulsado por La Caixa, las dos visiones (la de la OMS y la de la Comisión de The Lancet) no son tan diferentes: "El problema sigue siendo muy difícil y no sabemos qué estrategia va a funcionar. Ambos llaman a la innovación, piden que los investigadores creen herramientas nuevas y nunca se sabe cuándo esto se puede alcanzar. Por eso uno es más conservador, diciendo que los países tienen que trabajar en erradicar la malaria, pero que no podemos tener una fecha".

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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