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La cabeza se llena de costras tras un implante capilar, ¿cómo hacen los famosos para disimularlo?

Capítulo 7: Los protagonistas de esta odisea por recuperar el pelazo se enfrentan a cuatro tipos de postilla, ¿cuáles son normales y cuáles no?

Matthew Mcconaughey se sometió a un implante capilar, según los medios estadounidenses, pero nunca se le vieron las costras. En la imagen, en el CinemaCon 2018, el pasado 23 de abril en Las Vegas (Nevada, EE.UU.)
Matthew Mcconaughey se sometió a un implante capilar, según los medios estadounidenses, pero nunca se le vieron las costras. En la imagen, en el CinemaCon 2018, el pasado 23 de abril en Las Vegas (Nevada, EE.UU.)

"Cualquiera puede estar seguro de sí mismo con la cabeza llena de pelo. Pero un calvo seguro de sí mismo, ahí hay un diamante en bruto", Larry David.

Ya hace una semana que nos operamos. Poco a poco vamos recuperando nuestra vida laboral y social (que no es que tengamos mucha, no se imaginen a los Sujetos 1 y 2 enlazando ágapes y cócteles con estrenos y cuchipandas sino más bien pegando la hebra con la Sra. del estanco o yendo a recoger nuestro lote de verduras ecológicas a la cooperativa, ESA vida social).

Vida normal todavía no hacemos del todo. Seguimos durmiendo en el sofá, el Sujeto 2 menos horas, una media de cuatro por noche, que el Sujeto 1, lo que puede deberse a cuestiones nerviosas, de facilidad de sueño o a que quizás el sofá de uno es manifiestamente mejor que el del otro. Nada grave salvo por las ojeras y la irritación y la somnolencia, ¡chuchería! Seguimos duchándonos a medio gas y utilizando la técnica del cazo para aclararnos la cabeza. Por supuesto, las costras de la parte superior ni las tocamos.

Cuando vamos a la clínica a la revisión de la semana nos riñen por haber actuado con exceso de celo: ya deberíamos haber vuelto a dormir en nuestras camas y ya deberíamos habernos enjabonado la zona donante. Los injertos se han consolidado completamente y ya podemos utilizar el rociador de la ducha, aunque sin aplicar una presión de agua excesiva.

Por lo visto, desde hace un par de días podemos aplicarnos el champú mediante suaves masajes circulares que facilitarán que se vayan desprendiendo las costras. Vale, tal vez hayamos actuado con precaución excesiva pero, como dice el refrán, "quien hace un cesto hace ciento" (no estamos seguros de que este sea el refrán adecuado) y para esto de las unidades foliculares trasplantadas somos muy mirados (eso sin contar con que dejar el sofá supone despedirse de las reposiciones de Equipo de Investigación, Pesadilla en la cocina y Pesca radical).

Estas costras son normales

Por lo demás, estamos bien. No hay dolor. NO HAY DOLOR. Sí que persiste la sensación de testa acartonada. Y tenemos la cabeza llena de costras, tanto en la zona receptora (pequeñitas y oscuras) como en las zonas donantes (más grandes y rojizas, tipo abrasión, como si se nos hubiera quedado un pie enganchado al estribo de una cuádriga y hubiéramos rodado por la arena del coliseo dando vueltas sobre nuestra cabeza o así), ¡somos literalmente unos costras!

En un par de días, la zona transplantada se puebla de microcostras amarillentas, una por unidad folicular injertada, que se suman a las maxicostras a medio caer de la zona donante, somos el sueño húmedo de Grissom el de CSI.

Dado nuestro lamentable aspecto, no salimos al mundo exterior sin cubrirnos la cabeza, más que por pudor o precaución por ahorrarle a la gente la visión de nuestras castigadas cabezas. Hemos elegido un par de gorras azulonas modelo parpusa que nos hacen estar todavía más hermanados, aún diríamos más, nos hemos convertido en los los Hernández y Fernández de la cuestión capilar.

El otro día bajamos al colmadito y nos quedamos sorprendidos por ser el centro de todas las miradas. Lo achacamos a la camisa estampada, ya nos habían advertido que era "bastante atrevida" ("una horterada", en honor a la verdad). Lo que en un principio nos parecieron gestos insinuantes y/o de admiración resultaron ser más bien miradas de espanto y/o curiosidad. De repente, caímos en la cuenta: ¡se nos había olvidado ponernos la gorra!

El Sujeto 2 muestra las costras de la pate donante (detrás de la oreja) y de la zona implanta (sobre la frente). Estas son normales
El Sujeto 2 muestra las costras de la pate donante (detrás de la oreja) y de la zona implanta (sobre la frente). Estas son normales

En cuestión de horas, las minicostritas amarillentas de la azotea empiezan a soltarse. En un arranque de entusiasmo, el Sujeto 2 baja al chino de la esquina a por una brocha con la que sacudírnoslas. Como golpe de efecto mola, pero es postureo, es más efectiva la mano. Sin poder evitarlo, de vez en cuando nos hacemos lo que hemos bautizado alegremente como la pasadinha (pasar la palma de la mano en un movimiento constante atrás-delante por la zona recién implantada con la cabeza inclinada hacia abajo), lo que desata un fenómeno al que hemos denominado poéticamente "lluvia de costritas".

Caen a montones. Analizando el resultante de una de estas pasadinhas ("¡parece azúcar moreno!", "¡me estás poniendo perdida la presentación para Telefónica!") comprobamos con horror que algunas de las costritas voladoras llevan adherido su correspondiente "pelo del nuevo", lo que desata un ataque de nervios GRADO 3 que no remite hasta que le mandamos a una de las enfermeras una foto (movida) del desastre vía WhatsApp y nos contesta de forma tranquilizadora: "ES NORMAL, CENUTRIOS".

