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Innovación y desarrollo, una historia con ¿final feliz?

¿Es la Agenda 2030 de la ONU un reto posible o imposible? Esta pregunta ha centrado el debate sobre cómo alcanzar los objetivos, organizado por el Centro de Innovación en Tecnología para el Desarrollo Humano de la Universidad Politécnica de Madrid

Kristopher Roller (UNSPASH)
Alejandra Agudo

Para Carlos Mataix, director del Centro de Innovación en Tecnología para el Desarrollo Humano de la Universidad Politécnica de Madrid (itdUPM), los Objetivos de Desarrollo Sostenible son "como una librería en la que se pueden encontrar historias con un final feliz". Así, si se logra el número 11 —que las ciudades sean inclusivas y seguras— "viviremos en urbes en armonía con la naturaleza, en entornos más gratos donde la desigualdad será casi inexistente", imaginaba el experto este miércoles en una charla sobre la también conocida como Agenda 2030 de la ONU. Sin embargo, de no conseguirse, el desenlace puede ser terrorífico: "Si no cambiamos las cosas, las ciudades del futuro se pueden parecer más a las que aparecen en la película Mad Max".

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¿De qué depende que la historia de la humanidad concluya de una manera u otra? La hoja de ruta ya está marcada: 17 Objetivos, 169 metas; una amplia lista de propósitos para alcanzar un mundo sin pobreza extrema ni hambre ni guerras, en el que las empresas pagan salarios dignos, los ciudadanos consumen de modo responsable y gozan de un planeta sano, una vez detenida la destrucción del medio ambiente. Fecha límite: 2030. ¿Posible o imposible? "Si aplicamos lo que conocemos basado en los datos y las tendencias que hay ahora, las 169 metas serán imposibles", se ha respondido. Pero Mataix opina que hay que creer que superar estos grandes retos es posible porque, de no hacerlo, caerán en el olvido. Una vez convencidos de que los finales felices son posibles, se buscarán soluciones innovadoras para alcanzarlos.

Este tipo de esperanza es la que hizo que Rita, una enfermera nigeriana que trabaja en el sistema de salud público británico, regresase a su país natal. Creyó en que con una buena idea era posible cambiar la realidad de las personas que, como su propia tía, sufren derrame cerebral en Nigeria. Su historia ha sido contada en el encuentro en Madrid por María Zapata, directora internacional de operaciones de Ashoka y responsable del programa global Changemakers.

"Rita está tratando de cambiar la idea de que un derrame cerebral es un castigo divino y concienciar de la importancia de identificarlo y pedir ayuda en las cuatro primeras horas. Ella está activando a las comunidades, a las victimas y a los familiares para que se conviertan en palanca de cambio en Nigeria", ha explicado Zapata. Ashoka la apoya, como a otros tantos miles de emprendedores sociales que no solo implementan una idea para mejorar la vida de unos pocos (o muchos), sino que además, despiertan a quienes les rodean para que también cambien el mundo (los changemakers —agentes del cambio, en inglés— en términos de la organización). "Este binomio, esta receta es la clave para la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)", ha añadido.

Jorge Barrero, director general de la Fundación COTEC para la Innovación, tiene otra fórmula. "Hay una idea que es un error, la de que tú, transformando tu entorno, vas a cambiar el mundo a gran escala y en el largo plazo. Y el enemigo lo sabe, la gente que no quiere cambiar las cosas, lo sabe", ha dicho. "Para que un cambio sistémico ocurra se requieren expertos, gente que sepa lo que hay que hacer. Pero eso no basta. También hacen falta influencers: periodistas, blogueros, líderes empresariales, profesores en las aulas y cualquiera de nosotros en una cena familiar… Y tercero, los facilitadores: los que saben cómo hacerlo, cómo aterrizar una buena idea", ha razonado.

Hay una idea que es un error, la de que tú, transformando tu entorno, vas a cambiar el mundo a gran escala y en el largo plazo Jorge Barrero, Fundación COTEC

El resto de intervinientes han coincidido con Barrero en que en este proceso de tener una buena idea e implementarla no solo vale con las acciones individuales de la sociedad civil. Para lograr los ODS hace falta innovar en las políticas públicas y también en el sector empresarial. Los Gobiernos, encargados de las primeras, tienen el problema de que "no pueden probar nuevas ideas antes de llevarlas a cabo gran escala", según Barrero. ¿Cómo saber entonces que funcionan y que contribuyen al objetivo para que el que han sido diseñadas? "Hay que trabajar en la evaluación y ver qué funciona y qué no", ha indicado. Porque algunas innovaciones funcionarán, pero otras "son ocurrencias y hay que desecharlas cuanto antes", ha continuado.

En este sentido, Zapata ha sugerido que los proyectos de los emprendedores sociales como los que apoya Ashoka pueden ser ese banco de pruebas de los Gobiernos. Y si algo funciona, que sean los Estados los que los amplifiquen. De tal modo, Nigeria podría tomar la idea de Rita, quien ha abierto clínicas para el tratamiento del derrame cerebral en unas pocas zonas rurales del país y ha creado un modelo de sensibilización respecto a este problema de salud con éxito, e implementarlo con fondos públicos en todo el territorio.

Guadalupe de la Mata, representante residente para el Fondo Europeo de Inversiones de la Unión Europea y cofundadora de InnovationforChange y PlanetforChange, ha recordado que el sector privado también tiene que estar implicado en la consecución de los ODS. Ha expuesto algunos ejemplos de empresas que están llevando a cabo proyectos en este sentido, "como Unilever, que forma a mujeres en India para que se conviertan en distribuidoras de sus productos y las incluyen en su cadena de valor". Para Mataix, estos ejemplos "son islas". "Nos está quedando una versión dulcificada. Y tenemos que desafiar a los sistemas de poder". ¿Lo conseguirán la ciencia y la innovación? ¿Es posible que las buenas ideas eviten que acabemos viviendo como en Mad Max?

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Sobre la firma

Alejandra Agudo
Reportera de EL PAÍS especializada en desarrollo sostenible (derechos de las mujeres y pobreza extrema), ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Miembro de la Junta Directiva de Reporteros Sin Fronteras. Antes trabajó en la radio, revistas de información local, económica y el Tercer Sector. Licenciada en periodismo por la UCM

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