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Carla Simón: cómo construí ‘Verano 1993’ y cuál será mi siguiente paso

Después de ganar tres Premios Goya, la realizadora catalana hurga de nuevo en su familia para asestar otro golpe creativo

Retratada para ICON, Carla Simón mira hacia adelante porque su primera película mira hacia atrás.
Retratada para ICON, Carla Simón mira hacia adelante porque su primera película mira hacia atrás.Tamara de la Fuente

Llega a la librería de los cines Númax en Santiago de Compostela relajada y feliz. Carla Simón (Barcelona, 1986) recibirá horas después el premio Cineuropa en la muestra del mismo nombre, algo insólito en una principiante, pero ella ya había conseguido la proeza más impensable: su Verano 1993 fue preseleccionada para los Oscar. Una película en catalán representando a España. Lástima que no pasara la última criba.

“Yo creo que el arte puede con los conflictos. Es bonito que esté pasando esto y nos demos cuenta de que es normal, como lo sería con una película gallega, vasca… La cinta es en catalán porque es el idioma de mi infancia y de los que me rodeaban. Punto”, explica. Al final, la vida es mucho más sencilla de lo que parece. Aunque no tanto la de Carla.

"El estigma del sida es muy absurdo para mí. Existía esa idea de que para contraer el VIH tienes que hacer algo malo y en realidad todos hacemos algo mal en algún momento de nuestra vida”

La historia de la realizadora de Verano 1993 es la de una generación diezmada por el sida: sus padres fallecieron con una diferencia de tres años a causa de esta enfermedad. Con seis, Carla tuvo que irse a vivir con sus tíos a un pueblo de La Garrotxa (Girona). “El estigma del sida es muy absurdo para mí. Existía esa idea de que para contraer el VIH tienes que hacer algo malo y en realidad todos hacemos algo mal en algún momento de nuestra vida”, dice.

Llama la atención la decisión de narrar un drama devastador desde la claridad. Verano 1993 es una película luminosa y radiante: “Mi primera decisión fuerte fue enmarcarlo todo en un verano. El argumento es muy dramático, sí, pero el verano en el pueblo le daba luz”. Sonríe al rememorar esos tiempos: “Yo no necesitaba una catarsis. Ha pasado hace mucho tiempo y he tenido la suerte de vivirlo de una manera muy abierta. Pero lo contaba como si le hubiera pasado a otra persona y hacer la película me reconectó con ese momento. La parte más bonita fue entender lo que sintieron los que me rodeaban”.

En la pantalla, Carla se convierte en Frida, interpretada por Laia Artigas, de rostro tenso y mirada culpable. “Cuando pierdes a alguien, sientes que te han abandonado. Es normal que pienses que has hecho algo mal”. Su interpretación deja entrever unas zonas de sombra que se alejan del concepto de los niños como seres de luz y la acerca a El espíritu de la colmena o Cría cuervos: “La psicología infantil es algo muy complejo. Su ambigüedad, la parte oscura… Todo eso me interesa mucho”.

La herida que supone la madre ausente, a la que solo podemos intuir, recorre todo el filme. “Era importante encontrar una manera de representarla. Muchas personas que leyeron el guion me dijeron que mi madre no estaba en él, y fue muy doloroso de oír. Me di cuenta de que no me acordaba de ella”, reconoce.

Quizá por eso Carla ha realizado Llacunes, un desolador corto documental que funciona como perfecto prólogo a la película. En él, su madre nos observa desde las imágenes raídas de un vídeo casero y esa joven, de rostro triste y alegre al mismo tiempo, flota en el recuerdo del espectador durante Verano 1993. “Guardaba cartas de mi madre y fui a rodar a los sitios desde donde las había escrito. Me daba cierto pudor”.

Carla Simón, el 3 de febrero, con su Goya a la mejor dirección novel.
Carla Simón, el 3 de febrero, con su Goya a la mejor dirección novel.Cordon

Como realizadora, es fiel a unas sensaciones casi impresionistas, pero no entra en la trampa de la recreación. A veces, la realidad no es buena guionista. Carla sí lo es: “Salvo tres o cuatro escenas, todo es ficción a partir de cosas que me habían contado. Me gusta poner al espectador en un sitio sin referencias y que poco a poco vaya entendiendo la historia y las relaciones. Me gusta el cine que te transporta a la vida real. Hay directores que huyen de eso, que ofrecen fantasías. Yo no”.

Descartada la nominación al Oscar (“una marcianada que nunca pensamos que fuera a pasar”), y con tres premios Goya en su haber (mejor dirección novel para ella, mejor actor de reparto para David Verdaguer y mejor actriz revelación para Bruna Cusí), ya tiene en mente su próxima película. “Cuento con una familia muy grande. Tengo un proyecto que quiero desarrollar en un pueblo de Lleida donde viven los parientes de mi madre. Otro relato sobre mi adolescencia…”, desvela.

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