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Columna
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Los humanos que son la solución

Sin proteger a los científicos de las selvas, el futuro será todavía más hostil

Eliane Brum
Un hombre indígena waiapi en la reserva de Amapa (Brasil).
Un hombre indígena waiapi en la reserva de Amapa (Brasil).Getty Images

El cambio climático, que se siente con fuerza en el verano europeo, lo ha causado la acción humana. Es un consenso científico sobre el que ya no cabe discusión. Una cuestión, sin embargo, tiene que quedar más clara. No han sido todos los humanos los que han provocado el calentamiento global, por el uso de combustibles fósiles y el consumo intenso. Una parte de la población del planeta ha protegido las selvas y otros entornos bioclimáticos. Estos humanos no son el problema, sino la solución.

El 10 de agosto, etnobiólogos y pueblos tradicionales de 50 países, reunidos en la Amazonia brasileña, lanzaron la Declaración de Belém+30, para alertar a un planeta que literalmente se está quemando: sin aprender de las poblaciones indígenas y otras comunidades, no podremos afrontar el cambio climático. Los pueblos nativos manejan el 95% de los recursos genéticos del mundo. Durante siglos, y milenios, han vivido en las selvas sin destruirlas. Belém, la ciudad que acogió el encuentro, es la capital capital de Pará, hoy el lugar más peligroso del mundo para los defensores de la tierra y el medio ambiente.

No es ninguna novedad que el planeta está en camino de convertirse en un horno. Pero la situación puede ser todavía peor. Un grupo de reputados científicos del clima ha publicado un artículo en la Proceedings of the National Academy of Sciences alertando de que el Acuerdo de París, que busca mantener el calentamiento global en dos grados por encima de los niveles preindustriales, puede que no sea suficiente. El grupo investiga si las temperaturas más altas liberan nuevas fuentes de gases de efecto invernadero y destruyen la capacidad de la Tierra de absorber carbono o reflejar el calor. Analizando las consecuencias combinadas de diez procesos de cambio climático, evalúan si se puede interrumpir el calentamiento y estabilizar la temperatura o si habrá un proceso de realimentación, con calentamiento continuo, que genere un “invernadero terrestre”: cuatro grados más y mucho menos favorable a la vida humana.

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El conocimiento de los pueblos tradicionales sobre el manejo de los entornos biológicos y la protección de la biodiversidad será cada vez más importante en un planeta en el que los fenómenos climáticos extremos se están convirtiendo en rutina. El desafío es que, en todo el mundo, estos científicos de las selvas están siendo exterminados o expulsados por sectores de la agroindustria, empresas mineras, explotadores de madera y hidroeléctricas. Según el reciente informe de la Global Witness, 2017 fue el año con el mayor número de muertes de defensores de la tierra. Brasil es el país con más muertos: el 80% son asesinados defendiendo la Amazonia.

El mundo tiene que entender con urgencia que proteger la vida de los pueblos tradicionales no es solo una cuestión humanitaria, sino de escoger la supervivencia de la especie. Si los humanos que son la solución siguen siendo asesinados por los humanos que son el problema, el futuro será hostil para todos.

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