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Elon Musk, un declive trasmitido en directo

La imagen del genio detrás de Tesla y SpaceX descarrila en una semana a partir de un extraño tuit, hasta confesar que ha vivido un año insoportable

Elon Musk durante una conferencia en Chicago el pasado 14 de junio.
Elon Musk durante una conferencia en Chicago el pasado 14 de junio.Joshua Lott (Getty Images)
Pablo Ximénez de Sandoval
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Venía dando tumbos y, en un tuit, terminó de descarrilar. La semana más dura de Elon Musk empezó poniendo la Bolsa patas arriba y terminó con una confesión de que está al borde del colapso físico y mental. Entre medias, ha habido inversores saudíes interesados en coches eléctricos, investigaciones oficiales sobre la viabilidad de sus empresas y una enganchada de famosos propia de la telerrealidad más petarda. Uno de los grandes unicornios de Silicon Valley, al que pocos discuten el apelativo de genio, cayó a tierra.

Elon Musk, sudafricano de nacimiento y californiano de adopción, cumplió 47 años el pasado 28 de julio. Su vida en la élite de Silicon Valley comienza casi dos décadas atrás, cuando se le conoce como una de las cabezas detrás de la compañía PayPal. Está en el grupo de visionarios que trabajan para transformar el mundo con la tecnología, al nivel de los creadores de Google, Facebook o Netflix. Ese era su estatus, junto con una cierta fama de imprevisible, dispuesto a poner millones detrás de cualquier idea.

Musk es el hombre que decide que es posible hacer vuelos espaciales comerciales, que es posible llevar humanos a Marte, y monta SpaceX (2002). Es el que decide que el mundo ya está preparado para abandonar la gasolina y moverse en coches eléctricos, que solo hay que ponerse a ello, y funda Tesla (2003). Un día, Musk imagina que la gente podría viajar dentro de una especie de tubo neumático a 300 kilómetros por hora bajo tierra. No es que dibuje un boceto para enseñarlo por ahí. Directamente monta una empresa, Hyperloop (2013), y se pone a ello. Otro día, en 2016, frustrado con el tráfico de Los Ángeles, decide que el futuro son los túneles. No lo dice al aire, a ver si alguien hace algo. Pone en marcha The Boring Company y empieza a buscar permisos para tunelar la ciudad. Elon Musk es ese empresario. Es un mito. Ganó 22 millones con la venta de su primera empresa hace dos décadas. Hoy su fortuna se calcula en 20.000 millones de dólares (cerca de 18.000 millones de euros).

Esa versión de Musk se complementa con una gestión personalísima de todo lo que toca. Especialmente, de la empresa a la que más se ha dedicado, Tesla. Musk vive volcado en la marca de coches eléctricos de alta gama en California. Los problemas de producción de los coches han creado dudas sobre la viabilidad del proyecto. La empresa dijo que iba a producir 500.000 coches al año en 2018. En los primeros seis meses ha fabricado 88.000. Se calcula que necesita producir 5.000 coches semanales para ser viable, una cifra que alcanzó en julio pero no se sabe si podrá mantener. Tesla es la compañía con más apuestas a corto de la historia, esto es, inversores que apuestan su dinero a que el precio de la acción caerá. Musk está tan encima de la producción que a veces duerme en la fábrica de Tesla en Fremont, California.

Elon Musk y Grimes a su llegada a la gala MET de este año.
Elon Musk y Grimes a su llegada a la gala MET de este año.ANGELA WEISS (AFP/Getty Images)

La presión de los inversores parece estar haciendo mella en la estabilidad mental de Musk. En una reciente llamada con inversores, despreció sus preguntas. Que no andaba bien se confirmó poco después cuando llamó pedófilo –en broma, pero pedófilo– a uno de los buzos que participó en el rescate de los niños atrapados en una cueva de Tailandia. Musk había propuesto usar un mini submarino y el buzo había ridiculizado la idea. El insulto, por el que pidió disculpas, vino después de otra broma tuitera, en la que especulaba con la quiebra de Tesla. El CEO, bromeando sobre la quiebra, delante de 22 millones de personas.

