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Tentaciones
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Si la nube estalla, nadie está a salvo de Internet

El cómic 'The Private Eye', nacido 'online' en 2013 y ganador de un premio Eisner, acaba de editarse en castellano en formato papel y ha agotado en un pispás su primera edición

Una de las páginas de 'The Private Eye'.
Una de las páginas de 'The Private Eye'.

Puestos a imaginar las consecuencias de que Internet se nos vaya de las manos —algo que los conspiranoicos están deseando y que otros analistas más cabales no ven tan imposible—, una serie de cómics han convertido la Red en su piedra angular, poniendo el dedo en la llaga del problema de la protección de datos. Los autores Brian K. Vaughan (Ohio, 1976), Marcos Martín (Barcelona, 1972) y Muntsa Vicente (Barcelona, 1972) plantean en The Private Eye (editado por Gigameshun escenario terriblemente factible: en un futuro bucólico, la todopoderosa Nube revienta y todos nuestros datos personales se ven expuestos. Nuestra privacidad no está comprometida sino por entero violada: cualquiera puede saber cualquier cosa sobre cualquier persona.

El principio del fin: prohibir Internet es la única solución 

En esta historia, no solo quedan expuestas las fotos, los archivos de música, los documentos, las transcripciones de chats... sino también cualquier búsqueda que se haya realizado. Por ello, la sociedad ha dado un giro y el anonimato se ha convertido en una obsesión: ya que no podemos ocultarnos de la Red, nos ocultamos de todo el mundo. Por las calles de este futuro, ahora convertido en distopía, nadie muestra su verdadero rostro. Todo son disfraces, falsas apariencias, nombres inventados, máscaras...todo lo que haga falta para esconder la identidad. 

Esta es la premisa con la que se presentaba online en marzo de 2013 el webcómic The Private Eye, producido por Panel Syndicate y ganador en 2015 del Premio Eisner (el más alto galardón en el mundo del cómic) a mejor serie digital. El autor de otras notables obras como Paper Girls o Saga se metía así de lleno en la boca del lobo de la actualidad: de pronto, hace cinco años, un cómic nos hablaba de algo que actualmente no queda tan lejano de la realidad. ¿Qué rayos pasa con la identidad en Internet? Pues que es un problema cada vez mayor: no solo por los datos que alegremente subimos a redes sociales y que dejan de ser nuestros (malditas letras pequeñas), sino también por los hackeos de servidores que guardan celosamente nuestra intimidad. Si no, que se lo digan a Jennifer Lawrence que, como otro puñado de actrices de fama internacional, asistió a la publicación de una serie de fotos íntimas debido a un fallo de seguridad. O las acusaciones a las que se enfrentó Facebook, representado en la Tierra por su mesías Marck Zuckerberg, debido a la venta a terceros de datos personales de usuarios registrados en la red social; una investigación que sacó a la luz el The New York Times y que nos hizo plantearnos una terrorífica cuestión: ¿Cuánto saben de nosotros? 

El futuro descrito en esta novela gráfica resulta aterrador por lo verosímil que es. Una sociedad en la que los datos personales son el bien más preciado; en la que el Cuarto Poder, la prensa, se comporta como la policía (y de hecho tiene las mismas competencias que esta) y donde un paparazzi sin licencia —al estilo de un futurista Sam Spade— debe resolver el asesinato de uno de sus clientes. Con este telón de fondo y esta premisa argumental, no es de extrañar que The Private Eye se haya convertido por méritos propios en una de las lecturas más refrescantes, sofisticas y atractivas del mundo del cómic. Editado recientemente en papel en una completa y exquisita edición deluxe —por parte de la editorial barcelonesa Gigamesh (conocidos por editar en castellano la saga Canción de Hielo y fuego, o simplemente Juego de tronos para los seriéfilos—, las existencias se han agotado en un abrir y cerrar de ojos en nuestro país; ya preparan una segunda edición para después del verano. 

