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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ponernos de acuerdo para salvar el planeta

Esta semana se reúnen en Lima y en el Amazonas 300 líderes nacionales e internacionales del sector de materias primas para buscar una solución a los retos más urgentes de nuestro tiempo

Tina Rataj-Berard (Unsplash)
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La evidencia científica es indiscutible: la actividad humana está acabando con la vida en el planeta con una rapidez sin precedentes en la historia. La mitad de los animales que vivieron en la Tierra han desaparecido, y un millón de especies están actualmente en peligro de extinción.

Según el último informe de la Plataforma Intergubernamental sobre la Biodiversidad y los Servicios Ecosistémicos (IPBES), presentado la semana pasada en París, la destrucción de biodiversidad y ecosistemas provocada por la actividad humana ha crecido tan implacablemente que representa una amenaza tan seria para la población mundial como la del cambio climático. Estamos atentando contra los mismos cimientos de nuestras economías, fuentes de riqueza, alimentación, salud y bienestar, como si en ello no nos fuera la vida.

Esta noticia llega solo meses después de aquel Informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) que avisaba sin contemplaciones de lo que podría suceder si no se consigue limitar el aumento de las temperaturas a un 1,5 °C en lugar de 2°C para 2100. Uno no puede evitar preguntarse cuánto queda para que este tipo de predicciones dejen de ser noticia. Y lo más preocupante: si ahora que todavía tenemos la capacidad de sorprendernos con estos titulares no encontramos la voluntad para actuar, es difícil conservar la esperanza para cuando la idea de un futuro distópico nos deje de asustar.

¿Ha sido nuestra responsabilidad? El informe señala como el factor número uno desencadenante del drama el cambio en los usos de la tierra y el mar. No resulta sorprendente: la producción agrícola, gran responsable de la deforestación y la emisión de gases de efecto invernadero, ha crecido en un 300% desde 1970, mientras que al mismo tiempo la degradación de la tierra ha reducido la productividad de hasta una cuarta parte de la superficie terrestre. Sumado a que la población mundial continua en crecimiento y la demanda de producción es cada vez mayor, ¿qué solución nos queda para conservar los bosques? La ciencia ha hablado alto y claro. ¿Ahora qué?

Reducir la deforestación, restaurar los bosques, humedales y otros ecosistemas clave podría contribuir en más de una tercera parte a los esfuerzos necesarios para reducir el calentamiento global y frenar la drástica pérdida de biodiversidad que sufre el planeta. Pero un cambio real en la forma en la que producimos nuestra comida solo es posible a través de la acción combinada de una multitud de actores que están interconectados en el sistema.

La ciencia ha hablado alto y claro. ¿Ahora qué?

Pongamos por ejemplo el Amazonas. Este importantísimo sistema recorre nueve países en la región latinoamericana, se extiende por más de siete millones de kilómetros cuadrados y es el hogar de más de 33 millones de personas, incluyendo 385 pueblos indígenas, algunos en aislamiento voluntario. Con un engranaje tan amplio e interconectado de actores, en cadenas de valor increíblemente complejas y dinámicas, resulta impensable intentar frenar la deforestación sin la participación y compromiso de todas las partes involucradas.

La apuesta del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) es inequívoca: ponernos de acuerdo para salvar el planeta. El Programa Green Commodities lleva diez años trabajando por romper barreras y construir diálogos constructivos entre los diversos actores de la cadena de valor para encontrar formas más sostenibles y eficientes de producir, que no solo protejan los bosques y ecosistemas terrestres, sino que además brinden oportunidades de desarrollo a las personas que los habitan.

El nuestro es un enfoque holístico en el que la voluntad política desempeña un papel vital: apostamos la creación e implementación de regulaciones de protección medioambiental que también contribuyan al desarrollo económico de los países. Buscamos la colaboración público-privada y trabajamos mano a mano con las autoridades nacionales de los principales países productores de materias primas para acompañarles en sus esfuerzos por cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible y las contribuciones previstas y determinadas a nivel nacional. Creemos firmemente (y la ciencia nos apoya) que la única forma de avanzar es una transformación sistémica del sector a través de una colaboración democrática, inclusiva y multisectorial.

Sin esta colaboración, podemos estar seguros de llegar tarde a las crisis globales que nos amenazan. Es cierto que de forma independiente, las ONG, el sector público, los gobiernos, y el sector privado están desempeñando por sí solos un papel muy relevante en esta lucha. 450 empresas privadas han asumido casi 800 compromisos antideforestación durante los últimos años, pues el sector privado empieza a ser muy consciente de que existe un fuerte argumento económico para salvar el planeta. El cambio climático podría costarle cerca de 1,2 trillones de dólares a nivel global en los próximos 15 años, según el último análisis de ONU Medioambiente.

Pero a pesar de las buenas intenciones, los retos de implementación persisten. Los resultados son mínimos. Más de 3,6 millones de hectáreas (¡el tamaño de Bélgica!) de bosques han desaparecido solo en 2018. La realidad es que el cambio nunca podrá realizarse por separado. Cuando el sistema de producción del sector primario está tan interconectado es tremendamente difícil que los compromisos antideforestación individuales, realizados en silos, puedan tener el impacto necesario o lograr la transformación sistémica que las circunstancias exigen.

Precisamente la Conferencia Good Growth que celebramos esta semana en Perú busca esa colaboración al reunir representantes de todos los sectores: público y privado, académico, sociedad civil y comunidades rurales e indígenas para compartir experiencias, encontrar nuevas soluciones y fortalecer una respuesta conjunta a los problemas más apremiantes a los que nos hemos enfrentado nunca. Solo nos quedan unos años para cambiar el rumbo. Pero antes de ponernos en marcha, pongámonos de acuerdo.

Andrew Bovarnick es experto economista ambiental y director global del Programa Green Commodities del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

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