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La lluvia que dejó sin agua a miles de peruanos

Las inundaciones en la zona de Piura, en Perú, colapsaron los sistemas de potabilización el pasado marzo. Mejor que repartir agua segura en camiones o botellas, las ONG optan por rehabilitar las infraestructuras dañadas

Grimaldo es uno de los vecinos afectados por las inundaciones que ayudó a restaurar el servicio de agua potable en sus comunidad.
Grimaldo es uno de los vecinos afectados por las inundaciones que ayudó a restaurar el servicio de agua potable en sus comunidad.Alejandra Agudo
Alejandra Agudo

  

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El río Piura, a su paso por la ciudad homónima, dijo basta. Desde diciembre de 2016 había aguantado las incesantes lluvias en el noroeste de Perú, el 16 de marzo las precipitaciones se intensificaron y 10 días después, no pudo más. Se desbordó. Las calles se convirtieron en ríos y las precipitaciones no cesaban. Paradójicamente, las inundaciones dejaron sin agua potable a cientos de miles de personas en esta y otras urbes, también en las zonas rurales. Los torrentes destruyeron infraestructuras y viviendas, el lodo colapsó las instalaciones de potabilización y canalización. Un desastre.

De las 25 regiones del país, 11 fueron declaradas en emergencia y Acción contra el Hambre, como hicieron otras organizaciones, decidió intervenir. Activó el convenio con la Agencia española de Cooperación para el Desarrollo (AECID) para disponer de fondos de manera rápida y en apenas 48 horas había llegado a Piura un experto en agua y saneamiento de su equipo, Jesús Baena. En tres días ya estaba allí toda una cuadrilla de apoyo a la oficina local de la ONG en Perú para abrir una base de operaciones. ¿Objetivo? Restablecer el suministro de agua.

Baena fue el encargado de hacer un análisis de situación inicial. Consideró especialmente vulnerables las zonas remotas, alejadas de las ciudades, allí donde no enfocaban las cámaras de televisión ni llegaban los camiones cisterna para la distribución de agua potable. "Ahora el centro de atención está en Piura, pero la emergencia humanitaria en las áreas rurales persiste", explicaba en aquel momento. Siempre coordinados con otras organizaciones para no duplicar esfuerzos en determinadas áreas y olvidar otras, decidieron actuar en Las Vegas. En la comunidad, la planta potabilizadora que surtía a unas 3.000 personas de esta y otras dos pedanías, San Sebastián y Juan Velasco, dejó de funcionar durante las primeras lluvias intensas de diciembre.

Las plantas potabilizadoras suelen colapsar en las inundaciones por varios motivos. Bien porque el agua que les llega es demasiado turbia, casi lodo, y se atascan. Es el caso de Las Vegas. Las que funcionan con electricidad dejan de hacerlo cuando se va la luz, lo que se soluciona enganchándolas a generadores externos hasta que se restablece la corriente. También puede ocurrir que se rompan, sobre todo las tuberías.

"Ahora el centro de atención está en Piura, pero la emergencia humanitaria en las áreas rurales persiste", Jesús Baena (ACH)

"Aquí las soluciones estándar de manual no sirven", asegura Baena mientras observa la planta bajo un sol abrasador. Por eso, en vez de instalar plantas potabilizadoras portátiles o repartir agua en camiones, como se hace en otros contextos, la ONG decide en aquel momento rehabilitar de manera exprés las instalaciones existentes. Nada fácil, pero tampoco imposible. "La infraestructura es buena y tiene arreglo", añade. Para hacerlo, aprovechan las partes servibles y las que han quedado inutilizables se sustituyen por dispositivos que realizan su función mientras se limpian y reparan. "Es como hacer un bypass", explica Baena.   

Las Vegas será la primera que rehabiliten. Si funciona, le mostrarán a los donantes el resultado para que financien la restauración de muchas más. La intervención finalmente fue positiva, pero no sin dificultad. Primero, contactan con la Junta Administradora de Servicios de Saneamiento (JASS), organizaciones comunales conformadas por vecinos para administrar, operar y mantener los sistemas de agua y saneamiento, para acordar con ellos la actuación. Aquí no se impone nada. Grimaldo, morador del lugar y presidente de la JASS de Las Vegas, es el encargado del mantenimiento de la planta, pero apenas llevaba un mes en su cargo cuando dejó de funcionar. No sabía qué tenía que hacer, confiesa. Acepta la asistencia y, en todo momento, acompaña a los trabajadores humanitarios en su labor. Quiere ayudar y aprender. "Y agua", aclara humilde.

Sin duda, sin la colaboración de Grimaldo, la intervención habría sido mucho más difícil, quizá imposible. Él fue quien durmió a la intemperie junto a la potabilizadora para asegurarse de que nadie robaba los materiales que había llevado la ONG durante los días de trabajo. Y no esperaba nada a cambio, salvo abrir el grifo y tener agua. La organización, sin embargo, decidió compensarle la dedicación.

Tanque bladder, onion, tubos (cada tipo también con su nombre), sulfato de aluminio, lotes... Unos días de acompañamiento a los expertos en WASH (agua, saneamiento e higiene, por sus siglas en inglés) y el vocabulario se enrarece. Todos ellos son elementos necesarios para que el agua sucia que entra por el canal a la planta por el efecto de la gravedad, sea, al llegar a los grifos de las casas, limpia y segura. 

