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“No me creía lo que vi en mi tierra: niños con solo una caja de cartón”

Merve Cirisoglu ha financiado con su trabajo como ilustradora tres orfanatos en Malaui, Tailandia y Bangladesh. Ahora busca apoyos para escolarizar a menores sirios refugiados en Turquía

La ilustradora Merve Cirisoglu, a su paso por Bilbao.
La ilustradora Merve Cirisoglu, a su paso por Bilbao.Iñaki Makazaga
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“¿Y qué puedo hacer yo?”. Merve Cirisoglu (Kastamonu, Turquía, 1996) se hizo esta pregunta ingenua con tan solo 16 años ante la propuesta de una profesora para conseguir dinero en apoyo a diferentes ONG. “Me gustaba mucho dibujar, era muy buena en matemáticas y tocaba la guitarra”. Unió dos pasiones y decidió elaborar a mano marca páginas a la vez que daba algún que otro concierto de guitarra. A lo largo del curso recaudó más de 300 euros. El resto de compañeros fue más práctico pidió directamente dinero a sus padres.

Cirisoglu, feliz, pasó a estudiar Matemáticas en la capital y siguió rumiando la pregunta sin saber que en los próximos seis años iba a ser capaz de recaudar el dinero suficiente para construir tres orfanatos diferentes en Malaui, Tailandia y Bangladés. También le iba a dar tiempo a fundar su propia asociación para el apadrinamiento de menores huérfanos, Iyilikhane; a estudiar animación en Londres, donde ahora vive; y a ilustrar su primer cortometraje, The Box, con el que ha ganado 33 premios en los 135 festivales internacionales en los que se ha proyectado. En octubre de 2017 pasó por el Festival de Cine Invisible de Bilbao y su voz seguía sonando ingenua. “Tan solo me decidí a hacer lo que mejor sabía”.

Habla despacio, su voz suena suave y un velo redondea su rostro. Junto a su mochila, una bolsa llena de marca páginas. El que más le gusta muestra un pingüino con flotador portando un helado enorme lleno de bolas de sabores. “Todos los he dibujado yo”. Y en esos marca páginas se sustenta la fuerza de Cirisoglu para movilizar a personas con el objetivo de apoyar proyectos solidarios. Primero los hizo a mano, con bolígrafos, cartulinas de colores y tijeras. Cursaba ya segundo de carrera y una campaña de una ONG le llamó la atención: Si tú lo ves, ellos verán. La ONG buscaba apoyo para financiar el material quirúrgico necesario para operar cataratas en diferentes países de África.

Cirisoglu abrió de nuevo la caja de los rotuladores y le planteó a su compañera de piso la idea de elaborar un marca páginas para vender entre sus compañeros de universidad. “Con 100 euros recaudados, financiábamos tres operaciones de cataratas”. Ese era su objetivo. Iban a vender cada diseño a un euro y se dieron un mes de plazo para vender los 100 primeros. “Me gustaba mucho elaborar caricaturas e intenté retratar la vida de los universitarios”. Primer día de ventas en la clase y objetivo conseguido sin salir del aula. “La gente nunca había visto un marca páginas. Les llamaba mucho la atención y vendimos 80 a lo largo de ese día”.

Tenía tanta gente solicitando ayudar y tantos proyectos en marcha que decidimos crear una asociación

Al caer la noche, no se resistieron a elaborar otros cien. “El segundo día vendimos 50, la gente se acercaban a pedirnos más diseños”. Acudieron a una imprenta para agilizar los recortes y les propusieron pasarse a un material más resistente como el PVC, cambiar las tijeras por una guillotina y los dibujos a mano por diseño digital. Así que esa misma semana tenía ya a todas sus amigas en casa produciendo una tirada de mil marca páginas. “A cambio les ofrecí café y galletas”. De las tres primeras operaciones, pasaron a financiar 30, y regresó a la imprenta: "Necesito un método más rápido, que me voy a quedar sin amigas". La imprenta asumió el reto y se convirtió en un voluntario más de sus proyectos.

