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La ablación se cuela en las aulas

Un proyecto apoyado por la cooperación española en Casamance (Senegal) ayuda a que los futuros médicos conozcan y aborden un tema tabú como es la mutilación genital femenina

José Naranjo
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“Recibo a muchas mujeres que ni siquiera saben que están mutiladas, se lo decimos nosotras cuando van a dar a luz”, asegura Ndeye Fatou Babou, matrona del Hospital de la Paz de Ziguinchor, en el sur de Senegal. Y explica las causas: “Es un tema del que no se habla abiertamente, muchas de ellas lo han sufrido cuando son muy pequeñas y no se acuerdan o lo han borrado de su mente al ser algo traumático y, además, viven en un entorno donde es lo normal”. Para luchar contra el desconocimiento de las mutilaciones genitales femeninas y de sus nefastas consecuencias, en primer lugar entre los profesionales de la salud, la Agencia Española de Cooperación para el Desarrollo (Aecid) acaba de financiar con 190.000 euros en dos años un proyecto en la Universidad Assane Seck de Ziguinchor.

El pasado 13 de diciembre, durante la visita de la Reina de España a Senegal, Mahawa Doumbia, miembro del Comité de Lucha contra la Violencia a las Mujeres (CLVF) se subía al estrado en la Facultad de Medicina y empezaba a hablar con voz rotunda: “Yo misma soy víctima de esta creencia ancestral”, dijo mientras el auditorio la escuchaba en un respetuoso silencio. “Insistí a mis padres para ir al bosque sagrado y acepté ser mutilada para que no me estigmatizaran. Luego comprendí que es un ataque a nuestra dignidad”, añadió. Días después, doña Letizia valoraba positivamente el espíritu de lucha de Doumbia y de otras mujeres y ponía el acento en la necesidad de dar a conocer el problema.

En el Hospital de la Paz, el doctor y jefe de Ginecología Serigne Modou Kane Gueye no parece muy optimista. “La tasa oficial en Senegal es del 27%, mientras que en Ziguinchor se eleva al 36%. Sin embargo, mi experiencia personal es que es mucho mayor, de en torno al 60%, y veo a muchas jóvenes que la siguen sufriendo. No ha habido una disminución después de la ley”, asegura. El doctor Kane se refiere a la prohibición legal, que data de 1999 y que, como ocurre en otros países, se revela insuficiente para reducir esta práctica. De hecho, la ley ha traído consecuencias positivas, las mujeres y jóvenes que se oponen a la misma encuentran respaldo legal, pero también negativas.

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Pincha en la imagen para ver la fotogalería.Xaume Olleros

“Ahora se practica en la clandestinidad, con el riesgo añadido de complicaciones y el temor de acudir al hospital si ocurren hemorragias o infecciones, además de que se lleva a cabo en niñas cada vez más pequeñas”, explica Kane. No es que esté en contra de la prohibición, pero cree que hacen falta medidas suplementarias para que esta sea efectiva. En Casamance, al sur de Senegal, la práctica está muy extendida, sobre todo entre etnias como los mandingas, los peul y los diola fogny, al norte del río. Y la resistencia al cambio es muy fuerte.

“Es normal. Forma parte de nuestras costumbres, de nuestras tradiciones”, asegura Fatou Badji, presidenta del CLVF y también matrona, “por eso es tan importante la sensibilización, que las mujeres entiendan que es nefasto para la salud de las niñas”. Badji, sin embargo, deja entrever un moderado optimismo. “Pasarán generaciones, pero llegará el final. Los médicos están en los hospitales, no sobre el terreno. Los cambios son lentos y apenas empiezan, hay que esperar”. A juicio de Aminata Diop, responsable de programas de la ONG Enda en Ziguinchor, también es una cuestión de educación. “Antes las mujeres no podían ni leer el Corán, ahora lo hacen y se dan cuenta de que ahí no se obliga a la mutilación”, apunta.

Ahora se practica en la clandestinidad, con el riesgo añadido de complicaciones y el temor de acudir al hospital si las hay

Hasta ahora el tema ha sido tan tabú que ni siquiera se ha abordado, sino de manera muy puntual, en la Universidad. El decano de la Facultad de Medicina, el doctor Noel Manga, cree que hacen falta nuevos enfoques. “Senegal lleva dos décadas luchando contra las mutilaciones, siempre desde el ángulo legal o comunitario, y sigue habiendo resistencias. Hace falta que comencemos con una aproximación médica o académica que pasa por la formación de profesores en la materia que puedan a su vez formar a los futuros médicos, pero también estimulando la investigación mediante ayudas a tesis doctorales, así como con la creación de un Diploma Universitario para matronas, médicos y enfermeros en mutilación genital femenina”, explica Manga.

Esta experiencia, que ya se está llevando a cabo en Gambia bajo los auspicios de la ONG Wassu Gambia Kafo impulsada por la profesora Adriana Kaplan, es la que pretende impulsar la Cooperación Española en Casamance en los próximos dos años, permitiendo que esta práctica y sus consecuencias se aborden de manera transversal en las distintas asignaturas de la carrera de Medicina. La Organización Mundial de la Salud considera que existen cuatro tipos de mutilación en los 28 países del mundo donde se practica, pero en Senegal las más extendidas son la I y la II, que conllevan la extirpación total o parcial del clítoris y, en algunos casos, de los labios menores.

La OMS considera que existen cuatro tipos de mutilación. En Senegal, las más extendidas son la I y la II, que conllevan la extirpación total o parcial del clítoris

Según explica el doctor Kane, “las consecuencias más frecuentes, sobre todo en el tipo II, son las infecciones recurrentes, ya que el vestíbulo de la vagina queda más expuesto, la infertilidad asociada a estas infecciones y los problemas en el parto al quedar más estrecho el orificio de salida del bebé”. Cuando una mujer que ha sido víctima de mutilación tipo II llega al hospital para dar a luz se le suele practicar una episiotomía preventiva para evitar las dificultades en la expulsión y los desgarros. Sin embargo, también hay que contar las consecuencias psicológicas y las relacionadas con las dificultades para disfrutar. “Muchas mujeres no saben lo que es el placer en el sexo y están convencidas de los beneficios de la mutilación”, añade Kane, quien cree que es urgente cambiar las mentalidades.

Aunque algunos profesionales de la salud consideran que sería positiva la “medicalización” de la mutilación al menos como medida provisional hasta que se alcance la erradicación, es decir, llevar a cabo un corte leve en un entorno seguro e higiénico para evitar consecuencias médicas con el objetivo de mantener la tradición y evitar daños mayores, lo cierto es que esta opción se enfrenta a una importante contradicción ética: ¿cómo provocar un daño que no le va a reportar ningún beneficio médico a una persona sana? Wassu Gambia, sin embargo, ha introducido con éxito en este país el concepto de iniciación sin mutilación, estimulando la celebración de un ritual de paso a la vida adulta en las jóvenes, pero que no incluya ningún tipo de mutilación.

“Los futuros médicos deben apropiarse de esta problemática, conocerla, investigarla, tratarla. Para ello hay que trabajar en las aulas”, asegura Alassane Diatta, exdecano e impulsor de este proyecto codo con codo con la Aecid. En las aulas de la Facultad de Medicina de Ziguinchor se hablará sin tapujos de las mutilaciones genitales femeninas, no solo en ginecología y obstetricia, sino también en psicología, anatomía y pediatría. “Lo tocábamos de paso, como de puntillas. Pero si queremos acabar con ella tenemos que abordarla, enfrentarnos a esta realidad”, concluye Diatta.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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