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Los jóvenes africanos se rebelan contra sus presidentes perpetuos

El Festival de Cine Africano de Tarifa y Tánger ofrece la mirada de las nuevas generaciones sobre la política y los lentos cambios sociales en el continente

Fotograma de la película 'Boxing Libreville'.
Fotograma de la película 'Boxing Libreville'.
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¿Realmente, la democracia avanza y se consolida en África? ¿Hay esperanza de que alguna vez lo haga? Mucho se ha hablado y escrito de las primaveras árabes que vivieron algunos países del norte del continente hace algunos años y de sus repercusiones al sur del Sáhara, ¿pero de verdad hay un movimiento revolucionario que recorre el África de norte a sur? ¿Se implican los jóvenes africanos en política?

Como tantas otras veces, y por mucho que Occidente se empeñe en ver a África como una unidad, cada país sigue su propio proceso y ritmo. Así lo muestra un rosario de películas exhibidas en la sección oficial, Hipermetropía, de la XV edición del Festival de Cine Africano Tarifa-Tánger que del 27 de abril al 5 de mayo se celebra entre las dos ciudades, a caballo entre dos continentes y dos mundos.

A través de la historia de un joven boxeador que se entrena sin cesar durante el día y trabaja de vigilante en una discoteca por la noche mientras que Gabón se enfrenta a unas elecciones presidenciales, el director Amédée Pacôme, muestra una alegoría de la lucha por la democracia. Una película, Boxing Libreville, que parece decir que no hay esperanza para el cambio en su país donde el presidente Alí Bongo gobierna desde 2009, cuando sucedió en el cargo a su padre, Omar Bongo. Una dinastía que preside el país prácticamente desde su independencia y que parece llamada a perpetuarse. La historia se sitúa en 2016, durante la campaña electoral que concluyó con la reelección de Bongo para un segundo mandato tras la derrota de su contrincante, Jean Ping, por un estrecho margen.

La constancia del protagonista, que continúa entrenando solo porque le gusta su deporte, se convierte en una alegoría de la tenacidad de los jóvenes gaboneses y una victoria en un combate se convierte en sinónimo de un primer triunfo en la lucha por la democracia que puede ser antesala de muchos otros que vendrán. “Esto es lo que mantiene viva la esperanza, esa posibilidad de cambio”, afirma Pacôme, presente estos días en Tarifa.

Quitando el renacer artístico, nada ha cambiado en esos países con la Primavera Árabe, todo sigue igual

Una juventud que vive conectada y conoce perfectamente lo que sucede en otros países del continente. “Los políticos tienen miedo de esto porque la juventud ahora tienen un medio que le permite conocer lo que sucede en otros países y sabe que las cosas pueden ser distintas, por eso, cuando hay problemas, lo primero que hacen los políticos es cortar las redes sociales”, explica el director.

También el ambiente de las elecciones presidenciales de 2014, sirve de fondo al documental del argelino Fayçal Hammoum: Vote off. El presidente Abdelaziz Buteflika buscaba y obtuvo su cuarto mandato, a pesar de su avanzada edad, sus problemas de salud, de no aparecer en público y de dirigir los destinos del país desde 1999. Es un retrato de los jóvenes de su propia generación que no superan los treinta años y nunca han votado: “¿Para qué ir a votar? Ya está todo decidido”, se pregunta uno de los protagonistas. Para Hammoum jóvenes y política siguen dos caminos paralelos que nunca se cruzan: “Nosotros trabajamos, queremos mejorar nuestras vidas, poder celebrar las alegrías, pero no nos mezclamos en la política. No esperamos que el sistema nos ayude, nos lo montamos de otra forma. Llevamos a cabo nuestra propia revolución al margen de la política”.

El director gabonés, Amédée Pacôme.
El director gabonés, Amédée Pacôme.Chema Caballero

Un documental rodado en su propia ciudad, Argel. “Quería captar algo para la generación futura, a pesar de que el resto de mi obra no va en esta línea”, apunta el cineasta. El resultado es el retrato de una juventud llamada a construir el mundo de mañana, pero que hoy parece despreocupa del gesto clave de toda democracia: votar. Entre imágenes de grúas y construcciones, el documental lanza un mensaje claro: la democracia no se construye de un día para otro.

Hammoum se muestra muy escéptico cuando se le pregunta sobre el impacto de las primaveras árabes. Piensa que en Occidente se ha “hipermediatizado” estas luchas. Lo que sí reconoce a estos “movimientos espontáneos” es el haber provocado un renacimiento artístico en los diversos países donde se han producido con un fuerte contenido político. “Quitando esto, nada ha cambiado en esos países, todo sigue igual”. Su documental explora este mundo a través del seguimiento de músicos que rapean sus lamentos y anhelos y periodistas independientes que a través de redes sociales e internet informan de los entresijos de la política y el control del Estado, a pesar de que los cortes de las conexiones.

El director argelino Fayçal Hammoum.
El director argelino Fayçal Hammoum.Chema Caballero

Un sentimiento contradictorio queda tras visionar estas obras: algo se mueve y mucho está cambiando en estos países, a pesar de que el ritmo, la forma y la urgencia no sean perceptibles a nuestros ojos occidentales. Muchas dudas se forman en la mente del espectador, casi tantas como les surgen a Christian, Ben y Jean-Marie, los protagonistas de Kinshasa Makambo, obra del congolés Dieudo Hamani. Los jóvenes luchan por el cambio político y elecciones libres en su país, la República Democrática del Congo. El presidente, Joseph Kabila, en el poder desde 2001, cuando sucedió a su padre, se aferra a su puesto. Por eso, los tres amigos se preguntan cómo cambiar la situación, si deben unir fuerzas con los líderes históricos de la oposición y sus poderosos partidos, si todavía es posible el diálogo o si la opción es el levantamiento popular con la posible consecuencia de un baño de sangre. En definitiva, una lucha interior y hacia fuera que ni las balas, ni la prisión ni el exilio son capaces de detener.

Esta parece ser la resolución de los jóvenes de muchos países africanos: la no resignación, el no cejar de empujar a su manera y a su ritmo por el cambio con la firme esperanza de que este llegará lo más pronto posible.

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