La voz se había corrido ya por su universidad y muchos eran los que le escribían por redes sociales para realizarle encargos. “Incluso de otras facultades y de otras ciudades. Me pedían 100 de golpe y yo, feliz”. Entonces, la pregunta reapareció: “¿Y que más puedo hacer yo?”. La ONG le propuso ir a por los 60.000 euros que necesitaban para construir un orfanato en Malawi para 45 niños. Conseguido para final de ese curso. Y saltaron las cifras. Se propuso entonces otro en Tailandia con un presupuesto de 130.000 euros para 360 niños. Su vida pasó a ser “estudiar y elaborar marca páginas”. Así durante el siguiente curso. Este año se graduarán los primeros niños del orfanato de Tailandia. Lo cuenta con una sonrisa. Su mochila sigue junto a ella, la bolsa de marca páginas también.

Trailer de The Box, de Merve Cirisoglu

Extenuada, llega al último año de carrera. “No podía más. El desgaste de la última campaña me había agotado”. Le invitan a visitar Tailandia, a conocer en qué se han convertido sus marca páginas, y vuelve rendida: “No podía decirles que no, comenzamos a recaudar fondos para otro en Bangladés”. Pero decide crear su propia estructura. “Tenía tantos voluntarios, tanta gente solicitando ayudar y tantos proyectos posibles en marcha que decidimos crear una asociación”. Con ella, madura la posibilidad de apadrinar niños: cada nueve amigos, apadrinan a un menor con 100 euros al mes. Y decide que sean niños huérfanos de Turquía. “Muchos ponen tan solo cinco euros al mes, pero entre todos llegamos a apadrinar los estudios de más de 270”. Una vez más, lo consigue. Su tono de voz no varía. Ella lo ve todo lógico, tal vez matemático: “Cuantos más seamos, a más niños llegaremos”.

Con la asociación Iyilkhane en marcha visita el campo de refugiados de Oncupinar, en la frontera turca con Siria. Fueron pocos días, pero regresa rota. “No me creía lo que veía en mi propia tierra: niños con tan solo una caja de cartón”. Al regreso a su casa, mantiene contacto con Yasin, un niño de 12 años atormentado por la guerra. “Le invité a pasar unos días en la capital para conocer algo más el país y su familia aceptó porque lo estaba pasando fatal”. Fue una semana, pero suficiente para caer en la cuenta del valor del apoyo psicológico a todos estos menores. Y de nuevo, planta cara a aquella pregunta que comenzó a rondarle a los 16 años, que a tantos lugares le ha llevado y que ha generado una cadena de ayuda tan grande. “Decidí que los voluntarios debían apadrinar a los menores con dinero pero también con su tiempo: nuestro próximo reto pasa por dar apoyo psicológico a los niños huérfanos de nuestro país y a los refugiados sirios”.

A estos últimos ha dedicado The Box, la película de animación que cuenta la relación de un niño con una caja de cartón. Comienza en su casa junto a su gato y la caja como juguete y termina solo en altamar sobre esa caja como su único salvavidas. “Es, en parte, la historia de Yasin y de los niños que allí conocí”. Otra acción llena de mensaje. Esta vez, elaborado desde Londres con el objetivo de atraer más miradas hacia los temas que le preocupan, sin levantar la voz, sin dar excesiva importancia a sus capacidades. “Tan solo hago lo que mejor sé hacer”. Sin duda, Cirisoglu encarna la fuerza de la empatía.

“Si lo ves, ellos verán”

I. M.

A Merve Cirisglu le gustaba seguir las campañas de las turcas ONG. Una especializada en operaciones de vista en África le llevó a la acción. Con 100 euros podía financiar tres operaciones. De aquella iniciativa ha surgido toda una cadena de apoyos que moviliza a cientos de personas y que ha hecho posible que fundara su propia asociación en apoyo a niños huérfanos. Y en especial, a los menores llegados a Turquía desde Siria. Son más de 8,4 millones de niños afectados por la guerra, son más de 5,7 millones los que necesitan apoyo educativo y son 3,3 millones los desplazados de sus casas. De todos esos, 15.000 han cruzado en soledad las fronteras.

De esos menores habla ahora Cirisglu en su primer cortometraje de animación “The Box” para tal vez generar el mismo chispazo que le generó a ella el lema de aquella campaña: “Si lo ves, ellos verán”. Ahora busca personas que deseen apadrinar la escolarización de esos menores y den también su tiempo para aliviar los traumas psicológicos de la guerra.

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