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niños hospitalizados

“Cuando los niños juegan, dejan de ser enfermos en un hospital para ser superhéroes o princesas”

El 40% de los menores hospitalizados siente dolor a diario. A él, se suman el miedo, el desánimo, el aburrimiento, la incertidumbre, la rabia y la tristeza

Hombres disfrazados de Batman y de Flashgordon limpian los cristales antes de ir a visitar a los niños enfermos (Sao Paulo, Brasil).
Hombres disfrazados de Batman y de Flashgordon limpian los cristales antes de ir a visitar a los niños enfermos (Sao Paulo, Brasil). Cris Faga/NurPhoto via Getty Images

En un mundo ideal, los niños no tendrían que poner ni un solo pie en el hospital. Nunca. Pero en el real, el nuestro, el defectuoso, muchos tienen que pasar el mal trago de acudir a él. Según un estudio el 40% de los niños hospitalizados siente dolor a diario. A él se suman el miedo, el desánimo, el aburrimiento, la incertidumbre, la rabia y la tristeza, que describen al hospital como un espacio ingrato.

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Sin embargo, somos testigos de un giro. El hospital se está humanizando. “Cuando los niños contactan con espacios y estímulos nuevos, se olvidan de su enfermedad. Están más animados y colaboran mejor con pruebas y tratamientos”, señala Valle Sallés, vicepresidenta de Juegaterapia, una fundación que nació llevando consolas a niños con cáncer en un hospital y cuyo proyecto se ha extendido ya a más de 124 centros de toda España. “El juego ayuda en la recuperación. Cuando empiezan a jugar, dejan de ser enfermos en un hospital para convertirse en guerreros, princesas, superhéroes…”, asegura.

Así, cualquier elemento que anime, divierta o simplemente distraiga a los niños durante su paso hospitalario contribuirá a que se sienta un poquito mejor. Un campo de minigolf, triciclos para llevar la medicación, sesiones de cine ¡con palomitas incluidas!, coches que conducen al quirófano, camisetas de fútbol convertidas en batas... son algunas ideas. Las iniciativas que describimos a continuación no son nuevos tratamientos médicos para combatir una enfermedad, pero sí ayudan a que mejore el ánimo y eso repercuta en una mejor recuperación. Nos dejamos muchas fuera, pero aquí, una pequeña muestra de ellas.

1. El hospital cambia de look

Inspirados en investigaciones que han explorado la influencia del espacio en la salud, muchas unidades pediátricas se animan a cambiar las blancas paredes por lienzos llenos de color, personajes e historias. Los profesionales que trabajan diariamente con los niños notan sus efectos. “El nivel de sedación ha bajado significativamente en los niños que han pasado por una unidad del color -como le llaman a las unidades del dolor-”, desvela Sallés. Un ejemplo de ello fue el proyecto “Como en casa”, de los estudiantes de Bellas Artes de la Universidad Miguel Hernández, de Elche, y la Fundación Aladina, que contribuyeron a que los espacios de oncología pediátrica del Hospital general universitario de Alicante dejaran de ser tristes y apagados. Introdujeron coloridos dibujos inspirados en objetos domésticos, que, con el tiempo, fueron ampliándose a otros motivos. Es así cómo el mostrador pasó a ser una gran pecera ilustrada. En Madrid, en el hospital La Paz, una camilla se puede convertir en una hoja de árbol, una lámpara en una seta y las paredes en arcoíris. El del Niño Jesús también huele a transformación. “Estamos llevando el parque de El Retiro al interior, incluso con el Palacio de Cristal”, nos adelanta la portavoz de Juegaterapia. “Como los niños no pueden salir a jugar, vamos a hacer que jueguen dentro del hospital como si estuvieran en el parque, dejando volar su imaginación”. Y no se trata solo pintar una pared, sino de trabajar con el hospital y ver qué se requiere. Las salas de aislamiento del Gregorio Marañón, por ejemplo, se han convertido en “estaciones lunares”, a modo de naves espaciales, construidas en cápsulas, con luces y decoradas como si de un viaje a Marte se tratara.

2. ¡Salir a jugar al jardín!

También se han desarrollado ideas para quienes tienen permitido salir al exterior. Otro de los proyectos estrella de Juegaterapia es reconstruir azoteas en desuso para convertirlas en jardines. Con tres construidos (hospitales La Fe de Valencia, y 12 de Octubre y La Paz, de Madrid), el cuarto (Gregorio Marañón), ya está en construcción. “Un espacio al aire libre para ver el sol, las nubes, el cielo, sentir el aire en la cara... les da la vida a los niños, su vida, la que deberían tener”, nos cuenta Lourdes, la mamá de Guille, un niño que superó una quimioterapia. “Los niños se acuerdan más de esos momentos que de pinchazos y molestias”.

