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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las mujeres se liberan del tacón de aguja

Se impone el uso de los zapatos bajos, una rebelión saludable y simbólica

Gabriela Cañas
Las ventas de los zapatos de tacón han caído un 12% el pasado año mientras que las deportivas femeninas han aumentado un 37%.
Las ventas de los zapatos de tacón han caído un 12% el pasado año mientras que las deportivas femeninas han aumentado un 37%.Víctor Sainz

Muchos pasajes de El abanico de seda, la novela de la escritora de origen chino Lisa See, estremecen. En la ignorancia occidental sobre ciertas costumbres orientales, una imaginaba que el empequeñecimiento de los pies de las chinas era un proceso artificioso pero casi natural. No se dejaba crecer al pie y punto. Pero no. Las vendas con las que se comprimían las extremidades de las niñas a partir de una cierta edad producían grandes dolores con inclemente ruptura de los huesos. El resultado eran jóvenes incapaces de andar normalmente e imposibilitadas de correr con la perspectiva de una torpe y dolorosa vejez de pies deformados. Un tormento, en definitiva, que escondía, sin embargo, un importante regalo: la belleza de esas diminutas pezuñas a ojos de los hombres. Cuanto más pequeñas, más elegante y codiciada era la fémina. Ya se sabe que los cánones de belleza son una convención social.

En Occidente perdura uno de esos patrones de moda que no es tan invalidante, pero que seguramente comparte un origen similar: el tacón de aguja. Es un suplicio singular. Obliga a sus usuarias a caminar como una zancuda, repercute negativamente en la musculatura de la pierna, sobrecarga el antepié (lo que produce metatarsialgias), aprisiona los dedos (si el zapato es de punta), produce rozaduras y heridas y obliga a desplazar el tronco hacia adelante, lo que provoca dolores cervicales. Se puede correr con ellos. Pero no es aconsejable. El premio es que los zapatos de tacón de aguja siguen siendo hoy el colmo de la elegancia.

Hay muchas mujeres que dicen utilizar el tacón de aguja por decisión propia y habrá que creerlas, pero esa voluntariedad choca con la obligatoriedad impuesta en todo tipo de pasarelas, ya sean de cine o de moda. Hay empresas que los exigen a sus trabajadoras. Las azafatas de congresos y demás eventos conocen bien el obligado tormento. Pero algo está cambiando hacia una costumbre más saludable. Gestos como el de Julia Roberts de caminar descalza por la alfombra roja del Festival de Cannes como protesta es un acelerador de la tendencia. La industria de la moda ya se ha lanzado y empieza a optar por las deportivas o por los zapatos planos.

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EL PAÍS Estilo lo contaba esta semana. En Estados Unidos las ventas de los zapatos de tacón han caído un 12% el pasado año mientras que las deportivas femeninas han aumentado un 37%. Hace años que en los escaparates de París se exhiben zapatos comodísimos para combinar con elegante y caro vestuario y millones de mujeres se conforman con su estatura y la longitud de sus piernas con tal de andar con agilidad y comodidad. Quizá parezca este un avance menor, pero no olvidemos que la causa femenina se ha visto favorecida en ocasiones por adelantos aparentemente irrelevantes y que el simbolismo es equivalente al que supuso liberarse del corsé.

Los tacones de aguja seguirán marcando el paso en muchos acontecimientos sociales, pero la moda es volátil y lo que hoy vemos con agrado quizá mañana sea repudiado, como ya ocurre con los pantalones campana o las cortas perneras de los futbolistas de antaño. Esta no es una rebeldía clave para la liberación femenina, pero libera los pies de tamaña tortura. No es poco.

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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