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Perderse en los mundos de Vaughan, quizás unos de los más importantes y personales guionistas de cómic a nivel mundial, supone enfrentarse a pasado y futuro, una constante que sus lectores ya tenemos asimilada. Vaughan ha fabulado con la unión de cuentos de hadas y ciencia ficción en su aclamada obra Saga. También ha jugado, en Paper Girls, con la cultura ochentera en forma de una serie de aventuras veraniegas protagonizadas por un grupo de amigas e incluso se ha atrevido con la invasión mundial por parte de Canadá en We stand on guard.

A pesar de ese eclecticismo, The Private Eye es una rareza dentro de la propia trayectoria del autor. Para empezar, porque es un cómic de acción y un thriller en el sentido más estricto. Tal vez, su fabulosa edición en formato apaisado (llena de contenido extra) amplifique esa sensación de vértigo, pero es que el autor ha alcanzado con esta obra una soltura especial a la hora de narrar escenas de persecución, disparos y carreras, que se elevan al Olimpo del buen gusto. Todo ello contando con los lápices del español Marcos Martín (ganador ya de varios Eisner y habitual colaborador de DC y Marvel) y los colores glam y saturados de Muntsa Vicente. Un futuro colorido no lejano al estilo de Moebius: los cielos verdes, azules y rojos; las figuras humanas estilizadas, convertidas en una extensión de la cuidada arquitectura que se muestra. Y la elección del formato y de las viñetas, con esa primera página en la que se emula la composición de una famosa toma de La ventana indiscreta (Alfred Hitchcock, 1954). Todo ello convierten cada página en el perfecto vehículo de su discurso. 

Completan esta edición deluxe los emails que los artistas intercambiaron durante el proceso creativo, así como algunos bocetos, y lo más importante: las ideas en torno al formato y venta al público. Y es que si no les bastaba con poner la atención sobre un debate que hoy día no ha llegado a un consenso pese a la preocupación mediática (y parece lejos), también Vaughan y Martín decidieron alejarse del circuito tradicional de edición y publicar el primer número de The Private Eye a través de su portal de reciente creación Panel Syndicate; una web en la que el cómic se vende sin DRM (un polémico sistema antipiratería que entorpece más de lo que ayuda) y con un sistema de pago a elección del lector: puedes incluso no pagar nada, si la obra no te satisface.

Huída por la azotea en 'The Private Eye'.
Huída por la azotea en 'The Private Eye'.

La configuración de una nueva serie de cómics y de un portal de puesta a la venta (pudiendo incluso jugar con los formatos, tal y como los autores discuten en los emails que componen la sección de extras) no es baladí. Las propias reticencias de Vaughan con respecto al formato y el miedo a “no ganar un solo duro”, se hacen patentes en las conversaciones de ambos artistas. La insistencia del dibujante, sin embargo, dio como resultado un tremendo éxito con este sistema; la consolidación de Panel Syndicate como plataforma independiente de venta de cómics y un revés a las bondades de la Red de redes: la pregunta que subyace bajo la lectura de The Private Eye es escalofriante (amén de ligeramente sensacionalista, para qué negarlo). ¿Internet es nuestra herramienta o es un arma que con la que nos podemos disparar en un pie? 

Sin embargo, como toda buena obra de ficción, ni cómic ni autores caen en lo pretencioso de dar una respuesta. Se trata de un mensaje que el lector (e internauta) deberá obtener por sus propios mediosa. No nos es ajena, de todos modos, la ironía de hablar de los peligros de Intenet con una obra que ha basado su producción en la venta en la Red y la accesibilidad y el boca a boca de las redes sociales. Tal vez la conclusión, si es que hace falta buscar alguna, sea que todo depende del uso que se le de a la herramienta. A fin de cuentas, ni la Red está viva ni es inteligente, y somos nosotros los que determinamos el uso que se hace de ella. Parafraseando aquella mítica y cuasi anónima declaración: "Si el producto es gratis, tal vez el producto seas tú".

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