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Columna
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María Dolores Cospedal o la política era esto

La ex secretaria general del PP nos ha contado que así estaban las cosas cuando ella se hizo cargo de la secretaría del partido. Y que, claro, su obligación era bailar al son de esa música

La exsecretaria general del PP María Dolores de Cospedal es preguntada por los periodistas, en los pasillos del Congreso.
La exsecretaria general del PP María Dolores de Cospedal es preguntada por los periodistas, en los pasillos del Congreso. FERNANDO VILLAR (EFE)

Las salvas sobre María Dolores de Cospedal, según fuentes jurídicas consultadas por este periódico, van a conocer un parón a partir de la última grabación difundida por Moncloa.com, en la cual Ignacio López del Hierro, pareja de la secretaria general —entonces, el 22 de julio de 2009, todavía no estaban casados— tiene la iniciativa de explicar al comisario José Villarejo que “su jefe está de acuerdo en que se desarrolle esa línea de actuación”. Se refiere a las operaciones encomendadas en relación al caso Gürtel el día anterior, 21 de julio de 2009, en el despacho de la secretaria general, en la planta séptima de Génova 13, donde también tenía su despacho Mariano Rajoy. Se infiere que “su jefe” es Rajoy.

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No se puede negar este hecho: Cospedal ha admitido que el contenido de las grabaciones difundidas es básicamente cierto. Les ha dado patente de veracidad. Porque siempre ha dicho, ya desde la solicitud a Villarejo de un informe sobre las actividades de Javier Arenas, entonces vicesecretario de Política Autonómica y Local del Partido Popular, que ella estaba “obligada” en su condición de secretaria general a desarrollar contactos como los que había mantenido con Villarejo.

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En el comunicado que difunde el lunes pasado, al renunciar al Comité Ejecutivo Nacional, vuelve a explicar esa posición.“Siempre lo hice pensando y sigo pensando que era mi obligación como secretaria general para tener toda la información posible acerca de los hechos que pudieran perjudicar a mi formación y en ese sentido actué, porque mi lucha contra la corrupción que pudiera afectar a mi partido ha sido siempre una prioridad en mi función como secretaria general”, señala.

Precisamente, este reconocimiento —el de que entre sus funciones estaba hacer este tipo de gestiones y contrataciones— pavimentaba el terreno para entender de que contaba con el respaldo de “su jefe”, como dice su pareja López del Hierro a Villarejo, sin que éste se lo pregunte. En otras palabras, Copedal nos viene a explicar que la política posee un lado oscuro y que una secretaria general tiene la obligación de remangarse. Problema: lo que Cospedal presenta como una preocupación por la corrupción que afectaba a su partido en realidad era una preocupación por ensayar una táctica defensiva para obstruir la labor de la justicia a través de un policía que practicaba la deslealtad profesional. Villarejo tenía acceso a informes por su condición de miembro adscrito a la Dirección Adjunta Operativa (DAO) de la Policía y comercializaba en el mercado esos conocimientos. Algunos chivatazos de Villarejo permitieron desbaratar operaciones de la Policía y de la Fiscalía Anticorrupción encaminadas a atrapar al PP.

La realidad es, por tanto, muy diferente a lo que sostiene Cospedal: ella participó en un esquema para burlar la acción judicial. Pero en ese lado oscuro hay, también, otro objetivo a considerar. Y es que Cospedal quería afirmar su control del partido. Y en aquellas fechas, un año después de conquistar el cetro de secretaria general, no las tenía todas consigo. Por no controlar, carecía de dominio nada menos que sobre la tesorería nacional del PP, que estaba en manos de un hombre fiel a Rajoy: Luis Bárcenas. Y tampoco su relación con el ex secretario general Arenas era la de otros tiempos. A ambos, que, por cierto, eran amigos, necesitaba apartarlos. Y la imputación de Bárcenas en Gürtel —no por la fabulosa fortuna de 48,2 millones de euros que entonces acumulaba en Suiza, cosa que no era conocida ni mucho menos pública en 2009— fue esa ocasión. Y Villarejo, hábil manipulador, supo excitar sus peores instintos.

Javier de la Rosa, Mario Conde, Villarejo, y muchos otros, introdujeron de manera masiva los métodos detectivescos en las finanzas españolas y en la relación entre las finanzas y la política. Los partidos políticos, en mayor o menor medida, según los casos, siguieron esos pasos. En julio de 2010, Jorge Moragas —más tarde director de gabinete de Rajoy en La Moncloa— hizo de go between en la grabación de las conversaciones de la presidenta del PP en Cataluña, Alicia Sánchez-Camacho, y la María Victoria Álvarez, exnovia de Jordi Pujol Ferrusola en el restaurante La Camarga de Barcelona. Cospedal, pues, nos ha contado que así estaban las cosas cuando ella se hizo cargo de la secretaría del PP. Y que, claro, su obligación era bailar al son de esa música.

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