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Ramadán

Tras la ‘noche de la duda’, se abre el ayuno sagrado

Comienza el Ramadán en todo el mundo musulmán. Contamos cómo se vive en Saint Louis (Senegal), donde sus habitantes aprovechan este mes para fortalecer la convivencia

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“Dewenetti, wooral ak jamm”, se escuchaba a las orillas del río Senegal a su paso por la ciudad de Saint Louis entre los miembros de la comunidad pesquera de Guet Ndar, que afirmaban haber visto una incipiente luna sobre las 19.50 de ayer domingo. Con esta frase, que significa en wolof algo como “ayuna en paz”, se felicita el comienzo de esta celebración sagrada y uno de los cinco pilares del Islam.

De poco valieron las informaciones vertidas por los astrónomos senegaleses desde hace semanas a propósito de los horarios concretos y posición de los elementos del sistema solar para el 5 de mayo: la mayoría de la gente esperaba ver con sus propios ojos la frágil silueta de la luna o las indicaciones de su marabú para comenzar el mes sagrado del Ramadán, el noveno en el calendario lunar seguido por la comunidad musulmana de todo el mundo.

Y el domingo no llegó: la Comisión Nacional de Concertación sobre la Luna Creciente, asamblea compuesta por representantes religiosos en todo el país, no confirmó la observación del astro en “ningún lugar del territorio”. Se desmarcó así de la fecha de comienzo del mes sagrado en Oriente, Europa, Magreb y de algunos países de la subregión como Malí. Se conoce como noche de la duda: el tiempo de aparición en el cielo y la claridad de la primera luna del mes es tan escasa (apenas un 1% de luminosidad) que sin buenas condiciones meteorológicas es imposible percibirla. Como viene siendo una tradición, algunas comunidades se desmarcaron de las informaciones oficiales y sí comenzaron el lunes, aunque oficialmente arranca el martes: Senegal vivirá así dos comienzos de Ramadán y dos fiestas finales.

Los chants o cantos religiosos empezaron a sonar en móviles y radios ya desde el viernes de la semana pasada. Se diría que los saintlouisiens tenían ya ganas de comenzar su periodo de vigilia, o que necesitaban unos días de transición entre el frenesí de las bandas sonoras habituales de los jóvenes y la espiritualidad y austeridad necesaria para encarar el mes del ayuno.

Se estima por ejemplo que el consumo de azúcar aumenta entre un 20% y 30% en esta época

“No se puede cambiar de rutina drásticamente, hace falta una preparación psicológica, un reencuentro con uno mismo y sus fortalezas y convicciones más profundas para poder afrontar este mes”, dice Modou, uno de los jóvenes que escucha en bucle los cantos de alabanzas a Allah. En la ciudad de Saint Louis, como en el resto de Senegal, el Ramadán se conoce como Koor gui en lengua local (wolof) y lo practica aproximadamente un 95% de la población, declarada musulmana (un 3,7% practica la religión cristiana, según las estadísticas nacionales).

En los 29 días que dura el mes no solo se deja de comer y beber en las horas en las que está el sol en el cielo, sino que requiere un trabajo de introspección en la fe y solidaridad con los demás. “Lo que más me gusta es el espíritu comunitario que se vive: hay gente que sale a las calles a la hora de cortar el ayuno para dar café y dátiles a las personas que se encuentran por azar fueras de sus hogares”, comenta Amadou Mbaye, joven trabajador de Rufisque pero residente en Saint Louis.

Ousseynou de 28 años se fue de excursión con su novia el sábado, dos días antes del comienzo del ayuno. Aprovecharon para hablar, reírse, escuchar música y darse algún que otro beso discretamente. Durante los próximos días, este tipo de manifestaciones entre enamorados estarán prohibidas incluyendo, para los más estrictos en las interpretaciones coránicas, los saludos con contacto a personas del otro sexo, o los roces y caricias entre parejas. La noche aliviará a aquellas que estén casadas, pues solo están permitidas las relaciones sexuales cuando cae el sol y en el marco del matrimonio. “Lo más difícil no es el hambre o la sed —explica Fatou Ndiaye—, es controlar la cabeza y evitar esperar a que el sol se mueva hasta desaparecer. Lo mejor es tener algo que hacer para no sufrir demasiado”.

“Los primeros días son por unanimidad los más difíciles, con los cambios de hábitos, después uno se hace a la rutina y el cuerpo se adapta”, explica Mbaye. Antes de las cinco y media de la mañana, con el rezo del fajr se hará la última comida del día, normalmente, un café con leche y algo de pan, a modo de desayuno, y mucha agua. “No es fácil controlar cómo comer o beber durante el Ramadán: hay que hacerlo despacio, para que no te duela la barriga, pero tampoco dejar de hacerlo porque te sientas mal, ya que después pasarán muchas horas hasta que puedas volver a ingerir algo: el reto es ser constante”, comenta un joven albañil de 22 años.