Entonces nos echamos histéricamente a llorar —gimoteando (Sujeto 1), sollozando (Sujeto 2) y haciendo pucheros (Sujetos 1 y 2)— de alivio y felicidad. A partir de entonces y durante unos días, incorporamos a nuestro repertorio de trucos de bar la "lluvia de costritas", para pasmo y horror de la mayoría de nuestros testigos, ¡serán melindres, qué poco sentido del espectáculo!

La revisión de los 15 días: la postilla que no es normal e inyecciones de plasma

Un sábado nos animamos a dar una vuelta, así que nos calzamos la gorra, nos echamos unas gotitas de aloe vera detrás de las orejas y, ¡a la calle! Las reacciones de nuestros amigos discurren entre el jolgorio, la curiosidad, el entusiasmo, la piedad y la retranca, normalmente todo a la vez y en bucle. Agotador. Capitalizamos las conversaciones, nos someten a un tercer grado, aunque resistimos y ponemos punto final a los interrogatorios con un lacónico "leed el blog". Ese día nos sacan un par de parecidos: Michael Stype, el cantante de REM (en fase calva, suponemos) y, aún peor, Fito Cabrales. Entre unas cosas y otras (reducción drástica de la ingesta de espirituosos y nicotina), somos los primeros en retirarnos.

El Sujeto 1 presenta una costra algo inquietante que hizo a las enfermeras exclamar: "¡Cómo no has venido antes!", antes de ablandarla con suero y retirarla con cuidado
El Sujeto 1 presenta una costra algo inquietante que hizo a las enfermeras exclamar: "¡Cómo no has venido antes!", antes de ablandarla con suero y retirarla con cuidado

Dado que el Sujeto 1 le lleva dos días de ventaja al Sujeto 2, el primero se ha convertido en el gurú del segundo, es su mentor, su referente, su modelo, su faro y su conejillo de indias. Mantienen una relación epistolar digital que ya quisieran Borges y Bioy Casares, no menos de 40 whatsapps al día con todo tipo de cuestiones: "¿Cuánto has dormido?", "¿a qué hora tomaste los gránulos?", "¿debo lavarme la cabeza hoy?", "¿es cierto que si echas unas gotas de vinagre en el cubo de fregar queda el parqué reluciente?"...

A pesar de la ventaja, cuando acudimos a la revisión de los 15 días el Sujeto 2 tiene las costras mucho mejor que el Sujeto 1. De hecho, el Sujeto 1 tiene una megacostra en el parietal derecho realmente inquietante. De hecho (2), se han visto dragones de Komodo viejos y baqueteados en mil batallas con una piel de aspecto mucho más suaveeee que la megacostra del Sujeto 1. Las enfermeras ponen el grito en el cielo. "¡Como no has venido antes!", dicen.

Así que toca eliminar la costra con mimo, suero para reblandecerla y la ayuda de unas pinzas. Después nos ponen unas inyecciones de plasma. Nos sacan sangre, la meten en una centrifugadora y así se separan los glóbulos del plasma, que queda arriba. Es un factor de crecimiento que favorece la cicatrización y el desarrollo del pelo. "Oro líquido", lo llama la doctora. El plasma te lo ponen mediante pinchazos en el cuero cabelludo. Es lo más dolorosos del proceso, tanto los pinchazos como el hielo que se aplica primero para insensibilizar algo la parte pinchada. Aguantamos como titanes sin torcer apenas el gesto, todo sea por tener la cabeza en condiciones.

La próxima semana, más aventuras y, garantizado, menos costras.

Canción sugerida — 'Knockers' (aldabas), de The Darkness

Al Sujeto 1 y al Sujeto 2 les gusta pensar que la frase capital de la canción, "I just love what you've done with your hair oh yeah" ("me encanta lo que has hecho con tu pelo, oh sí"), esa gloriosa y profética frase, Justin Hawkins nos la canta —a puro falsete— directamente a nosotros y no a la odalisca de baratillo a la que en realidad está dedicada.

ANEXO — EL TRAMPANTOJO CAPILAR, EL TRUCO DE LOS FAMOSOS

Si el Sujeto 1 y el Sujeto 2 están en un estado —entre el pelo en caída libre de la zona receptora y con las zonas donantes a medio poblar y aún irritadas— imposible de disimular como no sea con algún tipo de gorro..., ¿cómo diablos hacen los personajes cuya actividad requiere de exposición pública para que nadie se dé cuenta?

"En la última gala de los Goya había cinco operados por nosotros, y dos de ellos muy recientes", nos cuenta la doctora Linzoain. ¿Y cómo lo hacen? ¿Magia negra?

Aunque existen otras técnicas de disimule momentáneo como el maquillaje y el espray (que pintan el cuero cabelludo y evitan así que, bajo los focos, se vea el cartón), según la doctora lo más efectivo hoy por hoy son unas diminutas fibras de queratina micronizadas y antialérgicas que se adhieren al cabello existente por la electricidad estática del mismo.

Son muy sencillas de poner y muy sencillas de quitar, ya que se van con el lavado normal del cabello. Las hay en una amplia gama de colores y su precio es razonable. Obviamente, son soluciones puntuales que al menor descuido nos pueden dejar con el cráneo al aire, pero para resolver la papeleta si se tienen compromisos o no se quiere confesar que uno se ha sometido a una operación de transplante capilar son una opción totalmente válida.

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