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Columna
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Populismos

¿Cuál es la auténtica demostración de fuerza de ese nuevo bloque de poder que agrupa a las derechas? ¿Tendrá réplica más allá de Andalucía?

Máriam Martínez-Bascuñán
Diego Mir

Lo peor de una oposición que vive del estado de agitación permanente es que deja de hacer el papel institucional que le corresponde: fiscalizar al Gobierno. Las democracias liberales están llenas de controles y contrapesos institucionales. Que la oposición contribuya a hacerlos irrelevantes introduce una disfunción preocupante en nuestro sistema. Cs y PP pretenden llevar a la calle una función que corresponde a las cámaras representativas, y hacerlo además en compañía de Vox, reconociendo así su propia impotencia política. Porque, al igual que los pésimos oradores suplen su incompetencia argumental con insultos y emociones, los malos representantes disfrazan su inoperancia política con la calle.

Es ahí, a la calle, donde Casado quiere llevar su moción de censura. En un acto de comunión con “el pueblo”, traslada a la plaza de Colón uno de los principales instrumentos constitucionales de control al Gobierno, mientras Abascal llama okupa a un presidente que legítimamente utilizó dicha herramienta en sede parlamentaria. ¿Qué es lo que se pretende con este momento populista al que también se ha sumado Rivera? Porque, que todas las derechas manifiesten su existencia irrumpiendo en el espacio madrileño de Colón, congregadas en una asamblea que explicitaría su dimensión popular como condición de legitimidad, es sin duda un acontecimiento políticamente significativo.

Esa actuación orquestada, junto a una cobertura mediática perfectamente dirigida, busca transmitir que allí se congrega “el pueblo”, por supuesto el auténtico, y su aparición pública es prueba de su existencia. El pueblo sería, así, quien se autoconstituye públicamente, definiéndose e imponiendo un “nosotros” unívoco. La presencia de Abascal abre, además, turbadores interrogantes: ¿se puede ser español si se tiene una familia distinta, si no pones un belén en Navidad o no te gusta el flamenco? ¿Quiénes cuentan como pueblo en esa plaza reunida? ¿Cuál es la auténtica demostración de fuerza de ese nuevo bloque de poder que agrupa a las derechas? ¿Tendrá réplica más allá de Andalucía?

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Estas preguntas son inseparables de la misma noción de democracia, pues lo que está en juego en esa asamblea que se arroga el derecho a representar al pueblo es si lo hace en aras de una democracia más incluyente, sustantiva e igualitaria —siguiendo, en fin, las directrices de nuestro núcleo constitucional— o, por el contrario, lo hace desde una aproximación nacional-católica. Es obvio que Casado ya ha claudicado, viendo los criterios de inclusión que maneja. Pero, ¿qué pinta Rivera en todo esto? ¿Tu quoque, Albert? Parece que Cs no es, después de todo, lo que nos habían vendido.

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