_
_
_
_
_

“Medellín no es la de Netflix”

La ciudad es ejemplo en América Latina para luchar con uno de los principales problemas de la región: la inseguridad

Wagner Moura, actor que interpreta a Pablo Escobar en la serie 'Narcos'.
Wagner Moura, actor que interpreta a Pablo Escobar en la serie 'Narcos'.Netflix
Pablo Linde
Más información
¿Qué tiene el transporte público de Medellín para ser un modelo en Latinoamérica?
Medellín, el (no) lugar
La conquista del espacio público
Las UVAS de la vida

Medellín es un referente urbano y de superación de la violencia en todo el mundo. Pero el éxito de la serie Narcos devolvió el recuerdo de Pablo Escobar y los años negros de la ciudad a millones de personas. Esto irrita a muchos paisas, empezando por su alcalde: “Medellín es muy diferente de la que aparece en Netflix [productora de la serie]”.

Los antioqueños presentes en el auditorio celebraban con un entusiasta aplauso estas palabras de Federico Gutiérrez Zuluaga en la IX Semana de la Seguridad, que se celebró entre el 27 de noviembre y el 1 de diciembre en Bogotá y Medellín. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), organizador del evento, no eligió las ciudades por casualidad. Esta última era en 1993 la urbe más violenta del planeta, con 381 homicidios por cada 100.000 habitantes. “No era fácil salir de casa y despedirse de la familia sin saber si uno iba a regresar”, recuerda Gutiérrez, que por entonces tenía 18 años. Hoy esta tasa ha bajado a 22, todavía muy por encima de los países desarrollados (en la Unión Europea está en 3,3), pero por debajo de la media de Colombia (25,2).

“Tuvimos que tocar fondo para entender que teníamos que salir adelante”, reflexiona el alcalde de Medellín, quien pone en valor que “los grandes empresarios no se fueron de la ciudad, las universidades siguieron formando a la gente en ética y valores, las familias se unieron…”. “Es difícil encontrar una urbe con tanto sentido de pertenencia de la ciudadanía”, resume.

Más allá de medidas concretas, todos los expertos coinciden en señalar que el secreto del éxito de Medellín para vencer a la violencia fue la capacidad de poner a todos los actores sociales —ciudadanos, empresas, políticos…— a remar en la misma dirección. “Pasan los alcaldes, pero siguen las políticas. Ha venido sucediendo desde Sergio Fajardo [regidor de la ciudad entre 2004 y 2007 y actual candidato a la presidencia de Colombia]. Si uno mira la experiencia en Latinoamérica no es algo común”, reflexiona Diego Arisi, especialista líder en modernización del Estado en la oficina del BID en el país.

La capital de Antioquia registró 381 muertos por cada 100.000 habitantes en 1993. Hoy la tasa es de 23

Con una sociedad concienciada, una de las principales herramientas de Medellín para cambiar su cara —en sentido literal y metafórico— fue un urbanismo enfocado a la transformación y la convivencia. Como explica Natalia Castaño, arquitecta y urbanista de la Universidad Eafit, es una ciudad profundamente dividida, con grandes diferencias socioeconómicas entre norte y sur. Por eso, el transporte público se convirtió en una de las obsesiones de sus gobernantes, que la dotaron con metro, carriles exclusivos de autobús, tranvía y metrocable, un sistema de telecabinas que conecta los barrios marginales que crecieron en las montañas que rodean el valle de Aburrá.

Las conexiones vinieron acompañadas de la apropiación de los espacios públicos: tanto con infraestructuras para hacerlos más seguros y amables (arbolado, iluminación...), como con un trabajo comunitario que implicó a los habitantes de los barrios. El trabajo con ellos fue clave para que las canchas, antaño terreno de pandillas, sean hoy espacios de deporte y convivencia; y para que la cultura no fuera solo algo de museos y bibliotecas, sino que se practicara en las calles. “Es la importancia de no construir solo con políticas de abajo arriba, o viceversa, sino con un trabajo colaborativo y horizontal, que se valga de las inteligencias colectivas que existen en cada barrio, en cada institución”, resalta Castaño.

Todo esto convirtió a Medellín en un ejemplo para el mundo. “Ciudades como esta, Bogotá, Quito o San Salvador, han mostrado un fuerte liderazgo, una gobernanza local y nacional que ha mostrado la posibilidad de reducir fuertemente la inseguridad”, apunta Nathalie Alvarado, coordinadora del área de Seguridad Ciudadana del BID. Son referentes para darle la vuelta a una situación que no solo es injusta para los ciudadanos, sino que supone un lastre para el avance de la región. “El desarrollo sostenible no se puede lograr sin seguridad. En América Latina mueren 11.000 personas al mes a causa de la violencia, el equivalente a un accidente de avión cada día del año. La tasa de asesinato de mujeres duplica el promedio mundial”, enfatiza Alvarado para mostrar la magnitud del problema.

La moda en Medellín, sin embargo, no es tanto visitar estos barrios rehabilitados o el Museo Casa de la Memoria —donde se reflexiona sobre el pasado de la ciudad con el fin de aprender lecciones de futuro— como realizar narco-visitas a todos los lugares emblemáticos de los carteles de la droga. Uno de ellos es el Edificio Mónaco, un ruinoso inmueble que sirvió de residencia a los Escobar en los años ochenta. El Ayuntamiento tiene intención de derribarlo y construir un parque en honor a las víctimas de la violencia. “Tenemos que contar nuestra historia sin olvidar lo que pasó”, asegura el alcalde. “Los símbolos son muy importantes”.

Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_