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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La ecología es la economía

El planeta no da para más. Ha llegado el momento de crear un nuevo paradigma donde prosperidad tenga lugar dentro de los limites sostenibles

Marija Zaric
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La bioeconomia es una oportunidad de superar la dicotomía entre ecología y economía y creemos un nuevo paradigma donde prosperidad tenga lugar dentro de los limites sostenibles de nuestro planeta. De algún modo la ecología será la economía. El planeta no da para más. Ni tan solo para concienciaciones a fuego lento.

A lo largo de la historia, la humanidad ha atravesado diversas trasformaciones, cambios de orden socioeconómico, cultural y tecnológico que dieron paso a eras totalmente distintas. Europa, ha liderado muchas de estas transformaciones y, de hecho, fue el epicentro de la que puede que fuera la más importante de todas ellas, ya que puso las bases de la era moderna. Dicha transformación, conocida como Renacimiento, aunque tradicionalmente se describe como el momento de la historia en que Europa se reconectó con el mundo clásico de Grecia y Roma, realmente, lo que supuso fue la conexión del mundo con su futuro. El Renacimiento ofreció una de las mejores versiones de Europa, puso a las personas en el centro de todo, y la ciencia, gracias a la invención de la imprenta, pasó a ser el principal motor de progreso y base de una nueva cultura.

300 años después del comienzo del Renacimiento, Europa experimentó una nueva transformación, que dio paso a una nueva era, la Era Industrial. La Revolución Industrial fue posible gracias al capital de conocimientos acumulado desde la revolución científica, que se extendió progresivamente debido a la emergencia de las universidades como centros clave de pensamiento en substitución de los monasterios. Pero, como pasó con la revolución científica, fue también posible gracias a otra invención importante: la máquina de vapor. Esta tecnología transformó la manera y sobre todo la escala en la manufactura de productos. La producción se desplazo de talleres a factorías. Lo que también requirió de una nueva escala de capital y de recursos energéticos que la hicieran posible.

Esta nueva demanda fue la que impulso la utilización de energías de origen fósil, primero carbón y más adelante petróleo y gas. La Revolución Industrial no solo supuso una transformación del modelo energético, sino que también desencadenó un cambio de paradigma en el ámbito de los materiales, primero con el desarrollo de la industria del acero, más adelante, con el cemento portland y después con los materiales sintéticos derivados del petróleo, como el plástico. De este modo, hace 200 años, la economía fósil basada en el uso masivo de energías y materiales no renovables pasó a ser el nuevo paradigma económico. Esta economía fósil ha permitido que en dos siglos hayamos experimentado un crecimiento económico y poblacional, así como un desarrollo social y tecnológico, sin precedentes en la historia de la humanidad.

Solo existe una alternativa sostenible al uso masivo de los materiales fósiles, el uso sostenible de materiales renovables de origen biológico

Pero la economía fósil de los últimos 200 años ha tenido otras implicaciones importantes, ya que desde un punto de vista termodinámico ha implicado pasar de un sistema abierto alimentado por la energía solar a otro cerrado alimentado por recursos fósiles finitos que son internos al sistema. La segunda ley de la termodinámica es muy clara acerca de las consecuencias de la energía libre en sistemas cerrados como el que hemos creado: resultan en entropía, desorden e irreversibilidad. Y esto es justamente lo que hemos generado: cambio climático, perdida de biodiversidad y degradación de los recursos naturales. En definitiva estamos cruzando los límites de resiliencia del planeta. Llegados a este punto de inflexión debemos recordar las palabras de Albert Einstein: “No podemos resolver nuestros problemas actuales con el mismo marco mental, con la misma manera de pensar que teníamos cuando los creamos”. Y eso es justamente lo que necesitamos ahora un nuevo marco mental, un nuevo Renacimiento, como base de un nuevo paradigma económico.

La vida es el motor del desarrollo

Un paradigma donde prosperidad económica tenga lugar dentro de los límites renovables de nuestro planeta. Por lo tanto, una economía basada en energías y materiales renovables. Un paradigma donde la bioeconomia, bio significa vida, sea el motor del desarrollo sostenible.

¿Por qué la bioeconomía, debe jugar un papel clave en la transformación de nuestra economía? Porque, mientras que la transición hacia las energías renovables ya ha comenzado, no podremos afrontar los grandes problemas ambientales de nuestro siglo si seguimos utilizando de forma masiva materiales no renovables como plásticos, hormigón, acero... La producción de acero y cemento supone más del 10% de las emisiones de carbono en el mundo. Si la industria del cemento fuera un país sería el tercero en emisiones de CO2. La industria del plástico sería el quinto. Estos productos, además, son uno de nuestros problemas ambientales más graves por la cantidad de desechos que llegan a nuestros mares y oceanos.

Y solo existe una alternativa sostenible al uso masivo de los materiales fósiles, el uso sostenible de materiales renovables de origen biológico. Ahora bien, es importante remarcar que los recursos biológicos son renovables, pero no infinitos. Por lo tanto, ¡su uso y transformación debe ser más que nunca inteligente, eficiente y sostenible! Por ello la bioeconomía debe sumar esfuerzos con conceptos como la economía circular, que trata de maximizar la eficiencia en el uso de los recursos, así como en el diseño de productos y materiales que sean fácilmente reciclados y reutilizados.

A su vez en un contexto de cambio climático, hemos de asegurarnos que nuestros recursos biológicos sean resilientes al cambio. Por lo tanto, invertir en biodiversidad y adaptación debe ser una prioridad para una bioeconomia ambiciosa, sostenible y resiliente.

Las buenas noticias son que construir una relación simbiótica entre ecología y economía a través de una nueva bioeconomia nunca había sido tan factible como lo es ahora. Esto es debido a los grandes avances que la ciencia y la tecnología están experimentando a raíz de la revolución digital. Internet y ordenadores están transformando la sociedad tal y como la imprenta y los libros hicieron en el Renacimiento. La revolución digital ha trasformado la manera en que podemos utilizar la ciencia y la tecnología para entender la naturaleza y nuestros ecosistemas naturales, permitiendo una gestión sostenible de los mismos, así como su transformación en nuevos e innovadores productos y servicios. La revolución digital, por lo tanto, y aunque parezca paradójico, tendrá un papel catalizador de la revolución biológica que se avecina. Es la suma de inteligencias, de personas y máquinas inteligentes, la que permitirá un paradigma de humanidad aumentada (como fue de algún modo el Renacimiento) compatible con la sostenibilidad radical del planeta.

Como decía Brian Arthur: “La humanidad pone siempre sus más profundas esperanzas en la tecnología, pero su más profunda confianza en la Naturaleza”. Es hora de que la ecología y la economía sean reconocidas como las dos caras de la misma moneda. La moneda de la prosperidad.

Marc Palahí es director del European Forest Institute y Xavier Marcet es presidente de Lead to Change.

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