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‘The Masked Singer’: el programa que obsesiona a Estados Unidos y rompe las reglas del ‘show’ de talentos

¿Cuál era el giro que le faltaba al subgénero de poner a famosos a hacer cosas sobre un escenario? Disfrazarlos de forma exagerada y ridícula para que no sepamos quiénes son. El formato, de origen surcoreano, será adaptado en España

Nick Cannon, presentador del programa en Estados Unidos, junto a un gigante caniche rosa: una imagen de lo más normal en el formato.
Nick Cannon, presentador del programa en Estados Unidos, junto a un gigante caniche rosa: una imagen de lo más normal en el formato.Twitter (@MaskedSingerFOX)
Guillermo Alonso

Primero fue un panel de jueces dictaminando si una serie de personas anónimas podía o no cantar (Operación Triunfo, American Idol). Después, el jurado se dio la vuelta y tuvieron que decidir si otros anónimos valían o no sin ver su aspecto (La Voz). A la vez, los famosos saltaron del panel de jueces al escenario y se pusieron a bailar (Mira quién baila). Y, un poco más tarde, a cantar y bailar mientras imitaban a otros famosos (Tu cara me suena).

Más allá de lo visual, 'The Masked Singer' dinamita las bases de lo que nos habían contado que era un concurso de talento con celebridades. Los famosos están ahí, pero por primera vez no son sus rostros sino la ausencia de ellos lo que se convierte en el atractivo

Es posible que hubiese un siguiente paso natural en la evolución del formato talent con celebridades incluidas, pero lo que ocurrió para llevarnos al programa del que hablamos hoy no fue natural: parece, más bien, la ocurrencia de un grupo de ejecutivos de televisión tras beberse diez botellas de vino: ¿y si ponemos a un montón de famosos a cantar con disfraces coloridos, alucinantes y absurdos y no decimos ni al jurado ni al público quiénes son?

La idea de The Masked Singer (El cantante enmascarado, que emite FOX en EE. UU.), como casi todas las cosas extremas que hemos visto en la pantalla, llegó de oriente. Allí, King of Mask Singer (El cantante rey de las máscaras) se estrenó en 2015 y se convirtió en un fenómeno en Corea del Sur: todos los lunes, el público comentaba asombrado el espectáculo casi enteogénico al que había acudido el día anterior ante el televisor. Porque este formato tiene muchos puntos reseñables, pero lo visual se lleva la palma.

Uno de los concursantes lleva un curioso traje que mezcla un unicornio, una momia y una novia.

La mecánica es la siguiente: una serie de famosos canta y bailan ante un jurado para ser elegidos como el mejor cantante de todos. La peculiaridad es que el público no sabe quiénes son esos famosos. El jurado, tampoco. Elaborados y gigantes disfraces hacen que no podamos ver su rostro o intuir partes relevantes de su cuerpo. En este programa, toda la apuesta va al histrionismo visual.

En The Masked Singer, la adaptación que actualmente triunfa en Estados Unidos, hay un monstruo gigante de un solo ojo, un ciervo con uniforme de cuero y gigantescos cuernos, una especie de unicornio vestido de novia, un león dorado que parece el decorado de un centro comercial de lujo en Dubai, un caniche hembra con el pelo rosa y un alienígena a medio camino entre el colorismo pop de los sesenta y la torpeza low cost de una película de Ed Wood.

El famoso que hay debajo de la máscara solo es descubierto una vez es eliminado. Mientras, dan ciertas pistas al jurado (siempre con un filtro que altera su voz, para que no sean reconocidos cuando no están cantando) y consiguen que el concurso tome una vida propia fuera del plató: en las redes sociales, millones de espectadores hacen sus cábalas sobre quien es quién. “¿Es el alienígena Gladys Knight?”, se pregunta la web TVLine. "Rumer Willis (la hija de Demi Moore y Bruce Willis) niega que ella sea el león", dice People. “¿Es La Toya Jackson el marciano?”, ha publicado la web de entretenimiento Heavy.

"Seguro que el unicornio es una Kardashian, ¿pero cuál?", comenta un usuario de Twitter.