Los mercados bullen desde las once de la mañana hasta las cinco o un poco más tarde. Son sobre todo las mujeres las que compran y venden verduras, frutas, carne o pescado. El pan se agota rápidamente, como también los dátiles traídos del norte del continente. Las ventas se incrementan en cantidad, pero también en calidad: “La gente quiere comer buenos pescados en esta época, y eso encarece el precio”, dice un joven de un barrio de pescadores de Saint Louis. Durante las semanas previas, el Gobierno controla que haya cantidad suficiente de alimentos básicos y también pacta con los comerciantes los precios para mantener la accesibilidad. Según datos de años anteriores se estima por ejemplo que el consumo de azúcar aumenta entre un 20% y 30% en esta época.

En la ciudad de Saint Louis, el Ramadán lo practica aproximadamente un 95% de la población

Khady Diagne, mujer que roza la sesentena, cree que el ayuno es bueno para el cuerpo. Ella, como muchas personas en el país, sufre de diabetes y su dieta debe amoldarse en este mes. Esto lo saben las casas comerciales que venden productos específicos en estas fechas y aprovechan para hacer promociones especiales Ramadán, dado el aumento del presupuesto para comida en muchas familias. También la televisión se vuelca en este periodo ofreciendo, además de programas de cocina, nuevos productos como pequeños números de teatro hechos para la ocasión que comparten parrilla con conferencias y cantos religiosos. Incluso artistas convencionales sacan sus temas más melódicos y con referencias a Dios especialmente concebidos para este tiempo más introspectivo, como este clip de los raperos de Xpress o de la reina del mbalax Aida Samb.

Sobre las 18.30 empieza el alboroto. Tras el ritmo calmado de la jornada, la gente se apresura a volver a casa apurando los preparativos logísticos del momento más importante del día. La familia se reúne en los minutos previos al rezo del timiss, en torno a las 19.20, que marca el final del ayuno.

El ndogou, como se dice en wolof, es un momento familiar. Los niños son los primeros en recibir comida y tras ellos, las personas adultas. La ruptura se suele hacer con bebida caliente (un café especiado conocido como café Touba o una infusión de kinkeliba) y dátiles. Se acompaña con pan y mantequilla o queso, según las posibilidades de cada familia. Se reza. Se calla, pues el día ha sido duro, y pronto el estómago procesa lo digerido y pide un poco más. Es el momento del plato fuerte del día. El habitual ceebujen (arroz con pescado) se intercala en muchas casas con otros más elaborados y festivos que pueden incluir algo de carne, pero que generalmente mantienen de base el pescado.

Más distendidos vuelven a rezar, y vienen los tés (ataya), los zumos de hibisco (bissap) o de jengibre y la conversación. “Es un momento en el que creo que la mayoría de la gente hace esfuerzos por ser mejor persona, pasar tiempo con la familia y amigos y pedir perdón”, explica Mbaye. Las noches se alargan entre comidas ligeras y bebidas que ayuden a soportar la siguiente jornada. En Saint Louis es habitual ver gente corriendo y grupos de amigos haciendo deporte tras la cena. Es un cambio de ritmo que afecta también en lo laboral, y empresas y comercios adaptan sus horarios a las vicisitudes del periodo, propiciando jornada continua desde las 10.00 hasta alrededor de las 16.00.

Todo musulmán está llamado a seguir estas consignas hasta el Aid El Firt o fiesta de la Korité, como se conoce en Senegal, que marcará el final del mes, el próximo 4 de junio. Todas, excepto aquellas personas enfermas, mujeres lactantes o con el periodo, que podrán comer y beber y compensar esos días más tarde en el año. “La mayoría de la gente no quiere dejar de ayunar, porque es más fácil hacerlo en colectivo que después, un día cualquiera, en solitario”, explica Pape Sarr, hombre de unos cuarenta años. El Ramadán se convierte en un gran periodo para hacer comunidad.

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El espíritu de la solidaridad

El Sukaru Koor (traducido como el azúcar del Ramadán) es una tradición que consiste en regalar un lote de alimentos para cortar el ayuno a los miembros mayores de la familia o vecinos con alguna dificultad. Suele estar compuesto de leche en polvo o merengada, café, dátiles, mantequilla, chocolate, azúcar, queso y otros.

El Murum Koor (complemento del Ramadán) es una práctica en la que el jefe de familia debe saldar las posibles faltas a los preceptos del mes sagrado de todas las personas bajo su responsabilidad haciendo un acto de solidaridad con las familias con menos recursos de su entorno. Esta donación es cuantificable: unos dos kilos de arroz por miembro de la familia, o la cantidad económica correspondiente, y que se debe de entregar antes del último día del Ramadán con el fin de que nadie pase dificultades durante tan importantes fechas.

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