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Hanif Kureishi: el escritor favorito de una generación que leía sus libros como si fuesen discos de Bowie

Creó otro tipo de literatura poscolonial con poco más de 20 años. Superados los 60, presenta ‘Nada de nada’, un libro en el que aparece un personaje que podría ser él en versión joven y fracasada

Hanif Kureishi posa para ICON en el CCCB de Barcelona. El gesto se debe a que poco antes se había reunido con su hijo y este le dejó la cartera tiritando.
Hanif Kureishi posa para ICON en el CCCB de Barcelona. El gesto se debe a que poco antes se había reunido con su hijo y este le dejó la cartera tiritando.Pep Escoda

Ya ha cumplido los 63, de manera que Hanif Kureishi está en la fase en la que a un artista le aparecen retrospectivas, honores –es Comandante del Imperio Británico, menos que Paul McCartney, más que Kylie Minogue– y biógrafos. Ahora mismo, hay una estudiosa de su obra leyendo sus diarios de juventud con el fin de confeccionar una monografía. “Es muy académica, muy intelectual. Yo le digo que haga algo más rock and roll, pero siempre me está haciendo preguntas difíciles sobre el poscolonialismo y sobre mi relación con Proust. De todas formas, ya le he dicho que no voy a leer su libro”, explica.

El escritor pasó por Barcelona para presentar su última novela, Nada de nada (Anagrama), y de paso para recibir el sablazo de su hijo menor. “Está aquí con su novia. Me dijo que iba a estar demasiado ocupado para verme, pero ayer me hizo un hueco para pedirme dinero”. Los hijos son pequeños estafadores a los que toleramos, admite. También en la novela quería explorar la relación de un artista con alguien que ha venido a sacarle los cuartos, una experiencia que padeció cuando en 2012 su contable le sisó 180.000 libras (unos 200.000 euros).

El estafador de Nada de nada no busca solo dinero, también gloria y una mujer. Se trata de Eddie, un crítico de cine y buscavidas del Soho londinense que se inmiscuye en el matrimonio que forman Waldo, un cineasta anciano postrado en una silla de ruedas, y Zee, la mujer india a la que este sedujo en un rodaje y que le ha hecho la vida más fácil. Kureishi imagina a Eddie como su álter ego en una realidad paralela en la que no hubiera conocido el éxito temprano. “Me pregunto muchas veces si yo también hubiera acabado así, desesperado, buscándome la vida, debiendo dinero a la gente, relacionándome con personas que tienen más éxito que yo”.

“Podría haberme hecho llamar John Smith y desaparecer, pero no quería desaparecer, quería ser más yo mismo”

Nunca lo sabrá, porque conoce la fama desde los veintitantos, cuando escribió el guion de Mi hermosa lavandería (1985). Cinco años más tarde publicó su primera novela, El buda de los suburbios, y con ella inauguró lo que su biógrafa, la académica, llamaría otro tipo de narrativa poscolonial. Una con sexo y glam rock. Pero, ¿quién le abrió el mundo, quién le hizo pensar que los escritores podían ser gente como él, hijos de inglesa y paquistaní? Una mezcla de su propia ignorancia y arrogancia, cree.

“Del sistema de clases sí que era consciente, porque mi padre creció en la India colonial, en una familia de clase media alta, pero teniendo claro que el hombre blanco era el estándar de lo que un hombre debía ser. Los indios siempre eran inferiores. Luego llegaron los sesenta y eso cambió. Si eras John Lennon podías salir de Liverpool, ser artista, ir a Londres y luego a Nueva York…”. Su padre, funcionario y novelista frustrado, le dijo en varias ocasiones que él podría pasar por blanco.

Fue su madre quien insistió en dar a los hijos nombres como Hanif y Yasmin y hablarles de su identidad musulmana. “Podría haber optado por hacerme llamar John Smith y desaparecer, pero yo no quería desaparecer, quería ser más yo mismo. Y ya cuando empecé a escribir, con 14 o 15 años, me di cuenta de que eso era lo que tenía que escribir. Mi cara, mis amigos, mi calle. Si has visto Mi hermosa lavandería, esos chicos de la calle, los skinheads, eran la realidad de la vida en el sur de Londres. Eso no estaba en los libros y yo tenía que encontrar la manera de ponerlo sobre el papel”.

Superado ese escollo, el de la identidad, llega otro, al que se enfrenta todo escritor: cuánto se traiciona a los seres queridos. Hasta qué punto “todo es material”, como decía Nora Ephron. Para Kureishi, el dilema tienen una solución facilísima: si la frase es muy buena, se queda. “En Intimidad hay una frase horrible, pero era tan buena que tuve que dejarla”. La novela cuenta 24 horas en la vida de un hombre que se plantea dejar a su mujer y sus dos hijos por una amante, más o menos lo mismo que él hizo. La frase dice así: “Hay algunos polvos por los que un hombre dejaría que su mujer y sus hijos se ahogasen en el mar helado”.

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