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“Si esta es mejor opción, aquello debe de ser el infierno”

Los refugiados rohingyas que llegan de Myanmar a Bangladesh viven en condiciones infrahumanas

Un hombre observa el refugio de Kutupalong Makeshift, uno de los principales asentamientos en Bangladesh en el que algunos de los 507.000 rohingyas recién llegados desde Myanmar han buscado refugio.
Un hombre observa el refugio de Kutupalong Makeshift, uno de los principales asentamientos en Bangladesh en el que algunos de los 507.000 rohingyas recién llegados desde Myanmar han buscado refugio. Antonio Faccilongo (MSF)
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Cientos de personas viven hacinadas en una franja de tierra angosta entre Myanmar y Bangladesh tratando a duras penas de buscar refugio. Son los refugiados rohingyas que huyen de la persecución y violencia a la que son sometidos. En realidad, el lugar parece un gran suburbio en un área rural. Uno de los peores imaginables.

No hay apenas letrinas, así que los refugiados optan por levantar cuatro varas de bambú y unirlas con lonas de plástico. Pero aun así no hay dónde arrojar los desechos, excepto el arroyo que corre algo más bajo. El mismo donde, diez metros más allá, otros recogen agua para beber. La combinación perfecta para una emergencia de salud pública. Algunas personas atan unas prendas a otras para refugiarse del viento y de la lluvia. Pero, después de dos días de tormentas tropicales, todo está ya empapado. La situación es terrible. La devastación, total. Definitivamente, este no es un lugar donde se pueda vivir.

Debe de ser terrible lo que estarán viviendo en sus aldeas si han optado por venir hasta aquí. Si esta es una opción mejor, aquello debe de ser el infierno.

Un grupo de refuguados bajo la lluvia, en el cruce fronterizo en el río Naf, cerca de Teknaf (Bangladesh), el pasado 19 de septiembre.Más de 422.000 rohingyas han huido a Bangladesh desde el estado de Rakhine (Myanmar) tras una escalada de violencia el 25 de agosto.
Un grupo de refuguados bajo la lluvia, en el cruce fronterizo en el río Naf, cerca de Teknaf (Bangladesh), el pasado 19 de septiembre.Más de 422.000 rohingyas han huido a Bangladesh desde el estado de Rakhine (Myanmar) tras una escalada de violencia el 25 de agosto.Antonio Faccilongo (MSF)

He escuchado historias terribles de mujeres que han perdido a sus maridos en el viaje. Pasan días y días caminando con hijos pequeños, agolpados en carreteras por las que circulan vehículos en ambos sentidos. Algunos de los pequeños han muerto tras ser golpeados por los coches. Así, en un instante, se desvanece el porvenir seguro que estás tratando de buscar para tu familia. Cada persona carga su propia tragedia. Solo si multiplicas una de estas historias por 500.000, empezarás a entender lo desgarrador que es lo que está ocurriendo aquí.

Tenemos con nosotros a una bebé que está tan deshidratada y tan desnutrida que no podemos saber con certeza qué edad tiene. Nos la trajo una mujer que la encontró detrás de uno de los puestos fronterizos. La estamos tratando y afortunadamente se está recuperando; pero no sabemos nada de su familia. ¿Qué va a ser de ella?

Algunas personas atan unas prendas a otras para para refugiarse del viento y de la lluvia

También nos han contado historias de personas que han sufrido no poca violencia durante el camino, tan extrema en algunos casos que han terminado con complejos problemas psicológicos. Hay pacientes que no pueden articular palabra. Están traumatizados hasta tal punto que son incapaces de comunicarse con el mundo exterior. Se han encerrado en sí mismos como única salida para superar el trauma. Y, siendo franca, son personas jóvenes, con toda la vida por delante y que jamás debieron haber padecido esto.

Nuestras dos principales preocupaciones en este momento son las diarreas y los casos de deshidratación que estas conllevan. Por lo general, la diarrea y la deshidratación están directamente vinculadas a unas condiciones deficientes de higiene, agua y saneamiento. Estamos tratando además a unos 100 pacientes al día que han sufrido heridas. Estas no siempre son fruto de la violencia, sino también causadas por las terribles condiciones de vida aquí. Heridas que terminan infectándose y agravándose muchas veces por la falta de higiene.

Los refugiados de Myanmar llevan años huyendo gradualmente hacia Bangladesh. El último gran grupo de personas entró en octubre del año pasado y la comunidad de Cox’s Bazar aún está asimilando esa llegada. Todo influye en lo que estamos viviendo hoy. Todo esto nos ha llevado, entre otras cosas, a atender a 115 pacientes en una clínica con 70 camas.

Tenemos con nosotros a una bebé que está tan deshidratada y tan desnutrida que no podemos saber con certeza qué edad tiene

Muchos de los pacientes no se quieren ir cuando les damos el alta. Este hospital desbordado ofrece condiciones de vida mucho mejores que las que hay ahí fuera. Como médica, es muy duro mandar a los pacientes de vuelta a un entorno tan precario. Estas personas saben lo que tienen que hacer, pero no tienen cómo. No pueden ir a lavarse las manos porque no hay agua limpia. No pueden ir a un baño porque no hay y tienen que hacer sus necesidades en público.

Necesitamos coordinarnos con el resto de agencias humanitarias para tratar de cubrir todas las necesidades básicas a un mismo tiempo. Es el único modo de parar esto y evitar una emergencia de salud pública.

La clínica de MSF en Kutupalong.
La clínica de MSF en Kutupalong.Antonio Faccilongo (MSF)

En esta primera fase de emergencia, necesitamos construir 8.000 letrinas –una letrina por cada 50 personas– para alcanzar unos niveles de saneamiento adecuados. Cuanto más tardemos en levantarlas, más riesgo hay de que se produzca un brote de alguna enfermedad relacionada con la falta de agua potable e higiene. Necesitamos suministrar dos millones de litros de agua por día para que cada persona pueda disponer de cinco litros para su uso y consumo diario. Y también alimentos para evitar los casos de desnutrición. En definitiva, hace falta que todos aumentemos nuestro personal con experiencia en el terreno para que podamos acelerar esta respuesta humanitaria.

Hay muchos bangladesíes de buen corazón que quieren hacer algo para ayudar. Desgraciadamente, el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones. Llegan en camión y distribuyen alimentos y ropa desde el remolque. Llegan a estas zonas superpobladas y es cuando la gente se acerca corriendo. No hay ningún tipo de control, así que la situación se torna caótica y muchos de los heridos salen del tumulto peor de lo que estaban. Es en estos momentos, cuando la coordinación es más necesaria, para que estas distribuciones se hagan de modo seguro y efectivo.

Como médica, es muy duro mandar a los pacientes de vuelta a un entorno tan precario

Las cifras son elevadísimas y para reducirlas hay que hacer frente a enormes retos logísticos, ya que no hay acceso por carretera, lo que significa que todo entra cargado a las espaldas y a través de caminos estrechos, sinuosos, en un terreno montañoso y resbaladizo. Es sumamente difícil.

La optimista que hay en mí trata de pensar que es humanamente posible poner en marcha medidas para atajar esta situación. Los refugiados rohingyas que se han asentado en esta tierra en el último mes probablemente nunca tengan la sensación de confort que conocemos y puede que tampoco tengan un techo firme sobre sus cabezas en mucho tiempo. Pero lo que sí es posible para nosotros es hacer que su situación sea mucho mejor y más segura de lo que es ahora.

Kate White, coordinadora de emergencias de MSF en Bangladesh

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