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Las obras no bastan para integrar barrios marginales

Varios expertos abogan por políticas transversales que vayan más allá de la infraestructura para los nuevos desarrollos urbanos. La Villa 31 de Buenos Aires como laboratorio

La Villa 31 de Buenos Aires está en pleno proceso de integración con la ciudad.
La Villa 31 de Buenos Aires está en pleno proceso de integración con la ciudad.F. T.
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Martes por la mañana. Un grupo de académicos de distintas universidades del mundo avanza hacia la entrada de la Villa 31 de Buenos Aires, acompañados por Diego Fernández, secretario de Integración Social y Urbana del Gobierno de la Ciudad. Al ingresar, se observan los puestos de la Feria Latina, un espacio instalado recientemente, que permitió dar oportunidades a emprendedores y formalizar a feriantes del barrio. A las diez todavía los puestos están cerrados. Los académicos se encuentran con un asentamiento informal en pleno proceso de integración. En todo el recorrido, se pueden ver trabajadores colocando adoquines, mezcladoras de cemento y frentes de casas en reparación. Los vecinos miran curiosos al grupo. Tratan de entender las explicaciones del funcionario que los acompaña, pero no pueden. “¿Qué está diciendo?”, alguno pregunta tímidamente, mientras Fernández sigue contando en inglés sobre el plan de integración que comenzaron en 2016.

Cerca de 40.000 personas viven en la Villa 31, el asentamiento informal que se encuentra ubicado entre los barrios más prósperos de la Ciudad de Buenos Aires. El 76% de su población carece de educación secundaria completa, el 74% no tiene cobertura médica y el 64% obtiene ingresos informales.

El proceso no es sencillo porque los habitantes de la Villa 31 vienen de años de lucha y frustraciones por falsas promesas. Ganar confianza fue el primer desafió que enfrentó el Gobierno. “La integración debe producirse en ambos lados de la ciudad. No es que tenemos que arreglar un solo lado. Esto lleva mucho tiempo, pero hemos dado pasos que nos muestra que estamos en una dirección promisoria”, señaló Fernández.

La Villa 31 de Buenos Aires es un ejemplo de cómo un barrio marginal trata de integrarse en una gran ciudad

En este sentido, Nora Libertun, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), cree que la parte más fácil del proceso de integración urbana es proveer servicios, pavimentar las calles, incluso acercar escuelas o clínicas de salud, pero lo más difícil es la integración social mutua. “Muchas veces los barrios informales son el territorio de redes ilegales. Desarticular eso es muy complicado y termina siendo un escollo para la plena integración. Esta situación la vemos claramente en las favelas de Brasil”, dijo Libertun esta semana en el marco de la Conferencia Internacional de la Asociación sobre Desarrollo Humano y Capacidades (HDCA), que fue organizada por la Universidad Católica Argentina, en colaboración con Flacso.

En la Villa 31, las intervenciones como la pavimentación de calles y la provisión de iluminación comenzaron a transformar el área. Carole Megevand del Banco Mundial, quien también participó de la conferencia, cree que debe verse a la comunidad como implementadora de los proyectos: “Su rol no es el de recibir, sino que deben ser los defensores de que las obras sean efectivas. La participación es un proceso complejo. Todas esas transformaciones de una realidad exigen que todos los actores estén involucrados en la discusión”.

Una de las obras clave de la Villa 31 es el Polo Educativo María Elena Walsh, que tendrá tres centros educativos y será sede del Ministerio de Educación, donde trabajan 2.200 personas. El 99% de las obras físicas van a estar terminadas para 2021. “Cuando se hizo la licitación para llevar adelante las obras, uno de los requisitos fue que el 20% de la mano de obra tenía que ser del barrio”, afirmó Fernández.

Tanto el Banco Mundial como el BID son dos actores claves en este proceso. Con un préstamo de 70 millones de dólares de la primera entidad internacional, el gobierno está desarrollando obras de infraestructura sanitaria y cloacal.

Cuando Megevand habla de ciudades inclusivas y piensa en la experiencia de la Villa 31, sugiere que es imprescindible trabajar en tres dimensiones de inclusión: espacial, social y económica. “Ya no solo es importante invertir en la infraestructura, sino que debe pensarse en generar oportunidades de desarrollo económico y es necesario mejorar las cuestiones vinculadas a los derechos colectivos e individuales para asegurar la integración”, asegura.

Según Pablo López de CAF-Banco de Desarrollo de América Latina, el proceso de urbanización fue desarrollado con un nivel muy bajo de productividad en la región. Esto generó la proliferación de áreas marginales. “Para reducir la brecha, se debería invertir el 8% del PIB. Por lo tanto, se debería aumentar siete veces a la inversión que hay hoy en día”, señala.

