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“Lo frustrante de ser madre son las trabas en la crianza y la culpa que generan”

Iguázel Elhombre recoge en ‘Masa madre. Diario de mi maternidad’ diversos textos en los que narra situaciones cotidianas de su propia maternidad

GETTY

Decía Júlia, el personaje creado por Marta Carnicero en El cielo según Google (Acantilado), que cuando anunció en casa su intención de adoptar, su madre le advirtió que cuando tienes un hijo, “pasas a ser un personaje secundario de tu propia vida”. Para Iguázel Elhombre, escritora y gestora cultural, el cambio es más hacia una “metavida”, porque es tener otra vida dentro de tu propia vida. “Ahora vivo las cosas con una mirada distinta porque tengo la limpieza de la mirada de mis hijos en la mía”, cuenta. Sobre su propia experiencia con la maternidad habla en Masa madre. Diario de mi maternidad (DosCuartos Editorial, 2019), un libro en el que recoge diversos relatos escritos durante el embarazo y los primeros años de crianza de sus hijos; la mayoría de ellos publicados en El periódico de Aragón y la revista literaria de La tribu. Lo hace para envasar al vacío esos momentos tan intensos –y difusos– de la crianza de los primeros años pero también como legado de palabras para sus hijos. Una voz que sumar al relato de la crianza en los países occidentales, dónde la principal dificultad es la conciliación.

PREGUNTA: ¿Por qué un diario de maternidad?

REPUESTA: El libro nace sin vocación de ser libro. Escribir es mi manera de entender el mundo, de ordenarlo, y cuando me quedé embarazada tenía la necesidad de ver lo que me estaba pasando desde otra mirada. Esa mirada me la daba la escritura, así que empecé a escribir sobre ello. Algunos pertenecen a una columna que escribía en El periódico de Aragón, otros son parte de la revista literaria de La tribu.

P: “El tiempo parece menos huidizo cuando dejas constancia escrita de su transcurso”, decía Carmen Riera en Tiempo de espera.

R: Sí, totalmente. Es una forma de “agarrar” el tiempo, como envasar los momentos al vacío para poder conservarlos. Para mí escribir es también una manera de dejar a mis hijos una herencia de palabras. Contarles las cosas antes de que sean capaces de contarlas; luego ya tendrán, o no, sus propios relatos.

Los primeros momentos de la crianza son muy intensos, parece que pasan más lentos, pero en realidad pasan muy rápido. Y se te olvidan cosas, claro. De hecho, al hacer la corrección del libro me di cuenta de que pensaba que no había hecho cosas que en realidad sí había hecho. Por ejemplo, estaba convencida de que Carmela nunca había dormido en la cuna, que sólo se dormía encima de mí o dormía conmigo en la cama, y al volver a leerlo me di cuenta de que sí había dormido en la cuna.

P: ¿Cuál crees que es el mayor reto para una madre del siglo XXI?

R: No ser sólo madre en nuestra sociedad occidental. La conciliación es un gran reto para poder decidir realmente tener o no tener hijos –hay mujeres que no se lo pueden plantear– y para decidir cómo criar a los hijos. Parte del sufrimiento de muchas mujeres viene de intentar conciliar. Esto lo reflejaba muy bien Sergio del Molino, autor de La hora violeta, cuando decía que frente a la presión social y familiar de tener hijos hay una presión sistémica y estructural más grande para no tenerlos porque el Estado, los empleos precarios y las inexistentes políticas de conciliación lo impiden. Los niños están como apartados de la vida: forman parte de ella pero no transitan su recorrido.

P: No le damos socialmente la importancia que realmente tiene la maternidad y la crianza.

R: No, desde luego que no. Me parece una de las experiencias más heavys que puede vivir una persona pero esa experiencia no encaja en el modo de vivir que tenemos en las sociedades occidentales.

P: Por mucho que nos avisan de la falta de conciliación, de lo difícil que es criar, de lo agotador de la experiencia, tenemos unas expectativas de lo que va a ser y luego…

R: Tengo un relato en el libro que dice “Si vas a ser madre no hagas caso a ningún artículo que se titule Si vas a ser madre”. Los libros que se venden como libros de maternidad están plagados de un discurso muy paternalista. Cuando me quedé embarazada me costaba mucho concentrarme para leer y sin embargo me leí todos los manuales de crianza que cayeron en mis manos. Salía enfadadísima de estos libros porque tenía la sensación de que me regañaban constantemente. A esto le sumaba la cantidad de consejos y recomendaciones no pedidas de todo el mundo. En uno de los relatos cuento la anécdota de cuándo en un paseo con mi hijo en su carro, una persona desde un tercer piso me decía cómo tenía que llevar vestido al niño.

