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Hombres, uníos a la lucha (por la igualdad)

Sol Undurraga

El papel de la mujer ha cambiado radicalmente en las sociedades más desarrolladas durante las últimas cuatro décadas. Pero aún queda mucho por hacer. Y para conseguir la ansiada igualdad, el apoyo de los hombres es clave

LA PALABRA empoderarse le viene como anillo al dedo a la mujer del siglo XXI. La mujer todoterreno se siente fuerte, capaz, independiente, emocional y económicamente. Su papel en la sociedad ha cambiado en los últimos cuarenta años, en parte debido a su paulatina incorporación al mercado laboral. Desde entonces, la incesante lucha por la igualdad salarial, por ocupar posiciones de poder en el ámbito empresarial e institucional, la conciliación laboral o las medidas de discriminación positiva han configurado un rol femenino más activo. Pero aún con todo, las estadísticas demuestran que todo lo andado hasta ahora no es suficiente. Ningún país ha alcanzado la igualdad de género e incluso los más igualitarios ofrecen menos oportunidades para ellas.

Un dato significativo: el 44% de los europeos sigue pensando que el papel más importante de la mujer es cuidar de la casa y la familia. Y lo creen el 44% de las mujeres y el 43% de los hombres. El mismo porcentaje estima que el papel más importante del hombre es ganar dinero. Ellas siguen ganando mucho menos. Así que estos datos reflejan que ambos géneros tienen mucho camino por recorrer hasta alcanzar la verdadera igualdad. Para ello es necesario no sólo definir los roles de ambos. Las mujeres, por nuestra parte, hemos necesitado tanto tiempo para luchar por nuestros derechos que hemos olvidado que estos cambios repercuten en la figura tradicional del varón. Ahora les toca también a los hombres hacerse preguntas. Es necesario que entiendan nuestra causa. No queremos depender unos de otros, pero sí compartir y caminar en paralelo para trasmitir un modelo de auténtica igualdad. Sólo si trabajamos estos valores desde la infancia, entre hermanos y hermanas, compañeros y compañeras, madres y padres o parejas de todos los géneros lograremos adecuar las tareas y romper los esquemas hasta encontrar un equilibrio. 

Sol Undurraga

Cuando hablo con muchos hombres en las terapias de pareja, la sensación que tengo es que se sienten descolocados. “Me dice que participe más en casa y cuando lo hago resulta que todo lo hago mal porque tiene que ser a su manera”. “Si le digo que salga a hacer running tranquila, que yo me quedo solo con los niños, me dice que se va a agobiada. Realmente no sé lo que quiere”. “Cuando tengo la iniciativa de preparar la cena, al final tenemos una pelea porque no conseguí adivinar lo que ella hubiera puesto para cenar”. “Hemos cambiado de residencia porque su trabajo era mejor, ella ganaba más que yo. Mientras yo encuentro empleo, me dedico a la casa, pero de verdad que me siento como un completo inútil, tengo la sensación de no aportar lo que debería, me da vergüenza que mi mujer aporte económicamente y yo no pueda”. Estas frases reflejan hasta qué punto la cultura machista está arraigada en nuestra sociedad y el desconcierto que tienen los hombres con el cambio del papel de la mujer. Muchos varones han cambiado el chip y se adaptan a su nuevo rol: disfrutan al máximo la baja por paternidad, intentan salir antes del trabajo y estar más con los pequeños, se involucran en los roles domésticos. Otros, que siguen siendo mayoría, no tienen la iniciativa ni idea de cómo ejercer su función familiar y social. Pero todo es cuestión de tiempo, concienciación y lucha. Y si estamos unidos en esta encrucijada, saldremos ganando ambos géneros.

 

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