¡Despedido!
Nada mejor para demostrar dotes de mando y humanidad de fin de año que zumbarse a un empleado cuando está convaleciente
Para quienes -ingenuos de ustedes/de nosotros- siguen creyendo que el deporte debería tener que ver con los héroes anónimos y no con los delincuentes financieros, con la pasión y no con la estrategia, con la sorpresa y no con el cálculo, con el juego de jugar y no con el juego de apostar, con dar ejemplo al niño que pelotea en el pasillo de casa y no con el niñato de 18 que se atiza un Ferrari con la primera paga, en definitiva, con el fútbol y no con el negocio, 2017 se marchó dejando una mala noticia.
En este caso el culpable no es anónimo. Se llama José Castro y es el presidente del Sevilla. Todo un tío.
Este señor (¿?) anunció en la víspera de la Nochebuena –en la víspera de la Nochebuena- que su Consejo de Administración acababa de destituir al técnico argentino Eduardo Berizzo como entrenador. “Hemos mostrado que no nos tiembla el pulso”, decía el comunicado del Sevilla.
En el momento del despido, Berizzo tenía al equipo clasificado para los octavos de la Champions y de la Copa del Rey, además de quinto clasificado en la que los cursis triunfalistas del fútbol español llaman a cada rato “la mejor liga del mundo”. Dos. Berizzo tiene cáncer de próstata. Fue operado a finales de noviembre y en cuanto pudo atravesó España entera en tren (los médicos le habían desaconsejado el avión) para llegar al partido en Anoeta contra la Real Sociedad, que el Sevilla perdió por 3-1 y que supuso, de facto, su destitución.
Nada mejor para demostrar dotes de mando y humanidad de fin de año que zumbarse a un empleado cuando está convaleciente, y encima currando. Joder, es que oye, Berizzo, no haberte puesto enfermo, a quién se le ocurre, por la Virgen de la Macarena.