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Columna
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La política del apocalipsis

El Gobierno de Bolsonaro se perfila como un capitalismo mesiánico, para abarcar todas las combinaciones ideológicas

Eliane Brum
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro.
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro.EVARISTO SA (AFP)

En la investidura del ultraderechista Jair Messias Bolsonaro algunas banderas de Israel ondeaban en manos de electores evangélicos. Días después, la nueva ministra de Mujer, Familia y Derechos Humanos, la evangélica Damares Alves, anunció en vídeo una “nueva era” para Brasil: “Los niños visten de azul y las niñas, de rosa”. Detrás de ella también ondeaba una bandera de Israel. Formaba parte del mensaje de la ministra, que ya ha dicho que el lugar de las mujeres es en casa.

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El Gobierno de Bolsonaro, que acaba de cumplir dos semanas en el poder, se perfila como un capitalismo mesiánico, para abarcar todas las combinaciones ideológicas. De un lado, está Paulo Guedes, considerado excesivamente liberal incluso por los liberales, comandando el superministerio de Economía con sus Chicago boys. Cerca está el poderoso Ministerio de Agricultura, dominado por la agroindustria, que tiene como principal misión abrir las tierras públicas y protegidas de la selva amazónica a la explotación privada y comercial.

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Un tercio del Gobierno puede llevar uniforme: hay siete militares en el primer escalón, además del portavoz y del vicepresidente. Está también el ministro de Justicia, el juez Sergio Moro, que va disfrazado de superhéroe de la Operación Lava Jato. Y están los ministros que deben conducir la “nueva era”, como el canciller Ernesto Araújo, ideólogo del Gobierno, y figuras como Damares Alves, que encarnan el mantra de la campaña: “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos”.

Bolsonaro salió elegido con la mayoría de los votos de los evangélicos, especialmente los neopentecostales, la rama que más crece en Brasil. El nuevo Congreso tiene 91 parlamentarios de esta religión. La mayoría hace una interpretación literal de la Biblia, con los judíos como el pueblo elegido que al final aceptaría al Mesías como salvador, y Jerusalén como el escenario del Armagedón, donde solo los “verdaderos creyentes” se salvarían. Antes de la campaña, Bolsonaro fue bautizado en el Jordán. Esta visión apocalíptica avergüenza a los judíos con más luces, pero sus líderes la manipulan con claros objetivos. El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, que asistió a la investidura de Bolsonaro, afirmó: “No tenemos mejores amigos en el mundo que la comunidad evangélica”.

Ya ha pasado el momento de ver esta vanguardia apocalíptica como algo peregrino. Desde el papel de los evangélicos en la elección de Donald Trump ha quedado claro que el fenómeno ha sido decisivo para moldear la geopolítica mundial. Bolsonaro ya ha anunciado que trasladará la Embajada a Jerusalén, ofendiendo al mundo árabe, uno de los socios comerciales más importantes de Brasil. Ver cómo el mesianismo apocalíptico se conciliará con los capitalistas ultraliberales en el Gobierno de la “nueva era” merece una audiencia global.

Traducción de Meritxell Almarza.

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