“Hay que ser conscientes de nuestra idiosincrasia, la picaresca española”
El presidente de los rectores pide más autonomía para que las universidades seleccionen a su profesorado, pero con controles
El guardián de la calidad de la universidad española, la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA), está rechazando a investigadores de élite, muchos de ellos con ayudas europeas millonarias, argumentando que no cumplen determinados requisitos rígidos, como la acumulación de 600 horas de docencia “al peso”, según han denunciado varios de los afectados en las páginas de EL PAÍS en los últimos días. El matemático Carlos Andradas, rector hasta junio de la mayor universidad presencial de España, la Complutense de Madrid, afirma directamente que “ya es momento de que se supriman” las acreditaciones, un primer paso burocrático exigido para poder participar después en la pelea con otros acreditados por una plaza de profesor titular o catedrático. El rector de la Universidad de Barcelona, Joan Elias, también ha pedido la erradicación de las acreditaciones de la ANECA y de su homóloga catalana en su cuenta de Twitter: “No son más que aranceles para impedir captar talento”.
El veterinario José Carlos Gómez Villamandos, cordobés de 56 años, es rector de la Universidad de Córdoba y, desde mayo, presidente de la Conferencia de Rectores (CRUE), una asociación formada por 76 universidades españolas. Gómez Villamandos, catedrático de Histología y Anatomía Patológica, pide más autonomía para las universidades y una evolución de la ANECA, pero sin volantazos.
Pregunta. Hay científicos de la élite europea, con ayudas millonarias Consolidator Grant o incluso Advanced Grant, que están siendo rechazados por la ANECA. ¿Qué opinión tiene la CRUE sobre estos criterios rígidos de la ANECA de exigir 600 horas de docencia seas Einstein o seas quien seas?
Un profesor de universidad tiene que hacer docencia e investigación
Respuesta. Estamos todos de acuerdo en que la ANECA tiene que evolucionar, en que se tiene que adaptar. Se creó en un determinado momento [el año 2002], para unas necesidades, y ahora la situación es otra. Posiblemente sea necesario definir nuevos sistemas de acreditación del profesorado, unos con carreras más docentes y otros con carreras más investigadoras. Pero lo que no se puede romper nunca es el binomio: un profesor de universidad tiene que hacer docencia e investigación. Lo que hay que estudiar y analizar es cómo jugar con los porcentajes para llegar a ser profesor titular o catedrático. Y adaptarlo un poco más a la situación actual.
P. ¿Cómo?
R. Estoy de acuerdo en que a una persona con un Ramón y Cajal [contratos reservados a investigadores sobresalientes] no le podemos pedir las 600 horas de docencia, hay que pedirle un poco menos, y eso se tiene que compensar con una investigación muy excelente. Pero tampoco olvidemos que dentro del sistema universitario hay personal con unos currículums igual de excelentes desde el punto de vista de la investigación y también con una actividad docente. Excelentes hay fuera y dentro. Se acredita gente que está dentro y gente de fuera que es muy buena, y hay que favorecer que entren. El sistema desde luego tiene que amoldarse y ajustarse un poco más. Estamos trabajando con el Gobierno intentando que haya alguna modificación de la norma, con más autonomía por parte de las universidades, pero al final con un proceso de acreditación. Sin perder el binomio: usted tiene una carrera más investigadora y se puede acreditar, usted tiene una carrera más docente y se puede acreditar. Las dos vías. Eso es lo que siempre hemos pedido: un sistema un poco más flexible.
P. ¿Desde cuándo?
R. Eso fue un documento que se hizo, se metió en un cajón y no ha vuelto a salir. Allí había dos vías para llegar a la acreditación. Hablo del famoso Estatuto del Personal Docente e Investigador, que estuvo en la época de Ángel Gabilondo de ministro. Uno de los problemas es que no tenía memoria económica suficiente, pero era un estatuto valiente. Hablaba de una vía docente y de una vía investigadora. En las dos vías se tenía que hacer ambas cosas. Era una apuesta muy ambiciosa.
Nuestro sistema está excesivamente burocratizado, todo es muy barroco
P. El matemático Carlos Andradas escribe una tribuna de opinión en EL PAÍS pidiendo directamente que se supriman las acreditaciones, dándole autonomía a la universidad y pidiendo después una rendición de cuentas. Por ejemplo, se podría acreditar a las universidades en base a unos objetivos y castigarlas presupuestariamente si no los cumplen.
R. Yo estoy de acuerdo en que debemos tener más autonomía y una mayor rendición de cuentas. Lo que no tenemos que perder nunca de vista es que, si quitamos un sistema, es para tener preparado otro. Yo no quitaría nada sin tener encima de la mesa una alternativa lo suficientemente consensuada y seria. Y que por supuesto no significara bajar los niveles de calidad que nos ha costado mucho trabajo conseguir. Hemos pasado de que cualquiera se quedaba a que no cualquiera entra. A veces se producen situaciones como estas, de gente muy buena que no es que no se vayan a acreditar, sino que van a tardar un año más. Vamos a poner las cosas en su sitio. Estamos sufriendo también los 10 años de crisis, lo que está llevando a que la gente se acredite 10 años más tarde a profesor titular y catedrático.
P. El anterior rector de la Complutense también afirma que “esta obligatoriedad de acreditación externa no existe en casi ningún país de nuestro entorno”.
R. Sí que existen unas normas, a veces mucho más duras que las nuestras. En Alemania tú no puedes ser profesor en la universidad en la que has estado contratado durante un tiempo. Hay otras normas de control. Lo que no hay es un sistema tan burocratizado como el nuestro. El nuestro está excesivamente burocratizado. Aquí todo es muy barroco, con muchísima documentación. Deberíamos intentar simplificarlo, que fuera mucho más ágil.
Yo no quitaría nada sin tener encima de la mesa una alternativa lo suficientemente consensuada y seria
P. Andradas también sostiene que la obligatoriedad de la acreditación externa por la ANECA “supone un reconocimiento implícito de la incapacidad de (y la desconfianza en) las universidades para seleccionar cabalmente a su profesorado con calidad”. Usted también lo está sugiriendo: que si se quitan las acreditaciones a lo mejor se pierde calidad.
R. Cada universidad tiene su situación y sus políticas. Si hablamos como sistema, creo que debemos tener, si no controles, por lo menos sí las herramientas para tener ese control. Pudiera ser, como dice Andradas, la rendición de cuentas: tú contratas libremente y luego te voy a pedir una rendición de cuentas. Eso sería quizá el sistema ideal, lo que pasa es que nuestra cultura, por desgracia, va por otra vía. Hay que ser conscientes de la realidad y de nuestra idiosincrasia.
P. ¿Cuando habla de "nuestra idiosincrasia" se refiere a la tendencia histórica a la endogamia?
R. No, a la idiosincrasia española, la picaresca española. Tampoco nos vamos a engañar. Culturalmente, somos del área mediterránea. Tenemos que ser conscientes de cómo somos, bueno, de cómo deberíamos no ser. Deberíamos ser mucho más rígidos en algunas cosas. Entonces, debemos mantener unos sistemas de rendición de cuentas o de control, llamémoslos como queramos, pero que nos permitan no perder lo que hemos trabajado. Se ha trabajado mucho en incrementar la calidad de la universidad española. No perdamos eso que tanto nos ha costado a todos, porque ha sido el trabajo de muchas generaciones. No lo perdamos por situaciones de colectivos concretos que nos lleven a tomar decisiones que no sean las correctas para el resto del sistema universitario.
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