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Ser o estar refugiado, esa es la cuestión

El autor, joven líder mundial según el Foro Económico Mundial, cuenta sus reflexiones tras una semana en un campo de refugiados de Kenia

El programa 'Dinero por comida' ayuda a los refugiados de Kakuma a salir adelante.
El programa 'Dinero por comida' ayuda a los refugiados de Kakuma a salir adelante.Bruno Sánchez-Andrade Nuño
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La crisis de refugiados está en las noticias y no se va a ir. Podemos cerrar los ojos al problema, hacernos fotos con ellos o recibir un barco en nuestros puertos, pero hasta que no encontremos solución a los más de 60 millones de personas en el mundo que han tenido que abandonar su hogar de manera forzosa, el problema solo podrá hacerse crónico, o empeorar. Solución no es recogerlos cuando arriesgan sus vidas cruzando en lanchas el Mediterráneo y, por supuesto, tampoco lo es no hacerlo. La solución es compleja: es política, es económica, es social, es científica, es migratoria y, sobre todo, pasa por dejar de pensar en refugiados como esto, refugiados, y más como personas en un estado temporal que nunca debiera haber empezado. Son padres y madres, son niños, son profesores, conductores, cocineros, agricultores o ingenieros.

Para ayudar a buscar estas soluciones, un grupo de expertos acabamos de volver de pasar una semana en uno de estos campos. No somos todos expertos humanitarios o en desarrollo. Si la solución ha de tener muchas dimensiones, así ha de ser el grupo que las busque. Hay ministras de vivienda de Latinoamérica, exministras de educación francesas, presidentes de aseguradoras, periodistas, académicos, personal de Naciones Unidas, ONG, activistas, científicos, o incluso quienes fueron en su vida refugiados o víctimas de tráfico de personas. El abanico que aúna este pequeño grupo viene de la comunidad de premiados Jóvenes Líderes Mundiales del Foro Económico Mundial. En mi caso, yo voy como científico, astrofísico de carrera, pero también con experiencia en ciencia de datos para el desarrollo. Vamos a aprender, desde el terreno, los desafíos, y conocer de primera mano, sin intermediarios, ruta o programa institucional, la realidad. Por encima de todo, lo que buscamos es ver si con nuestra diversa perspectiva geográfica y profesional, podemos encontrar nuevas formas de buscar soluciones.

Estuvimos en Kakuma, al norte de Kenia. Más de 180.000 personas viven ahí. Vienen de Sudán del Sur, donde lucharon por la independencia, y ahora lo hacen por el poder de un país cada vez más roto y vacío. Vienen también del Congo o Somalia, donde la guerra, el terrorismo de Al Shabaab y los abusos de derechos humanos son tan flagrantes como cotidianos. Cómo de mal ha de estar la situación en tu país para que la opción mejor sea andar cientos de kilómetros hasta la frontera, para que te den un cobijo de barro y un plato al día en el desierto, día tras día, por hasta 20 años. Una cárcel sin fecha de fin de condena o más crimen que haber nacido en el país equivocado. Nos reunimos con el gobierno local, con Acnur, las ONG y conocimos su dedicado y extremadamente loable trabajo. También nos dividimos para cubrir visitas y charlas en las escuelas, las tiendas regentadas por refugiados, las colas para recibir la comida o pedir cita en el hospital, con los jóvenes que están estudiando formación ocupacional, y los que se reúnen en el centro social a ver pasar los días.

Es un orgullo visitar instalaciones y ver la bandera de Europa o de España aportando edificios, instalaciones, ordenadores... De hecho, ambos, Europa y España, están en el top 20 de contribuidores. Interesante que las aportaciones españolas son en su mayoría de donantes privados (26 millones de euros en 2018).

La mejor solución al problema de refugiados es simplemente que no lo sean, que puedan integrarse en otros países temporal o permanentemente

La mejor solución al problema de refugiados es simplemente que no lo sean, que puedan integrarse en otros países temporal o permanentemente. España tiene actualmente unas 40.000 solicitudes de asilo sin siquiera procesar, dato que condenó nuestro Tribunal Supremo el mes pasado. La buena noticia es que recientemente el Gobierno de Sánchez ha anunciado un refuerzo de 300 plazas para agilizar el proceso. Lo peor que podemos hacer es hacinarlos en campos y privarlos de libertad u opciones de futuro, o mandarlos de vuelta, como parece que queremos hacer en Grecia, Turquía o Italia. No solo cronifica el problema, sino que alimentamos un gasto que solo crece, y ayudamos a radicalizar una población cada vez más alienada.

La segunda mejor solución es ir más allá de lo humanitario. Que los refugiados no sean solo receptores pasivos de ayuda, sin opinión. Escuchar y empoderar su voz, crear formación y trabajo mientras estén en los campos para que sean cada vez más independientes y gestores de su futuro, sea donde sea. Aquí Kakuma ya destaca. La mitad del equipo olímpico de refugiados viene de allí. Han montado un equipo de fútbol (Kakuma United) que no ha perdido todavía ningún partido en la liga regional. Han hecho hasta una conferencia de charlas TEDx. Tienen programas como Dinero por cobijo donde en vez de aportar dinero a una ONG para construir los hogares básicos, se le da al refugiado, junto con asesoramiento, para que él o ella misma sea quien dirija la compra de materiales y construcción. Y lo hacen un más barato, más rápido, y con mucha más dignidad. Más aún, un reciente estudio del Banco Mundial (Sí en mi patio) demuestra que Kakuma no solo es una clara fuente de empleo y riqueza a la comunidad no refugiada alrededor, sino que también un motor de crecimiento social y económico.

Es aquí donde hemos visto una necesidad poco cubierta con mucho potencial. Empoderar aún más a emprendedores, identificar y apoyar liderazgo local, crear demanda y oferta local de servicios y productos, facilitar el acceso a crédito, a internet, a que artistas puedan grabar su música, o programadores sus servicios a través de Internet. En fin, ayudar a desarrollar una realidad económica, social, política, cultural.

En el viaje conocí a un médico somalí que montó una pequeña farmacia clandestina. Con el dinero compró paneles solares y creó un negocio donde vende electricidad para recargar el móvil o acceso a Internet. Tiene ya 22 puestos en Kakuma, y una calidad de vida mucho mayor que incluso la comunidad regional keniata que acoge el campo de refugiados. A la pregunta de si no tiene miedo perderlo cuando le repatrien a otro país, él responde que no se quiere ir. No quiero decir que tenemos que crear un efecto quédate para contrarrestar el efecto llamada, pero sí que las soluciones están más en Kenia que en Gibraltar o el puerto de Valencia. Y esto es justo lo que este grupo estamos ya trabajando para crear.

Bruno Sánchez-Andrade Nuño es vicepresidente de Impacto Social de Satellogic y fue nombrado Joven Líder Mundial por el Foro Económico Mundial.

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