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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los cuadros perdidos de Caravaggio

Muchas obras del gran pintor del barroco han sido engullidas por la historia

Guillermo Altares
Judith y Holofernes, atribuido a Caravaggio.
Judith y Holofernes, atribuido a Caravaggio.

Existen muy pocas obras de Michelangelo Merisi Caravaggio (1571-1610) —68 cuadros desperdigados en museos e iglesias de medio mundo, 22 de ellos en Roma—, lo que no impide que los lienzos de este pintor del Barroco, que algunos críticos consideran el más importante de la historia, tengan la mala costumbre de desaparecer de manera reiterada a lo largo de los siglos. Aunque, lo que resulta todavía más extraño, también reaparecen de vez en cuando. Eso es lo que ocurrió en 2014 cuando en un desván de la ciudad francesa de Toulouse una familia descubrió, debajo de un colchón polvoriento, un cuadro que llevaba allí al menos 150 años. Nadie tenía muy claro cómo había llegado hasta ese lugar, pero sí que podía alcanzar un precio astronómico, incluso aunque los especialistas no acabasen de ponerse de acuerdo sobre su autenticidad. Finalmente, la obra Judith y Holofernes, se vendió recientemente por más de 100 millones de euros a un rico financiero, que anunció que se expondrá en un importante museo.

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Muchos otros cuadros de Caravaggio han tenido menos suerte que este y se los ha tragado la historia: tres se destruyeron durante la batalla de Berlín al final de la Segunda Guerra Mundial (o quedaron en manos de algún soldado y aparecerán en un desván), otro desapareció en Palermo en los sesenta, un robo que se atribuye a la Mafia. Diferentes hipótesis sobre el destino de este cuadro se lanzan de manera recurrente: pudo ser vendido a trozos, comido por los cerdos o presidir las reuniones de la cúpula de la Cosa Nostra. También se tragó el destino las obras con las que viajaba el propio pintor cuando trataba de volver a Roma desde Nápoles y que pretendía utilizar para sobornar a un poderoso cardenal para que le perdonase el asesinato que le obligó a huir.

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Caravaggio pintó en uno de los momentos más peligrosos de la historia de Europa y fue además un delincuente (casi los únicos documentos que se conservan de él son judiciales). Se metió en tantos líos que es un milagro que haya llegado algún lienzo suyo hasta nosotros. Al final, el destino de muchas de sus obras sirve como recordatorio de que la supervivencia del arte siempre tiene algo de azaroso: que objetos tan frágiles hayan logrado superar siglos de guerras y desastres es una demostración de la resiliencia de la belleza.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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