En las redes sociales, los usuarios son mucho más optimistas con los nombres: ¿Es Neil Diamond quien está debajo del disfraz del gallo? ¿Es Tom Jones? ¿Es Hugh Jackman? ¿Es Zac Efron? La idea es tan tonta como brillante: ocultando a las celebridades hasta que son expulsadas consiguen que el interés del público no se desgaste durante las emisiones y por primera vez mezcla el formato de talentos con un misterio propio de Agatha Christie.

Fremantle (que produce Got Talent para Telecinco), según ha anunciado el portal FormulaTV, ya ha adquirido el formato para adaptarlo en España. Un país que también exporta: Tu cara me suena existe ya en más de cuarenta países. Ambos comparten la apuesta por la imagen impactante, o sea, por la posibilidad de enganchar al espectador desde el segundo cero del zapping. Pero también de jugar con algo mucho más atávico: con el modo en que disfrutamos viendo a gente rica y famosa hacer el ridículo.

Por otro lado, programas como The Masked Singer podrían anunciar la muerte del concurso de talentos tal y como los conocemos. Formatos como La Voz o Got Talent gozan de buena salud en cuanto a audiencias, pero llama la atención que ninguno de ellos haya logrado crear una estrella perdurable, algo que sí consiguió en su día Operación Triunfo. La competición de talento anónimo se ha quedado como un espectáculo televisivo que empieza y acaba ahí, en la televisión. Era cuestión de tiempo que el concepto se pervirtiese y parodiase. Tu cara me suena ya lo hace en cierto modo: ¿unos famosos juzgando a otros famosos que imitan a otros famosos, a veces (en un triple salto mortal) a los propios famosos que los están juzgando? ¿Y todo ello sin tener claro todavía si el programa es un talent, una parodia o un homenaje?

Ante esas preguntas, solo una respuesta: Tu cara me suena es divertidísimo, visualmente delicioso y sirve para enganchar al espectador desde el minuto uno y dejar para la posteridad vídeos que alcanzan en las redes sociales y plataformas de streaming millones de reproducciones, un hito para un programa español.

The Masked Singer eleva la apuesta por lo visual: un caniche rosa gigante sentado en un columpio que ejecuta una más que respetable interpretación de Time after time, el clásico de Cyndi Lauper, debe de ser algo parecido a lo que experimentó Albert Hofmann aquel viernes en el que descubrió por casualidad los efectos del LSD. Atención:

Pero más allá de lo visual, The Masked Singer también dinamita las bases de lo que nos habían contado que era un concurso de talento con famosos. Las celebridades están ahí, pero por primera vez no son sus rostros sino la ausencia de ellos lo que se convierte en el atractivo del formato. Por primera vez, el jurado no es un tótem de opinión firme sobre ética y estética sino cuatro personas despistadas que no entienden a lo que se enfrentan y miran alucinados hacia todos lados haciéndose preguntas en alto. Por primera vez, el emperador se muestra verdaderamente desnudo y el destino de esos famosos que un día triunfaron por un motivo un otro no está narrado con ningún tipo de épica grandilocuente ni historia de superación: son, a secas, famosos que han terminado con disfraces absurdos en un programa de televisión mientras la gente se pregunta quiénes son.

The Masked Singer deja decenas de imágenes memorables y no todas ellas son físicas: las más poderosas se crean en nuestra cabeza y nos hacen preguntarnos cuánto dura la fama y si alguien reconocerá en diez años a los ídolos de hoy. Eso sí, las escenas que ilustran todo esto se han convertido desde ya en oro para los memes de Tumblr e Instagram que podemos ver en nuestras tabletas, portátiles, móviles y relojes. Nada asegura más perdurabilidad en la era del Internet de las cosas. Pero las cosas –¡resulta!– éramos nosotros.

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Sobre la firma

Guillermo Alonso
Editor web de ICON. Ha trabajado en Vanity Fair y Telecinco. Ha publicado las novelas ‘Vivan los hombres cabales’ y ‘Muestras privadas de afecto’, el libro de relatos ‘La lengua entre los dientes’ y el ensayo ‘Michael Jackson. Música de luz, vida de sombras’. Su podcast ‘Arsénico Caviar’ ganó el Ondas Global del Podcast 2023 a mejor conversacional.

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