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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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¿Y si Cristiano se va?

Ya no es aquel emblema de lo que un día bauticé como "macarra chic", un altanero cubierto de alhajas y logos, tratando el dinero como papel higiénico.

Cristiano Ronaldo y Edinson Cavani en el partido Uruguay-Portugal celebrado en Sochi (Rusia) el 30 de junio de 2018.
Cristiano Ronaldo y Edinson Cavani en el partido Uruguay-Portugal celebrado en Sochi (Rusia) el 30 de junio de 2018.JONATHAN NACKSTRAND (AFP)
Boris Izaguirre

Encuentro que la imagen del Mundial de Rusia ha sido la de Cristiano Ronaldo sujetando a su rival, el jugador uruguayo Edinson Cavani, lesionado tras marcar el gol que envió a la selección portuguesa de vuelta a casa, cruzando el campo como dos héroes. Como Alejandro Magno y un joven general persa. Uno cojeando herido, Cristiano mirando al frente, casi como una estatua del realismo socialista, cogiendo por la cintura a su némesis, que se apoyaba sobre su hombro. En ese instante, Cristiano podría parecer un millennial que sabe captar el poder de un momento para Instagram, pero en realidad ponía la guinda sobre su propia transformación de jugador egocéntrico, endiosado y millonario a algo similar a un líder espiritual. Que suelen ser así. El mejor futbolista del mundo se confirmaba como el mayor influencer global.

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Tuve una epifanía. Cristiano es otro. Y es oro. Si ahora se va —según la prensa italiana el Juventus habría hecho una oferta irrechazable— me gustaría reconocerle esa transformación. Ya no es aquel emblema de lo que un día bauticé como "macarra chic", un altanero cubierto de alhajas y logos, tratando el dinero como papel higiénico. Estaba equivocado: esa es la forma en la que hay que tratar el dinero. Y hay que partir del endiosamiento para de verdad convertirte en otra persona, alguien solidario y más parecido a un dios. Ojalá ese cambio nos atravesara a todos. Ojalá Mariano Rajoy, en su retiro de Santa Pola, reciba este mismo mensaje. Convertir nuestro cuerpo en una máquina pero poniendo el objetivo más allá del gol, del poder. Dejar atrás el macarra chic y gestar la leyenda.

El Cristiano que ha pasado por el Real Madrid ha cincelado no solo el cuerpo sino su lugar en la historia. Hubo esos veranos en los que sus yates alquilados se poblaban de chicarrones exhibiendo una musculatura que hasta entonces solo veíamos en las calles el día del Orgullo Gay. La exhibición orgullosa de tanto musculo masculino quizás alarmó a alguna autoridad del balompié. Y fue cuando entonces apareció Georgina Rodríguez, madre de su hija y una versión de la Cenicienta en tiempos modernos.

Georgina trabajaba afanosamente en la tienda de Gucci en Madrid de la que Cristiano y su equipo son forofos. Igual que con el gesto a Cavani, Cristiano supo ver en esa joven un amor, pero también otra gesta. Sus anteriores experiencias con supermodelos como Irina Shayk no funcionaron. Y alguna, como Paris Hilton, lo engatusó para llevarlo a su casa y fotografiarlo por paparazzis alertados por ella misma, le dejaron ese mal sabor del abuso descarado. Cristiano ha vivido su peculiar martirio, pero jamás se ha doblegado. Durante un partido, un jugador andaluz le llamó maricón. Y Cristiano, sin reducir el paso, le espetó: "Millonario". Y allí dejó al catetillo. Gore Vidal no habría podido escribir un diálogo mejor para su guion de Ben-Hur. Acosado por Hacienda, Cristiano sufre los castigos de ser rico pero eso no impide subir un vídeo sobre sus hazañas solidarias. Agita la coctelera de la polémica y calla críticas con goles. Y crece.

Meghan y Enrique de Sussex en un encuentro con jóvenes de la Commonwealth celebrado el 5 de julio en Londres.
Meghan y Enrique de Sussex en un encuentro con jóvenes de la Commonwealth celebrado el 5 de julio en Londres.YUI MOK (Getty Images)

En otros salones se esperan otros partidos. Como en la Moncloa, donde están organizando el cóctel con el president Torra. Para hablar "de todo", a calzón quitado. Me pregunto qué servirán de catering, espero que algo orgánico, como quinoa o semillas de lino, que desengrasan, oxigenan y aportan antioxidantes. A ese cóctel deberían invitar a una figura de consenso como Meghan Markle, otra influencer que venció por un momento a la dictadura del tacón aguja para asistir a un partido de polo y salió airosa.

El estilo siempre avanza cargándose algo. También se quedan obsoletas las frases hechas. Paula Echevarría ha dejado de contar likes por emplear una políticamente incorrecta. Echevarría fue comparada con su compañera Dulceida durante la promoción de una campaña de champú. Paula es actriz al tiempo que infuencer mientras que Dulceida es solo influencer. La actriz minimizó la comparación diciendo: "Es como comparar a Dios con un gitano". Joaquín Cortés, que tuvo sus días de endiosamiento, le reclamó que con sus declaraciones "demuestras tu nivel cultural y falta de humanidad". Paula, querida, hay que alejarse de las frases hechas. Son cursis y faltonas, justamente lo que no debemos ser. Además al ser hijo de palestinos es probable que Dios no sea del todo rubio. Pongamos en ese lugar la cara y el cuerpo del nuevo Cristiano Ronaldo.

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