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Coordinado por Lola Huete Machado
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Nueva familia para los exmenores esclavos

El centro de Mensajeros de la Paz en Cotonú acoge a niños y niñas víctimas de tráfico y trabaja para prevenir futuros casos

Niñas y niños del Centro de la alegría infantil, en Cotonú, Benín, regentado por Mensajeros de la Paz.
Niñas y niños del Centro de la alegría infantil, en Cotonú, Benín, regentado por Mensajeros de la Paz.Chema Caballero

Es sábado, y las niñas y niños del Centro de la alegría infantil, en Cotonú, Benín, bailan al son de la música que un compañero hace brotar de un tambor. La acompañan con cantos y palmas. Descalzos, con los cuerpos y caras decorados con pintura blanca gozan de la fiesta. Más tarde, pasan al interior del edificio y pintan y colorean en una estancia decorada con personajes de dibujos animados. Mientras, la cocina despide olores de comida rica. Se respira paz y alegría, no por nada, el recinto se encuentra en el barrio de Fidjrossé, que en fon significa “este lugar le gusta a mi alma” en referencia a la tranquilidad del lugar.

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Sin embargo, los 16 niños y niñas que en este momento habitan el edificio están unidos por un pasado reciente común. Todos han sido esclavos, vendidos por sus padres, engañados por los traficantes, o son víctimas de una situación de pobreza extrema. Quizás estas realidades sean las primeras que vengan a la mente del lector cuando se nombra este pequeño país africano.Hay 152 millones de menores esclavos en el mundo y 72 de ellos están en África subsahariana. Los niños y las niñas son vendidos o secuestrados para trabajar como siervos en casas, en granjas y plantaciones, en minas y canteras, en los mercados o son explotados sexualmente o utilizados como soldados, como afirma la Organización Internacional del Trabajo (OIT). También son víctimas de las mafias que trafican con órganos o para sacrificios humanos. Práctica esta última muy presente en toda África occidental pero de manera muy especial en Nigeria.

Miles de menores son traficados todos los años en África occidental, muchos de ellos son vendidos por sus propias familias por alrededor de 30 euros y, en algunas ocasiones, con la promesa de que sus vidas mejoraran al aprender un oficio. Pero la realidad es que estos niños y niñas son destinados a una vida de esclavitud, sometidos a todo tipo de abusos y vejaciones, obligados a trabajar de la mañana a la noche, lejos de sus familias y de sus países. Al no conocer la lengua del lugar, al no tener lazos ni relación con nadie de allí, se encuentran totalmente desprotegidos. Benín junto con, sus vecinos, Togo, Gabón, Burkina Faso o Nigeria son algunos de los países que concentran mayor número de niños esclavos.

Este fenómeno se conoce en Benín con el nombre de Vidomegon, que en lengua fon significa ‘chica al lado de alguien’. No es algo deseado por las familias, pero a veces la pobreza, la falta de educación, la desestructuración familiar, los conflictos y la inestabilidad, la impunidad de la que gozan los traficantes, la escasez de medios de las autoridades, la falta de inscripción en los registros civiles o factores culturales como que a los niños y niñas no se les considere sujetos con derecho, facilitan esta actividad.

Los trabajadores recopilan la mayor información posible sobre el origen y la historia de los menores con la idea de localizar a la familia

Es por eso por lo que la ONG española Mensajeros de la Paz decidió iniciar un proyecto integral de prevención y ayuda a estos menores. El Centro de la alegría infantil, con capacidad para 40 niñas y niños, ha acogido a alrededor de 630 desde su apertura en 2001. El objetivo es que estos pequeños regresen con sus familias y por tanto, que no se eternicen en las facilidades de la organización, aunque este ideal no es siempre fácil de cumplir.

“Trabajamos con la policía, con los jueces, el Ministerio de la Familia y el de Asuntos Exteriores, cuando hay que repatriar a algún menor que se encuentra en otro país. También con el Ayuntamiento de Cotonú. Necesitamos la colaboración de todas las instituciones para prevenir que se continúe con el secuestro o venta de niños y para encontrar soluciones definitivas para aquellos que han sido víctimas de este crimen”, explica Florent Rama Yao Koudoro, director de los proyectos de Mensajeros de la Paz en Benín.

Niños del Centro de la alegría infantil de Mensajeros de la Paz.
Niños del Centro de la alegría infantil de Mensajeros de la Paz.Chema Caballero

Una vez que los menores llegan al centro, los trabajadores de Mensajeros de la Paz recopilan la mayor información posible sobre su origen y su historia, con la idea de localizar a la familia. Luego intentan solucionar la problemática que hay detrás de la situación en la que se encuentra el niño o la niña con el fin de facilitar su reunificación familiar. No todos los casos tienen un final tan feliz. A veces no es posible la reunificación; en ese caso, el niño o niña permanece en el centro hasta cumplir los 12 años, cuando es trasladado a otro donde continuará su formación hasta ser adulto.

Un programa de supervisión sigue a los menores que son reintegrados con sus familias para asegurarse de que todo funciona bien. Por todo el país se han creado redes comunitarias que desempeñan un papel fundamental en este proceso.

Pudiera parecer que un centro de solo 40 plazas es poco para la magnitud del problema que el tráfico de menores representa en Benín, pero “lo ideal es que este tipo de centros sean pequeños para reproducir lo máximo posible el ambiente familiar”, opina Paul Yasségoungbé experto en temas de infancia y consultor internacional. “La mayoría de las ONG que trabajan en el sector optan por los grandes centros y muchos de los niños que están en ellos no necesitan internamiento. Con un programa de seguimiento adecuado podrían estar en sus aldeas en un entorno más familiar, pero a los donantes no les gusta eso, quieren ver a muchos niños en los recintos que apoyan y poder hacerles fotos y decir que son niños esclavos, por eso proliferan los grandes centros”, continúa. Son instituciones que “no siguen los estándares y normas que deben seguir estas, algo contra lo que el Gobierno beninés intenta luchar, pero le faltan medios”, concluye.

Lo ideal es que este tipo de centros sean pequeños para reproducir lo máximo posible el ambiente familiar

Dentro del programa de prevención, Mensajeros de la Paz sensibiliza a la población beninesa, especialmente a la que habita en zonas rurales, y hace especial hincapié en el conocimiento de los derechos del niño, las leyes nacionales al respecto y la promoción de las responsabilidades parentales.

Igualmente ha adquirido un terreno, junto al centro de Fidjrossé, para construir una escuela donde impartir cursos acelerados a los niños mayores de 10 años que aprenden un oficio. Los menores acudirán a clase cuatro horas al día y luego podrán seguir con su aprendizaje. Por las tardes, se ofrecerán clases para los jóvenes que conducen los mototaxis, o zémidjan como normalmente se les conoce en Benín. Los que se apunten a ellas aprenderán el código de circulación, alfabetización y buena conducta. Por la noche, el centro se dedicará a la alfabetización del barrio. “Es la forma de abrir las instalaciones al entorno”, comenta Koudoro, “y de crear cómplices que nos ayuden a luchar contra el tráfico de niñas y niños”.

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