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3.500 Millones
Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez
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Los sueños explotados

La explotación sexual y laboral afecta a miles de personas en Kenia

Pintada en las calles de Nairobi.
Pintada en las calles de Nairobi. Arts to end slavery

Con tan solo 14 años, Jahaira dejó a su familia en una zona rural de Kenya para ir a vivir con su tío. Él se había ofrecido a cuidar de ella y cubrir los costos de su educación –demasiado elevados para sus padres– para que pudiera tener la oportunidad de un futuro mejor. Sin embargo, desde que llegó, la adolescente acabó ocupándose de todas las tareas domésticas, sin tiempo apenas para ir a la escuela, ni salir de casa, ni ir a jugar como cualquier niño o niña debería hacer.

Después de un año siendo explotada laboral y sexualmente por su tío, decidió contarlo a uno de los miembros de la escuela que la ayudó a denunciarlo ante un oficial de niños en el distrito que se puso en contacto con HAART. Ahora Jahaira está a salvo pero tiene que lidiar con el resultado de tal abuso, que crece en su vientre mientras recibe asistencia y cuidados en el refugio.

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La historia de Jahaira es real aunque su nombre es ficticio. Historias como la suya las experimentamos a diario en HAART Kenya, una organización local keniana que lucha contra el tráfico de personas asistiendo a víctimas, abogando por el procesamiento de los perpetradores y las perpetradoras y creando conciencia pública sobre la temática desde 2010.

Sin embargo, la historia de Jahaira bien podrían ser las historias de cualquiera de las más de 40 millones de víctimas de tráfico de personas que existen a nivel global. De acuerdo con el informe ‘Estimaciones mundiales de la esclavitud moderna: trabajo forzoso y matrimonio forzado’, presentado por la Alianza 8.7 en 2016. De estos 40 millones de personas, cerca de 25 se encuentran en situación de trabajo forzado. De ellas, 71 % son mujeres.

Más de 40 millones de personas son víctimas de tráfico en el mundo

Casi cinco millones son explotadas sexualmente, de los que la práctica totalidad son mujeres y el 20 % son niños y niñas que pasan de media más de 23 meses en esta situación. Dieciséis millones son víctimas de trabajo forzado en el sector privado, incluyendo trabajo doméstico, construcción, manufacturas, agricultura, pesca o minería, entre otras.

Mientras tanto en Kenya, el Acta sobre Tráfico de Personas aprobada en 2010 aún se encuentra lejos de ser implementada en su totalidad, dejando numerosos vacíos entre los cuales se esfuma el respeto por los derechos de las víctimas de tráfico de personas y se dificulta el trabajo de organizaciones de la sociedad civil como HAART Kenya.

La falta de oportunidades a nivel local, la pobre regulación de las distintas agencias de reclutamiento, la falta de capacitación de las autoridades judiciales, migratorias y policiales –en muchos casos, agentes clave en el reconocimiento de un caso de tráfico de personas–, las tensiones sociales internas y un sistema que criminaliza a la víctima como inmigrante ilegal, son solo algunas de las razones por las que el tráfico de personas continúa siendo la segunda actividad criminal más lucrativa en el mundo después del narcotráfico, con una producción anual de 150.000 millones de dólares, según la Organización Internacional del Trabajo.

Cerca de 25 millones de personas son explotadas laboralmente y el 71 % son mujeres

En esta situación, la cooperación de las distintas instituciones gubernamentales, junto a una sociedad civil involucrada y organizada y una población consciente de las consecuencias de sus actos en el día a día, resultan más que necesarias para paliar las consecuencias de una actividad criminal de este tipo. La implementación de políticas de turismo responsable, la regulación de agencias de reclutamiento, el involucramiento del sector privado en la puesta en marcha de políticas de contratación responsable y la capacitación del personal judicial y de seguridad son solo algunas de las medidas necesarias para provocar un impacto positivo.

De cualquier modo, la principal necesidad es que cada una y uno de quienes formamos parte de esta sociedad globalizada, tomemos consciencia de nuestros actos. Empleadores de servicio doméstico, consumidores de trabajo sexual, administradores de compañías del sector turístico, turistas, todas, todos, tenemos un papel que cumplir en contra del tráfico de personas.

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