_
_
_
_
_
entrevista

“Atar a los enfermos mayores no es humano, merecen dignidad”

La doctora Ana Urrutia defiende un nuevo tipo de cuidado que antepone el bienestar y el respeto a los mayores

Una mujer saluda a su perro en el hospital.
Una mujer saluda a su perro en el hospital.getty
Nacho Meneses

La práctica de atar a los enfermos a la cama era un recurso casi exclusivo en salud mental, que se usaba puntualmente en situaciones de agresividad manifiesta. Un empleo que ha ido reduciéndose paulatinamente en este campo mientras aumentaba en casos de demencia y deterioro cognitivo, con pacientes que acarrean problemas de comportamiento, “que no se dan cuenta de que corren peligro y no siguen instrucciones; se levantan, quieren pasear y ello conlleva riesgo de caídas y fracturas serias”, según sostiene la doctora Ana Urrutia, presidenta de la Fundación Cuidados Dignos y autora del libro Cuidar. Una revolución en el cuidado de las personas (Editorial Ariel, 2018). “La prevalencia en España es altísima. Pero al contrario que en salud mental, la sujeción no es puntual sino crónica. La persona siempre es deficitaria, siempre tiene riesgo de caerse y por tanto se la sujeta a todas horas y prácticamente todos los días”. Y aún así, afirma, es perfectamente posible ofrecer un nuevo tipo de cuidado que destierre esta práctica y ponga el foco en la persona, en su dignidad y en sus valores. Hablamos con ella para saber cómo hacerlo posible.

Más información
La soledad, un gran hallazgo de la madurez
Los mayores de 65 años también pierden la fe
85 años y líder de una saga de cinturones negros de judo

PREGUNTA: Doctora Urrutia, ¿cómo podemos erradicar este tipo de prácticas?

RESPUESTA: Defiendo que cambiemos el enfoque, de manera que el cuidado se centre en las necesidades de la persona y no de la organización; allí donde más se sujeta suele ser indicativo de que están más centrados en sus necesidades organizativas, de labores, horarios… Hay que volver a un trato más humano. La sobrecarga de trabajo nos ha llevado muchas veces a centrarnos tanto en las tareas que hemos olvidado un poco a las personas. Es necesario un cambio en el comportamiento, en los espacios, usar terapias no farmacológicas, tecnología y sobre todo a través de la formación en ética y la dignidad del paciente.

Los equipos deben abrirse a otros perfiles profesionales: en lugar de ser solo médicos y enfermeras, entran el terapeuta ocupacional, psicólogo, fisioterapeuta, animador sociocultural, educador, trabajador social, etc. Y también nos obligará mucho a cambiar los procesos de trabajo; entre ellos, por ejemplo, intensificar la vigilancia de las personas y la actitud del personal. Se puede integrar a los enfermos en nuestras tareas, en vez de estar ellos por un lado y sanitarios por el otro.

P: ¿Qué consecuencias pueden tener las sujeciones en el paciente?

R: Desde el punto de vista físico, estreñimiento, incontinencia urinaria, infecciones o síndrome por inmovilidad. En el caso de sujeciones agudas, hematomas y dislaceraciones, heridas y traumatismos que puedes hacerte al intentar quitártelas... Desde el punto de vista psicológico, dejan de sentirse personas y sufren tristeza, apatía, ansiedad y vergüenza por estar atados. Por otro lado, los medicamentos tranquilizantes pueden hacer que su caminar sea aún más inestable, generen desequilibrio e incluso se caigan más fácilmente.

P: ¿Qué tipo de formación es necesaria?

R: Hay que profundizar mucho en la ética, los derechos y la dignidad del enfermo. Llevárnoslo al corazón de verdad. Praxis como sujetar hacen indigno al paciente. Hay que profundizar en la empatía y en habilidades sociales; acercarnos al paciente con un trato personalizado, a cada uno con lo que necesita, no solo educadamente. Si te quieres centrar en la persona, necesitas saber cómo es, su vida, sus deseos, sus preferencias. Este conocimiento no existe hoy en día en nuestras instituciones, y eso es lo que propongo introducir.

Las personas mayores, por su vulnerabilidad, son mucho más sensibles, y el trato es fundamental. Por ejemplo, si alguien no quiere ducharse, hay que preguntarse si eso le sucede con todas las personas o con una en concreto, porque muchas veces lo llamamos un trastorno de comportamiento cuando en realidad es una reacción de malestar, una respuesta al trato que está recibiendo de una determinada persona. Hay quienes tienen demencia o trastorno cognitivo severo, que no pueden hablar o expresarse normalmente, y expresan ese malestar gritando o pegando. Pero no porque sean violentos, sino porque están recibiendo un trato inadecuado.

