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Cómo se avanza contra el VIH con menos dinero

La comunidad del sida hace un llamado urgente a los Gobiernos para que aporten más fondos: de lo contrario no se podrá llegar al objetivo de acabar con la epidemia en 2030. España no ha aportado ni un solo euro a esta lucha desde 2011

Lazos rojos en Ámsterdam, donde esta semana se celebra la 22ª Conferencia Internacional del Sida.
Lazos rojos en Ámsterdam, donde esta semana se celebra la 22ª Conferencia Internacional del Sida. Marten van Dijl (IAS)
Pablo Linde

La manida frase de hacer más con menos se cumple literalmente en la lucha contra el sida. Aunque la financiación se ha mantenido más o menos estable en el último lustro, con ligeras caídas según algunos estudios, la trasmisión del VIH también ha ido bajando. El problema es que no lo hace al suficiente ritmo: alcanzar los objetivos que se había marcado la comunidad internacional para los próximos años es prácticamente imposible. Y los expertos, reunidos en el congreso internacional sobre la enfermedad, que se está celebrando esta semana en Ámsterdam, advierten de que un descenso en los fondos podría provocar un nuevo repunte y dar al traste con todos los avances que se han conseguido en las últimas décadas.

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Un estudio publicado la semana pasada por Onusida revelaba que de los 14 donantes internacionales, ocho están recortando la ayuda. Y, si bien el dinero disponible para luchar contra la enfermedad repuntó el año pasado, esto fue por una mayor contribución de Estados Unidos, algo que no tiene visos de continuar. España, que durante el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero fue uno de los grandes donantes (el quinto), cortó el grifo en 2011. Desde entonces no ha aportado ni un solo euro a la lucha internacional contra el sida.

Vanessa López, directora de la ONG Salud por Derecho, se muestra esperanzada en que el nuevo Gobierno haga realidad un consenso parlamentario por el que todos los grupos solicitaban que España vuelva a contribuir al Fondo Mundial (que canaliza las donaciones contra sida, malaria y tuberculosis) con 30 millones de euros. “Está claro que una de las razones de que no vayamos a cumplir en 2020 el objetivo 90-90-90 [que el 90% de los portadores del virus conozca su condición, el 90% de ellos la trate y, de estos, el 90% tenga una carga viral ínfima que impida su transmisión] es la falta de financiación. Harían falta unos 6.000 millones de dólares adicionales en los países más afectados y lo preocupante es que hay una tendencia a la baja”, afirma.

Para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que incluyen terminar con la epidemia para 2030, haría falta cubrir esta diferencia: entre los casi 21.000 millones de dólares que todo el mundo (donantes y gobiernos locales) aporta cada año y los 27.000 que los científicos calculan que serían necesarios.

De los 14 donantes internacionales, ocho están recortando la ayuda. España no aporta ni un euro desde 2011

¿Cómo se ha logrado ir progresando (aunque a un ritmo lento) con menos dinero? Con medidas más costo-efectivas. Las ha estudiado John Stover, de la ONG Avenir Health. Concluye que hay enormes diferencias de precio entre distintas medidas en función de los países; y que no se deben solo a causas como la diferencia de poder adquisitivo. Esto indica que hay margen para la mejora en aquellos que ponen más dinero que otros aprendiendo, por ejemplo, de sus vecinos. Aunque en cada lugar la situación es distinta y existen soluciones que funcionan en unos sitios y pueden no ser las más adecuadas en otros, el investigador ha encontrado algunos patrones. El asesoramiento a trabajadoras del sexo, la promoción del condón, la circuncisión masculina voluntaria, la expansión del tratamiento antirretroviral y los programas de sustitución de consumo de heroína por metadona han demostrado gran costo-efectividad en un buen número de países.

Con este último se consigue que los adictos eviten conductas de riesgo como compartir jeringuillas, que es responsable de uno de los mayores focos de expansión del virus, especialmente en Europa del Este. La ONG Harm Reduction International asegura que la financiación para medidas como esta solo es del 13% de lo que sería necesario para dar una buena cobertura.

En la línea de sacar el máximo partido al dinero, la mexicana Andrea Salas-Ortiz puso el ejemplo de su país, que dejó de recibir inversión del Fondo Global en 2013, tras la decisión de la institución de comenzar a retirarla en aquellos países de ingresos medios. Uno de los estudios que hizo el Instituto Nacional de Salud Pública, donde trabaja Salas, consistió en mapear la incidencia de la enfermedad y ver dónde se aportaba más inversión. Al comparar los dos mapas se dieron cuenta de que no casaban: buena parte del dinero iba para las grandes ciudades, mientras que la península del Yucatán, donde el foco de VIH es más preocupante, gozaba de menos recursos. Revertir esto es otra de las maneras de hacer más con menos.

“Pero esto no quiere decir que vayamos a conseguir los objetivos sin más dinero. En las previsiones para 2020 y 2030 ya está asumido que vamos a ser cada vez más eficientes”, subraya Stover.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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