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El monje que graba los abusos en Camboya con un dron

El budista Luon Sovath utiliza toda la tecnología a su alcance, incluidas emisiones en directo en redes sociales, para denunciar los ataques a los derechos humanos en su país

El monje que graba los abusos en Camboya con un dron.Vídeo: Lola García-Ajofrín
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Luon Sovath se autodenomina “un monje multimedia”. El 22 de marzo de 2009 recibió una llamada que le avisaba de que en su pueblo natal, en el distrito camboyano de Chikraeng de la provincia de Siem Reap, el Gobierno había concedido todas las tierras agrícolas a una empresa. Sovath acudió corriendo y grabó con su pequeño móvil el espectáculo: las familias llorando y gritando, la policía militar disparando con rifles, una excavadora aplastando lo que hasta ahora habían sido hogares de familias como papeles arrugados, los tejados de lata bailando entre los escombros, vecinos salvando las pocas pertenencias que poseían... El monje, nervioso, registró todo lo que pudo.

Hubo cuatro heridos graves, entre ellos, su hermano y su sobrino. Aquellas familias no tenían el título de posesión de la tierra porque el régimen de los jemeres rojos prohibió la propiedad privada, pero aseguraban que llevaban viviendo en ellas más de 80 años. Los terrenos acabaron siendo confiscados y ese día Sovath comenzó a usar la tecnología para denunciar los abusos en Camboya, en especial, en lo referente a las evacuaciones forzosas.

Organismos internacionales como Human Rights Watch no dejan de denunciar que las personas más pobres de las zonas rurales y urbanas pierden sus tierras en Camboya debido a las concesiones ilegales otorgadas a firmas extranjeras, funcionarios gubernamentales y aquellos con conexiones con funcionarios del Gobierno. En un informe de 2009, la organización ya denunciaba que se había convertido "en uno de los problemas económicos y sociales más críticos” y que en numerosas ocasiones, la policía y los soldados habían empleado una fuerza excesiva en los desalojos.

La situación no ha mejorado desde entonces. En el informe de HRW de 2017, la organización afirma que “las promesas del Gobierno de poner fin a décadas de prácticas de requisamiento de tierras no tuvieron un efecto positivo general”. Habla de 10.000 familias afectadas al año. En total, entre 2000 y 2014, los conflictos por la tierra afectaron a unos 770.000 camboyanos, según la causa presentada en el Tribunal Internacional de La Haya por un bufete de abogados londinense.

Si ante tanta injusticia, un monje ve lo que pasa y se queda callado, para mí, no es un buen monje

El activismo mediático de Luon Sovath, de 37 años, le ha salido caro. La entrevista se produce en una pagoda en la periferia de Phnom Penh que no está registrada en el Ministerio de Cultura y Religión. Vestido con una larga túnica y descalzo, cuenta que le han detenido en numerosas ocasiones y el Patriarca Supremo Non Nget —el equivalente al Papa para los budistas camboyanos— le prohibió la entrada a todas las pagodas, alegando que violó las políticas religiosas. “No tengo una como el resto de monjes, solo puedo vivir en esta porque no está registrada”, explica. Hasta 2015, residió en la oficina de Licadho, una ONG de Derechos Humanos.

“Me han bloqueado cinco páginas de Facebook y las cuentas de Gmail y Yahoo. Creo que lo hicieron a través del número de teléfono porque cuando creas un correo electrónico o un perfil, la compañía necesita un código de seguridad y el código de seguridad necesita un número”, argumenta. Dice que ahora está usando una página con más de 70.000 seguidores, “pero la vieja cuenta que destrozaron tenía una gran audiencia. Y, ¿por qué la destruyeron? Porque saben que es muy fuerte”, asegura. Sostiene que las amenazas no le van a detener: “Sigo fuerte. Me acusan de destruir el budismo y de ser un monje político, yo creo lo contrario; si ante tanta injusticia, un monje ve lo que pasa y se queda callado, para mí, no es un buen monje”, asevera, rodeado de cachivaches tecnológicos.

Víctimas de evacuaciones forzosas protestan en las calles de Phnom Penh. HRW denuncia que los conflictos de tierras afectan a unas 10.000 familias camboyanas al año.
Víctimas de evacuaciones forzosas protestan en las calles de Phnom Penh. HRW denuncia que los conflictos de tierras afectan a unas 10.000 familias camboyanas al año.Lola García-Ajofrín

Hay cables, móviles, baterías, objetivos y discos duros por toda la habitación: sobre el sofá, sobre la mesa, apilados en un cajón... Sovath explica que utiliza la tecnología “para que los camboyanos que viven aquí y fuera sepan de verdad lo que ocurre”. “En Camboya, uno de los grandes problemas es que nuestro sistema judicial no es independiente y los medios no son independientes tampoco, están controlados por el poder y cuando algo está controlado por el poder, existe la corrupción, la violencia y hacen sufrir a la gente”, expone.