P: ¿Qué errores se cometen, tanto desde el ámbito familiar como profesional?

R: Como país, somos aún muy paternalistas y delegamos las decisiones en el equipo sanitario, aunque el enfermo participe. Aquí está la clave: cuando alguien decide por otra persona, lo tiene que hacer por representación, en función de la persona que está tutorizando. Hay veces que las mismas familias te piden la sujeción, pero lo hacen por sus miedos y porque no tenemos unos procesos de cuidado que se centren en las personas. El problema no está en el paciente sino en la organización; se deben dar opciones pero manteniendo las mismas garantías de cuidado y seguridad. También puede darse que la familia los vea tan frágiles que no decidan por ellos sino por sus propios temores, o que no haya empatía hacia su familiar. No se está trabajando desde la perspectiva de su pariente. Una persona con deterioro cognitivo tiene derecho a que decidan por ella según sus propios valores. ¿Tú qué preferirías? ¿Qué durante el resto de tu vida te levantes cuando yo quiera o que lo hagas cuando tú lo desees, aunque puedas tener alguna caída?

Lo perverso del discurso aquí es decir que si no le sujetas se cae, porque no es cierto. Al final se caen lo mismo; el que está atado no quiere estarlo y se tira. Hay que aprender a trabajar sin sujeción. Propongo un equilibrio entre beneficio y riesgo, porque nos hemos cargado su calidad de vida. No somos unos temerarios a los que se nos haya ocurrido soltar las sujeciones sin tener una estructura, un modelo de cuidado concreto.

P: Mencionó antes el uso de la tecnología. ¿De qué manera puede ayudar en este nuevo modelo de cuidado?

R: Hay desde hace tiempo mobiliario tecnológicamente adaptado a la persona. Por ejemplo, camas bajas para las personas que se pueden caer, pero que también pueden elevarse para facilitar el cuidado; o con medias barandillas. Se puede instalar cámaras de vigilancia, porque no siempre puedes tener a una persona en la habitación. También hay pulseras de control de errantes, que pitan si el enfermo sale de una determinada área, o que te avisan de posibles caídas del paciente, incluso antes de que se produzcan. Con estas pulseras, pueden caminar libremente, con una serie de limitaciones.

P: ¿En qué espejo podemos fijarnos a la hora de ofrecer un mejor trato?

R: En Europa, Inglaterra o los países escandinavos son un referente porque allí apenas se sujeta y se va avanzando en sistemas centrados en la persona más rápidamente que en el resto. En Francia también se está profundizando en ello, y en España ya empieza a suceder. Los centros de personas con discapacidad y las residencias de personas mayores son quienes están impulsando este modelo, y de ahí se mueve hacia los hospitales.

En mi libro, detallo casos reales de personas concretas, tanto mayores como de otros perfiles, en residencias, hospitales e incluso a domicilio. Intento trasladar a la sociedad (familiares y profesionales) esta manera de cuidar.

P: ¿Existe algún tipo de resistencia a la hora de abordar este cambio?

R: Cada vez menos, pero hemos tenido que demostrar que había una ciencia, un modelo detrás de ello, que no éramos unos irresponsables. Luego… cualquier cambio organizativo es un lío, y el que yo propongo representa un cambio de 180 grados. Desde el punto de vista económico, se trata de dejar de invertir en unas cosas para invertir en otras. Lo que más miedo daba es que conllevara un aumento del personal, pero también hemos demostrado que no es cierto.

La Administración pública tampoco se ha mojado a la hora de apoyar explícitamente este modelo, incluso con leyes. Las personas tienen derecho a no ser sujetadas. Es cierto que en 2017 el Congreso aprobó una proposición no de ley para reducir el uso de sujeciones, y también en algunas autonomías como Andalucía y Cantabria, promovidas por Ciudadanos. Lo que pasa es que de momento no ha ido a más, aunque sí parece que lo están explorando.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Nacho Meneses
Coordinador y redactor del canal de Formación de EL PAÍS, está especializado en educación y tendencias profesionales, además de colaborar en Mamas & Papas, donde escribe de educación, salud y crianza. Es licenciado en Filología Inglesa por la Universidad de Valladolid y Máster de Periodismo UAM / EL PAÍS

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_