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Ciencia contra una vieja (y mortal) enemiga

Las nuevas técnicas para frenar la tuberculosis van desde una pastilla con un sensor para controlar la ingesta hasta diagnósticos más efectivos

Laboratorio de tuberculosis en la Clínica Metrosalud de Medellín, Colombia.
Laboratorio de tuberculosis en la Clínica Metrosalud de Medellín, Colombia. JAVIER GALEANO (THE UNION)
Pablo Linde
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La batalla contra la tuberculosis, la enfermedad infecciosa más mortal del planeta, va a un ritmo exasperante. Con las actuales caídas de algo más de un 1% al año, tardaríamos un siglo y medio en eliminar la epidemia. Mientras, sigue matando anualmente a casi dos millones de personas. Los motivos para que una enfermedad antigua, prevenible y curable siga haciendo tanto daño a la humanidad son tantos como las soluciones, que pasan, según insisten los investigadores, por crear “nuevas herramientas”.

Un ramillete de ellas, de nueva ciencia, desfiló la semana pasada por la 48ª Conferencia de la Unión Internacional contra la Tuberculosis y Enfermedades Respiratorias (The Union) en Guadalajara (México). No hay una varita mágica que vaya a solucionarlo todo de la noche a la mañana; la ansiada nueva vacuna que revolucionaría la lucha contra el bacilo no se espera a corto plazo; pero sí existen pequeñas aportaciones, unas más consolidadas que otras, que juntas pueden permitir seguir avanzando para que la epidemina sea historia en 2030, tal y como se ha propuesto la comunidad internacional en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Estos son algunos de los avances más esperanzadores que se presentaron en Guadalajara:

1. Terapia de observación inalámbrica

El tratamiento para la tuberculosis existe; y la cura. El problema es que es largo: dura seis meses y los pacientes se empiezan a sentir bien tras las primeras semanas, así que es frecuente que lo abandonen antes de estar del todo recuperados. Las consecuencias pueden ser muy graves, ya que la bacteria es capaz de generar resistencias a los antibióticos y, en este caso, ya no resulta tan sencillo acabar con ella. Para evitar esto, siempre que es posible, la toma de píldoras está supervisada por profesionales de la salud o voluntarios que se aseguran de que el paciente sigue el tratamiento adecuadamente. Pero esta estrategia adolece de defectos obvios: falta de personal, capacidad de seguimiento a un número limitado de enfermos, imposibilidad de hacerlo durante todos los días de la semana…

Con las actuales caídas de algo más de un 1% al año, tardaríamos un siglo y medio en eliminar la epidemia. Mientras, sigue matando anualmente a casi dos millones de personas

La terapia de observación inalámbrica puede ser una solución a todo esto. Consiste en que las pastillas incorporen un sensor comestible que interacciona con un parche que el paciente lleva pegado a la piel. Cuando toma la píldora, lo detecta y lo envía por tecnología bluetooth a un dispositivo móvil, que a su vez está conectado a un servidor de Internet seguro, donde los trabajadores de salud pueden confirmar la ingesta de forma remota. Un ensayo controlado con el dispositivo WOT (por sus siglas en inglés), que está aprobado por la agencia del medicamento de Estados Unidos (FDA) comprobó que el método es un 54% más efectivo que la observación directa, según informó Sara Browne, de la Universidad de California.

En opinión de Paula Fujiwara, directora científica de The Union, se trata de uno de los avances más prometedores que se han presentado este año al congreso. “Falta por ver hasta qué punto es aplicable”, matiza. El coste o las dificultades de acceso a la tecnología pueden llegar a ser un freno a su avance. “Estamos trabajando en perfilar todos estos detalles”, aseguró Browne.

2. Nuevos métodos diagnósticos

El diagnóstico de la tuberculosis es lento y requiere de personal especializado, algo no siempre fácil de conseguir en los entornos donde la enfermedad está más presente: lugares pobres con hacinamiento y falta de condiciones higiénico-sanitarias. La forma más común de detectarla es con un cultivo del esputo que, además, es especialmente difícil de conseguir en niños. Dos técnicas presentadas en Guadalajara tratan de cambiar esta realidad: una recogiendo muestras celulares con el raspado de la boca y otra mediante nuevos avances en análisis de sangre, una técnica utilizada, pero no recomendada por la OMS hasta el momento por su falta de fiabilidad.

3. Vacunación temprana

No existe una vacuna para la tuberculosis más común, pero sí una efectiva que se lleva usando un siglo para la meningitis tuberculosa y la tuberculosis miliar, que resultan muy agresivas en los niños. Rebecca Harris, de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, está estudiando mediante modelos matemáticos el impacto en la mortalidad infantil global en diferentes escenarios de implementación de esta inmunización al nacer, a las seis semanas, a los seis meses y al año de vida. Los primeros resultados sugieren que si se mantiene la recomendación actual de proveer la vacuna justo al nacer, y se toman medidas para mejorar la implementación para reducir los retrasos (y que en la práctica los recién nacidos reciban la protección) se podrían evitar entre 5.000 y 30.000 muertes al año.

4. Mejorar las estrategias...

Más allá de los avances, teniendo en cuenta que la tuberculosis tiene diagnóstico y tratamiento que la cura en la gran mayoría de los casos (excepto en algunos en los que la bacteria adquiere resistencia a los fármacos), es crucial usar esos recursos de forma adecuada. Un número especial de la revista Heath Planning and Policy ha revisado el estado de la enfermedad en el sudeste asiático. El editor invitado de esta serie de artículos, Mishal Khan, de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres del Reino Unido, aseguró que la evidencia está mostrando cada vez más que la resolución de los problemas se deben definir localmente, teniendo en cuenta las características de cada comunidad donde se produce.

5. ... y la financiación

Y para llevar diagnóstico y tratamiento allá donde se necesita hace falta dinero. Como señala Paula Fujiwara (The Union), no se conseguirán impulsar estas cifras de caída de la enfermedad de alrededor de un 1,5% anual a un 10% o un 15% si no se sigue el Plan Global contra la Tuberculosis, que estima necesarios 65.000 millones de dólares de aquí a 2020 para: prevenir 45 millones de nuevas infecciones, implementar 29 millones de tratamientos y salvar 10 millones de vidas. 65.000 millones parece mucho dinero, pero no invertirlos, según el documento, costará ocho veces más.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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