“Mira, este es el primer móvil que usé en 2009 para grabar las violaciones de derechos humanos”, dice, mientras sostiene un pequeño teléfono negro con teclado. “No era tan inteligente como este de ahora, que es moderno”, bromea, comparándolo con un smartphone. Aquel día grabó el vídeo, lo editó y lo copio en CD. Repartió más de un centenar para que la gente supiera lo que había ocurrido. “No quieren que veamos ni oigamos lo que está ocurriendo”.

Durante este tiempo, ha desarrollado sus trucos. Ágil, el reverendo Sovath da un salto sobre la cama y empieza a sacar artilugios de un armario: “Tenemos más suerte que antes porque ahora tenemos medios inteligentes”. Muestra un teleobjetivo: “Con este puedo fotografiar las protestas sin ser descubierto, pero ya casi no lo uso, prefiero el móvil, es más rápido”.

No quieren que veamos ni oigamos lo que está ocurriendo

Saca un dron: “Con este otro puedes grabar a mucha gente”. Lo mueve de un lado para otro como si estuviera planeando. “Pero es difícil esconderlo, prefiero este. Muestra otro. Sus aspas se pliegan y lo guarda bajo la túnica. Su artilugio preferido lo saca de una caja pequeña. Son gafas con cámara oculta. Se las pone. “Las uso en el campo, porque grabar allí no es seguro”, dice con una sonrisa. “Antes, cuando me arrestaban, me quitaban el teléfono, la cámara, todo, y me cacheaban el cuerpo, pero no sabían que aquí también había una cámara”, dice divertido sujetándose las gafas. “Así que una vez, grabé todo: el arresto, las amenazas... Cuando me liberaron, subí el vídeo a YouTube y a Facebook. El problema es que cuando se acaba la batería se acaban las evidencias”, agrega.

Sovath explica que, antes, todos los aparatos los compraba con el dinero de sus lienzos. Pinta óleos de pasajes de la historia de Buda. Pero en los últimos tiempos, ha recibido mucho apoyo de organizaciones internacionales y donaciones de camboyanos, que le han ayudado a equiparse. En 2012, Luon Sovath recibió el Premio de Derechos Humanos Martin Ennals y varios reconocimientos de HRW. Este año ha aparecido en el documental Cambodian Spring, un retrato íntimo de tres camboyanos que el documentalista británico Chris Kelly filmó durante seis años y en el que muestra cómo se ven atrapados por el desarrollo caótico de la Camboya moderna. “Pronto todos los pobres se irán. Solo quedarán los ricos. No quieren a gente como nosotros viviendo en su bonita ciudad”, explica una de las víctimas de las evacuaciones en la película.

Fui el primero y antes me miraban como a un loco pero ahora hay muchos monjes activistas multimedia como yo

Sovath cree que hasta ahora no le ha pasado nada “porque tengo el apoyo de mucha gente y de organizaciones internacionales”. E insiste en que no tiene miedo, aunque reconoce que no sabe lo que ocurrirá en el futuro “porque el Gobierno quiere crear una nueva ley contra Facebook”.

En la cuenta atrás para las elecciones presidenciales de Camboya, previstas para julio de 2018, se esfuma todo aquello que pueda hacer sombra al primer ministro, Hun Sen, en el poder desde hace 32 años. En septiembre, el histórico periódico en inglés Cambodia Daily fue obligado a cerrar, así como dos emisoras financiadas por EE. UU., Voice of America y Radio Free Asia. El pasado 16 de noviembre, el Tribunal Supremo de Camboya ilegalizó al único partido de la oposición, el Partido de Rescate Nacional de Camboya (PRNC) e inhabilitó durante cinco años a 118 de sus dirigentes.

Sovath dice que no está solo. “Fui el primero y antes me miraban como a un loco pero ahora hay muchos monjes activistas multimedia como yo”. Tras los comicios de 2011 incluso se gestó una especie de agencia de difusión de monjes, la Red Independiente de Monjes para la Justicia Social (IMNSJ, por sus siglas en inglés). Los monjes de Camboya tradicionalmente se han implicado en la lucha por los derechos sociales. En 1941, lideraron las protestas anticoloniales denominadas Revolución de los Paraguas. Hoy, jóvenes, formados y en la Era de Internet, donde hay una protesta en Camboya, allí están las túnicas azafrán, smarthphone en mano.

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