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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez
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Cómo frenar el populismo antinmigración

El avance de la ultraderecha sueca ofrece una nueva oportunidad de hacerse algunas preguntas sobre la lógica de este fenómeno

Gonzalo Fanjul
Demócratas de Suecia: no hay flores para los inmigrantes.
Demócratas de Suecia: no hay flores para los inmigrantes.Fredrik Sandberg/TT (EFE)

Los resultados electorales en Suecia constituyen una nueva muesca en el revólver de la derecha populista y xenófoba de Europa, que ya determina los gobiernos o parlamentos de diecinueve países de la UE (ver gráfico). El avance de los Demócratas de Suecia acaba de proporcionarnos un nuevo ejemplo de lo que algunos científicos sociales han denominado la amenaza de la identidad, una lógica mediante la cual llegamos a identificar a un determinado grupo social (musulmanes, refugiados e inmigrantes, en el caso que nos ocupa) con una amenaza a nuestra seguridad física o económica. El modo en que este miedo lleva a una parte de la población a replegarse sobre sí misma es aprovechado por algunos líderes y organizaciones políticas en su propio beneficio.

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No hay nada nuevo en esto que les cuento. Pero conviene no apresurarse en dar por buenas algunas de las verdades aceptadas que sostienen este fenómeno, como el hecho de que se trata de una expresión política de los verdaderos deseos y creencias de una parte creciente de la población. Esto es al menos lo que podemos rescatar de una ilustrativa historia publicada este verano en la sección The Interpreter de The New York Times, a partir de una investigación periodística del programa radiofónico This American Life. Los periodistas de este medio dedicaron ocho meses y más de 100 entrevistas a analizar el auge y caída del movimiento antinmigración en uno de sus iconos, la ciudad de Albertville (Alabama).

Mapa de la Europa antinmigración/porCausa-Oxfam Intermón.
Mapa de la Europa antinmigración/porCausa-Oxfam Intermón.

A lo largo de dos décadas, esta pequeña ciudad de población casi exclusivamente blanca se había transformado en una sociedad diversa donde uno de cuatro habitantes es latino. Y lo hizo de forma natural. Incluso cuando la Gran Recesión golpeó con dureza su economía y fuentes de empleo, la población no cargó sobre los inmigrantes sin papeles centroamericanos más culpas de las que achacaba a la debilidad de los sindicatos o a la desigualdad creciente de su modelo social, dos problemas que habían empezado bastante antes de la llegada de extranjeros. Esta sensatez, lamentablemente, duró el tiempo que un puñado de políticos de dentro y fuera de Albertville –como el hoy fiscal general Jeff Sessions– tardaron en culpar a los extranjeros de todos los males que padecía la población. Las políticas identitarias demostraron entonces la eficacia que ya conocemos e impulsaron la elección de algunos de estos políticos, convirtiendo a Albertville en un referente de la ofensiva antinmigración desatada en este Estado.

Hasta aquí la historia no es muy diferente de lo que hemos visto en tantos otros sitios. Lo que resulta excepcional es que, si bien no fue la población de Albertville la que puso en marcha la maquinaria del odio xenófobo, sí fueron ellos los que se conjuraron para detenerla. Y el núcleo de la resistencia se estableció en las escuelas públicas, donde la comunidad educativa logró diluir los recelos a través de la integración de niños y padres de diferentes comunidades y orígenes. Eventualmente, un nuevo alcalde decidió asumir en sus políticas la lógica de los colegios y hoy Albertville puede decir que el sentimiento antinmigración es cosa del pasado.

Como explican los analistas de The Interpreter, este caso contradice la idea de que nos enfrentamos a un fenómeno de abajo arriba, en el que los líderes se limitan a cabalgar la verdadera voluntad de los ciudadanos. El fenómeno de la antinmigración se produjo en Albertville cuando un puñado de políticos extremistas aprovechó la vulnerabilidad y la comprensible frustración de la gente, no al contrario.

Ahora extrapolen por un momento esta experiencia a lo que está sucediendo en Suecia. O en Italia, Hungría, Alemania y Reino Unido. O lo que podría ocurrir en España si el discurso xenófobo y embustero de Pablo Casado llegase a prender electoralmente. Seguimos pidiendo cuentas a nuestros líderes, pero la respuesta al tsunami antinmigratorio que vive Europa no va a llegar de ellos, sino de usted y de mí. De nuestra capacidad para plantar cara en las escuelas, los centros de trabajo y las conversaciones familiares; y en las urnas, claro está. Pero siempre, ahora sí, de abajo arriba.

[Pueden encontrar aquí los dos capítulos sonoros de la historia elaborada por This American Life, así como un estudio realizado por economistas de UC Davis acerca del impacto económico de la llegada de inmigrantes a Albertville. No se lo pierdan.]

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