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Las mujeres llevan vistosos pareos de colores ‘tober’, que realzan sus ya estilizadas figuras, mientras que los hombres se engalanan con las ‘galabiyas’, unas elegantes togas blancas, largas y holgadas, que suelen completar con bonetes y con turbantes también blancos. </p>
<p>En los caminitos y ‘calles’ del campo de refugiados, trazado con tiendas blancas y azules perfectamente alineadas, se vende de todo: los cigarrillos ‘Bringi’ (‘Benson’, para los más pudientes), ‘esnaf’ (un tabaco que se consume salivándolo), naranjas y tomates apilados en imposibles pirámides, zapatillas sin pareja, restos de vehículos, a trozos... Pero no deja de ser un campo de refugiados, preñado de historias hechas de jirones de piel y retazos de amargura.</p>
<p>Si eres mujer, o niña, peor incluso. Aventurarse a salir del perímetro del campo para buscar leña es exponerse a la violación, abuso, secuestro…</p>
<p>Cuando comprendes esto, no te ‘extraña’, demasiado, que una madre te ofrezca al bebé que tiene en brazos para que te lo lleves, donde sea, fuera, a España. 
Lo comprendes pero, cuando la madre refugiada insiste diciéndote que, cuando crezca el bebé, te limpiará tu casa, para siempre, te rompes un poco, por dentro. </p>
<p>A lo mejor el infierno no se puede gestionar.</p>
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Miradas a la infancia resiliente

Miguel Ángel Rodríguez, periodista y trabajador humanitario, ha viajado por todo el mundo emocionándose con la capacidad de supervivencia de los más pequeños

El País
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