Pincha en la foto y descubre cómo es el proceso de rehabilitación de una planta potabilizadora.

Alejandra Agudo

¿Dónde está la casa de Gilda Olivares?

Pasó la tormenta… y no llegó la calma. Gilda Olivares, de 39 años, recuerda con viveza cómo tuvo que salir con sus hijos aprisa y con lo puesto de su casa en Catacaos, al norte de Perú, cuando el río Piura se desbordó por las fuertes lluvias el pasado 26 de marzo a su paso por Catacaos. “Vivía en el asentamiento Jacobo Cruz Villegas, en la calle Puerto Rico. Donde nadie sabe que vivimos”, remarcaba indignada. Se sentía olvidada, como muchos de los que habían perdido sus casas y se resguardaban aún tres semanas después del desastre en colegios, iglesias o los campamentos de desplazados que salpicaban las ciudades afectadas por las inundaciones producidas por el fenómeno climático El Niño.

Olivares tenía razón: nadie (o casi) sabía dónde vive. Quizá sus vecinos más cercanos conocen el emplazamiento, pero los lugareños ignoran dónde queda este barrio que llevaba mucho tiempo reclamando que la municipalidad pavimentase sus calles. "Nosotros creímos al alcalde que nos dijo que, si salía elegido, incluso de su propio bolsillo nos pagaba una calle si hacía falta. Pero nada, hasta hoy nada", se quejaba la mujer rodeada de otros damnificados también alojados en el colegio Virgen del Carmen de la localidad que asentían las palabras de Olivares.

Tres semanas después de las inundaciones, las localidades en el departamento de Piura (Perú) aún están anegadas.
Tres semanas después de las inundaciones, las localidades en el departamento de Piura (Perú) aún están anegadas.Alejandra Agudo

Preguntar por el asentamiento Jacobo Cruz Villegas resultó infructífero. Unos aseguraban que "está allá a la derecha", otros "girar a la izquierda hasta el final", para allí recibir indicaciones de dar media vuelta. A ese lugar olvidado tuvo que regresar Olivares, a su casa aún embarrada, pese a sus esfuerzos por limpiarla, y plagada de bichos que encontraron en las aguas estancadas un caldo perfecto donde proliferar. Tres lunes después de las inundaciones, se retomaron las clases en el centro educativo y quienes allí se resguardaban fueron urgidos a desalojar el lugar. Para ese día, ya se habían repartido raciones de comida donadas por ONG y particulares, y había desaparecido el tanque de agua clorada (apta para el consumo) que había instalado Acción contra el Hambre en el marco de su estrategia de ayuda humanitaria ante esta emergencia. Vuelta al cole para los niños, regreso a ninguna parte para los damnificados.

"Nuestra casa está aún llena de lodo y tendremos que regresar ahí con los niños. Y hay bichos y barro", Olga Morán, afectada por las inundaciones en Catacaos

"Nuestra casa está aún llena de lodo y tendremos que regresar ahí con los niños. Y hay bichos y barro", lamentaba Olga Morán, de 35 años y madre de dos chiquillos. El riesgo de enfermar era elevado. El dengue ya era epidemia regional en Piura, advertían los periódicos pasados 15 días desde las lluvias. Las autoridades habían confirmado hasta ese momento siete muertos, más de 800 casos confirmados y 5.000 por determinar. En total, en el conjunto de territorios afectados, se registraron 33.866 casos, según datos del Centro Nacional de Epidemiología del 14 de mayo.

Para frenar epidemias como esta, además de un sistema de salud robusto, es necesario limpiar las zonas de agua estancada, en la que los mosquitos y otros insectos vectores de enfermedades encuentran el entorno ideal para proliferar. Además, para evitar diarreas y otras dolencias digestivas, el acceso a agua potable y un saneamiento adecuado es clave. En Piura, a diferencia de la intervención en zonas rurales como Las Vegas, Acción contra el Hambre optó por instalar tanques de agua de poliuretano en los que los camiones cisterna, provistos por las autoridades en coordinación con otras organizaciones, inyectaban agua clorada apta para el consumo humano. Al menos ese era el plan.

Enrique Raso, jefe del equipo desplazado por Acción contra el Hambre a la zona, hizo una ronda de seguimiento por varios enclaves en los que se habían instalado los tanques. Un cartel escrito a mano en el que estaba ubicado en la Iglesia Betel Maestro, usada como albergue, ya avisaba de que algo no estaba funcionando. "Agua solo para cocinar", podía leerse. Raso probó. "No está clorada", determinó tras escupir el agua. "Lo que ocurre es que los camiones de la municipalidad que distribuyen no traen agua en condiciones", diagnosticó. La mujer al cargo le aseguraba que potabilizaban el agua, en contra de la realidad.

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Sobre la firma

Alejandra Agudo
Reportera de EL PAÍS especializada en desarrollo sostenible (derechos de las mujeres y pobreza extrema), ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Miembro de la Junta Directiva de Reporteros Sin Fronteras. Antes trabajó en la radio, revistas de información local, económica y el Tercer Sector. Licenciada en periodismo por la UCM

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