En este contexto, con un uso de Twitter cada vez más hiperactivo y cada vez más errático, llega el pasado 7 de agosto, a las 9.48 de la mañana, hora de Los Ángeles. De camino al trabajo (según su versión), Musk tuitea: "Estoy pensando hacer Tesla privada, a 420 dólares [370 euros] por acción. Fondos asegurados". El tuit provoca una subida del 7% de las acciones (el precio propuesto es un 20% más del valor ese día) antes de que el regulador suspenda su cotización. La empresa saca una aclaración que no aporta los detalles que se necesitan para un anuncio así. Los inversores a corto ven amenazada su jugada de forma torticera. Aún no se descarta que haya denuncias por manipular el precio de la acción, y una investigación oficial. Musk responde cuestiones en Twitter. El mundo se pregunta, ahora sí, si ha perdido la cabeza.

Maye Musk, madre del presidente de Tesla, desfila en la Semana de la Moda de Nueva York 2017.
Maye Musk, madre del presidente de Tesla, desfila en la Semana de la Moda de Nueva York 2017.E. M. (AFP/Getty Images)

Es ese perfil público el que poco a poco va no solo incomodando a los inversores, sino también atrayendo el interés sobre él como personaje de sociedad. Musk se ha convertido en lo más parecido a una celebrity del mundo tecnológico, cuyo precedente más inmediato se puede encontrar quizá en Sir Richard Branson, que se construyó en los noventa cierta imagen de millonario aventurero con aire de playboy y lleno de ideas excéntricas. Musk puede estar iniciando el mismo camino, solo que con más botones de la camisa abrochados.

Casado y divorciado tres veces (dos de ellas de la misma mujer, la actriz Talulah Riley), tiene cinco hijos. Tras volver a la soltería su vida privada empezó a atraer un interés desconocido hasta entonces. En la gala del Metropolitan del pasado mayo, se le vio en público por primera vez con su nueva pareja sentimental, la músico canadiense Grimes, de 30 años. Grimes, de la manera más extraña, también se ha visto envuelta en el errático comportamiento de Musk estos días.

El 11 de agosto, una rapera llamada Azealia Banks publica un post en Instagram en el que dice que lleva "días" en casa de Musk esperando a que llegue Grimes. La cosa sigue con otros mensajes y en uno de ellos Banks dice: "He esperado todo el fin de semana mientras Grimes consolaba a su novio por ser tan estúpido como para no saber que no hay que tuitear cuando vas de ácido". Musk y la empresa tuvieron que salir a decir que ni siquiera estaban con Banks ese día, pero tampoco ha sido del todo convincente. Su mejor coartada es que la credibilidad de Banks es nula. La rapera es tan grosera que le han suspendido su cuenta de Twitter.

Kimbal Musk, propietario de The Kitcken y de una fundación que impulsa hábitos de comida saludable.
Kimbal Musk, propietario de The Kitcken y de una fundación que impulsa hábitos de comida saludable.FilmMagic

El lunes 13, Musk aclara finalmente de dónde saldría el dinero para sus planes de recomprar las acciones de Tesla y librarse de la presión de la bolsa. Asegura que está en conversaciones con el fondo soberano de Arabia Saudí. A nadie se le ha escapado la ironía. El objetivo declarado de Musk con Tesla es acabar con la industria del petróleo, de la que habla como si fuera parte de una conspiración mundial. Y su empresa la va a salvar con dinero saudí, en una operación que puede costar más de 10.000 millones de dólares (8.800 millones de euros).

La semana más dura del año más duro de la carrera de Elon Musk tiene su epílogo en una entrevista publicada el jueves por la noche con The New York Times. Los reporteros que estaban en la habitación escriben que Musk alternaba entre el llanto y la risa durante la conversación. La esperadísima explicación para su comportamiento es esta: cansancio. Dice que ha estado trabajando 120 horas a la semana. "Ha habido veces que no he salido de la fábrica (de Tesla) durante cuatro días. Eso ha sido a costa de no ver a mis hijos ni a mis amigos". Dice que los inversores bajistas son su principal causa de estrés. En Tesla, asegura, "ha pasado lo peor desde el punto de vista operativo". "Pero en lo que se refiere al dolor personal, lo peor está por llegar".

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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