3. Conciertos que dan vidilla

Al igual que el juego, la música tiene un poder. Científicamente, aún está en estudio si cura o no, pero en la práctica, está claro que su efecto es terapéutico. Disminuye la frecuencia cardiaca y la presión arterial, puede reducir la tensión muscular y participa en la secreción de endorfinas. Pero ninguno de estos beneficios es tan potente como el que nos cuenta Ignacio García, cofundador de la asociación Música en Vena. “Recuerdo el caso de un pequeño que nació con una malformación en el aparato digestivo. Llevaba 20 días sin succionar del pecho de su madre hasta que la voz de una cantaora flamenca lo encantó y poco a poco se agarró al pezón”. Música en Vena lleva más de 2.200 microconciertos en hospitales de Madrid ofrecidos por más de 6.000 músicos de distintos géneros. “El hospital avisa a los niños para que, los que puedan desplazarse, asistan a alguno de los conciertos del hospital. En la UCI pediátrica, los músicos van a pie de cama, y en Neonatología, a las incubadoras”. García comenta que el “feedback de los niños es muy rápido. Se animan en minutos con bulerías, boleros, voces de Disney, bossanova, etcétera”. Esta experiencia participa también en una investigación pionera en Europa, que estudia los efectos curativos de la música en directo.

4. Terapia con perros muy especiales

La asistencia con animales no consiste en llevar una mascota al hospital. Se trata de una terapia diseñada previamente por una psicóloga y una terapeuta ocupacional, “con un apoyo motivador, que es el perro”, señala Sandra Marín, de la asociación Psicoanimal. “Este es el trío que funciona acorde a las necesidades del niño y el bienestar del perro”, dice. Junto a la cátedra Animales y Sociedad, de la Universidad Rey Juan Carlos, lleva a cabo el programa Huellas de colores”, en el hospital 12 de octubre, de Madrid. Zenit es un perro labrador sociable y afectuoso, que visita todos los miércoles a dos o tres niños ingresados. “Dentro de una terapia, Zenit es un estímulo multisensorial, que cataliza emociones positivas y se comunica intuitivamente”, detalla Sandra.

En lo que va de año, “se observa que existe una gran reducción de la percepción del dolor, del miedo y de la ansiedad, tres pilares de la recuperación”, explica la directora de la cátedra Núria Máximo. Y los niños quieren repetir. “Una encuesta desvela que el 97% de pacientes (y familiares) quieren mantener el programa”, asegura. La terapia puede servir para activar la motricidad de los niños o “en los casos de mucho dolor, se usa la técnica del perro manta: el animal se sube a la cama y se va supervisando el control postural del niño”, explica la catedrática. “Al acariciar al perro, los niños piensan en otra cosa y reducen la tensión muscular”.

5. Bibliotecas a pie de cama

Jose Lorenzo Jiménez, jefe del servicio de bibliotecas de Castilla y León, dice que “abrir un libro sumerge a los niños en diferentes historias hasta olvidarnos de la propia y descubren cosas de sí mismos a través de personajes y textos. Por eso, la lectura puede ser el mejor refugio”. Estas palabras resumen las razones para implantar una extensión bibliotecaria en el hospital. “Lecturas pacientes” es un proyecto piloto de la Biblioteca de Castilla y León y elHospital Clínico Universitario de Valladolid, a través del cual se pretende acercar el libro a los niños. La biblioteca proporciona libros amenos, manejables, ligeros, ilustrados, novelas y cómics para el público infantil del hospital. Con unos carritos especiales, los voluntarios van repartiéndolos de una planta a otra. “Una biblioteca de pacientes entretiene, disminuye la sensación de soledad, distrae, pone en contacto con el mundo más allá de la habitación, mejora el humor y dispone mejor ante la enfermedad”, sostiene Jose.

6. Superhéroes que rescatan la quimio

El servicio de Pediatría del Hospital Universitario de Sant Joan d’Alacant es uno de los receptores de una donación de cajas impresas en 3D y decoradas con superhéroes para cubrir las bolsas de quimioterapia. Así pueden decir a los niños que llevan una fórmula secreta para hacerlos más fuertes. El movimiento “Chemobox” surgió en redes sociales y hoy ha generado un gran equipo de apoyo de casi 400 makers, que trabajan desinteresadamente en ello. Pepo Jiménez, creador de la primera caja y coordinador del grupo Google, dice que el proyecto es colectivo: “No hay una jerarquía vertical ni piramidal sino pequeñas células por España, que resuelven los requerimientos que cada hospital”. A esta comunidad pertenece también Estíbaliz Martínez, una joven alicantina cuyo objetivo es “que cada niño se sienta un superhéroe”, indica. Jiménez nos adelanta que el próximo paso es crear una web para que las familias diseñen a medida y puedan pedir su caja gratis.

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