La fragmentación social, la segregación residencial y el amplio crecimiento de asentamientos informales reflejan la persistente desigualdad la expansión de las ciudades

Por otro lado, asegura que hay que priorizar políticas que mejoren el nivel de ingresos de las familias que viven en asentamientos informales. “Es importante trabajar en la inclusión laboral de la mujer. En América latina el embarazo adolescente es un flagelo. Más de 50% son no deseados, eso condiciona muy fuertemente el recorrido de las mujeres en el mundo laboral”, relató. Con esto, quiso decir que hay que llevar adelante políticas transversales, más que focalizadas en relación con los asentamientos.

A lo largo de la historia de la Villa 31, hubo múltiples intentos de erradicar a sus habitantes, por las tierras privilegiadas que están a pocos metros de la estación de tren de Retiro. Estas políticas coercitivas fracasaron y por ese motivo ganó la opción de integrar el asentamiento como un barrio más de la ciudad.

Muchas veces las obras de infraestructura que se realizan en los asentamientos requieren de la reubicación de algunos de sus habitantes. Para Libertun, los desalojos son aceptables bajo situaciones ambientales críticas. En la misma línea. Megevand sugiere que tiene que haber compensaciones y se tiene que asegurar que haya consentimiento de las personas para trasladarse.

“¿Hasta qué punto es natural la integración?”, se pregunta López, que reflexiona: “La sociedad tiende a segregarse. No podemos pretender que todos los barrios de la ciudad sean como Recoleta [barrio más rico de la capital argentina]. El desafío es que la gente que hoy no tiene acceso a las oportunidades que brinda la ciudad, pueda tenerlas”.

Megevand plantea que es importante abrir el asentamiento al resto de los porteños. "Claramente, el propósito no es tener otra Recoleta. Hay que hacerlo más atractivo y mantener la diversidad de los diferentes barrios. El objetivo es que podamos movernos de un barrio a otro”.

Según López, un punto central es no pensar en el asentamiento como un sistema cerrado porque es parte de uno más complejo que es la ciudad, que tiene una dinámica que evoluciona de manera permanente. “El desafío de CAF es entender cada vez mejor la dinámica de las ciudades y ver cómo el asentamiento dialoga con esa dinámica”, agregó.

Hay poca evidencia empírica a nivel global sobre la experiencia de integración urbana. Hay mucho por aprender y hay que recoger evidencia. El funcionario porteño comentó que a la hora de diseñar el plan obtuvieron grandes aprendizajes de Medellín, San Pablo, Rio de Janeiro, entre otras. “Tomamos las mejores prácticas de las distintas ciudades”, destacó.

Tres mitos, tres problemas, tres soluciones

En relación con los asentamientos informales, la representante del BID habló en su presentación de tres mitos, tres problemas y tres propuestas. “El primer mito tiene que ver con la migración urbano-rural. Mientras que en décadas pasadas los migrantes de áreas rurales de escasos recursos resolvían sus necesidades habitacionales con asentamientos informales en áreas periurbanas, hoy en día, los desposeídos urbanos se trasladan a los asentamientos. El segundo mito tiene que ver con la correlación cercana entre pobreza y asentamientos informales. Eso no explica las cifras que tenemos en la actualidad. Hubo un aumento de ingresos en las poblaciones, pero la cantidad de personas en estos espacios es persistente. Por lo tanto, se concluye que hay otras barreras para migrar a otras partes de la ciudad. El tercer mito que se escucha es que los asentamientos informales están relacionados a la falta de viviendas. Esto no es del todo cierto. Por ejemplo en México hay barrios enteros abandonados, porque el problema era la ubicación. Los barrios tienen que ofrecer acceso”, enumera Libertun.

Entre los problemas, la especialista destaca la violencia y los delitos: “No importa lo que se haya hecho en términos de infraestructura, si hay violencia las favelas o villas no mejoran”. Otro punto tiene que ver con los problemas de infraestructura sistemáticos. Es decir, la situación vinculada a sucesos climáticos, sequías e inundación es mucho más dramática en asentamientos informales. El tercer gran obstáculo, para Libertun, es que los recursos de los gobiernos locales son muy débiles.

En una tercera instancia, la referente del BID habló de las soluciones. “Hay que encontrar la forma de integrar a estas personas. No se puede asumir que un cuarto de la población va a permanecer aislada para siempre. La prevención es muy importante. Necesitamos planificar a largo plazo en distintas escalas. En segundo lugar, es fundamental hacer parte del proceso a las personas para que se comprometan. Por último, la vivida urbana debe ser accesible, y debe estar en lugares, donde a la gente le interese vivir”, concluyó.

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