Tenemos una circunstancias determinadas, y una visión de la maternidad que se ha construido en función a nuestra propia experiencia –la relación con nuestros padres, nuestra infancia, la relación con la familia de la pareja, lo que hemos leído, las experiencias de amigos. Es imposible no haber construido unas expectativas pero al final muchas no te sirven cuando llega tu hijo o tu hija. Hasta que no tienes a tu criatura en brazos no tienes ni idea de qué va a pasar o cómo lo vas a hacer.

P: ¿Aún hay que “desidealizar” la maternidad?

R: Antes de ser madre me chocaba ver que había dos mundos: el de la maternidad cupcake y el de la madrastra. Yo pensaba que la maternidad tenía que ser otra cosa, y para mí, de hecho, lo ha sido. Me ocurre que no sé si al decir que hay que dejar de idealizar la maternidad, en realidad estoy diciendo con ello que la maternidad es horrorosa. Para mí la maternidad es maravillosa pero también es dura, es cansada, es difícil. Creo que lo más frustrante de la maternidad son las dificultades que tenemos para la crianza y la culpabilidad que generan esas dificultades; yo sé que soy una privilegiada porque tengo derechos laborales y un horario bastante decente, pero lo veo en mi entorno inmediato, en el supermercado, en el colegio. La implicación con los hijos sigue siendo mayormente femenina, pese a la mayor implicación paterna.

Y el debate de la maternidad además es muchísimo más amplio de lo que puede parecer porque nos obliga a cuestionarnos muchas cosas permanentemente. Yo, por ejemplo, le puse mis apellidos primero a mis hijos. Eso es una extrañeza para personas que esto ni se lo han planteado. El feminismo tiene muchos debates pendientes –y urgentes– en torno a muchas cuestiones sobre la maternidad.

P: Por cierto, la portada de ‘Masa madre’ fue censurada en Instagram.

R: Sí, Dos cuartos quiso hacer una publicidad del libro en Instagram y no pudo porque la red social la consideró ilícita la portada de Agnes Daroca. Es gracioso porque Instagram es el lugar donde más tetas hay en el mundo pero censuran una portada en la que, por cierto, no se ven los pechos sino que se ve un torso con dos manos que cubren los pechos –manos que están como “amasando” esos pechos. No hay ni pezón. Es una portada muy limpia, bonita. Ha pasado muchas otras veces, incluso con obras de arte, así que supongo que es el reflejo del mundo en el que vivimos: la pornografía es un contenido muy accesible pero algo estético o artístico, se veta.

P: Sobre Instagram, no sé si influye también que hemos “filtrificado” tanto la realidad que cuando la sacamos de allí nos decepcionamos. ¿Es la maternidad que vemos en Instagram un trampantojo de la maternidad?

R: Instagram es un mundo artificial. Lo es en cuanto a la maternidad pero también el resto de aspectos de la vida que se representan. Pero no sólo ocurre en Instagram, también en el relato de la maternidad que nos han contado en muchos sitios: la literatura, el cine… Todos y todas somos hijas e hijos y sobre la “hijidad” es cierto que hay mucho contado pero no hay tanto sobre lo que supone la maternidad.

P: La maternidad está claro que nos transforma a todos los niveles, es una metamorfosis. ¿Lo es en el plano literario?

R: Creo que sí lo es porque la maternidad te hace otra. Es tener otra vida dentro de tu propia vida. Ahora vivo las cosas con una mirada distinta porque tengo la limpieza de la mirada de mis hijos en la mía. También hay menos tiempo para poder escribir. Los primeros años de la crianza son muy intensos, se alteran los horarios, y eso te puede dificultar encontrar ese tiempo y ese espacio para escribir. Aunque no sólo es “culpa” de la crianza, seguramente si no tuviera que trabajar tendría mucho más tiempo para escribir mientras mis hijos están en el colegio. Alice Munro, que fue premio Nobel, no empezó a escribir hasta que sus hijos fueron más mayorcitos. Empezó a escribir cuentos porque era lo que le permitía acabar más rápido entre labores y cuidados.

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