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El test matemático que usan los ‘blade runners’ para cazar replicantes

El matemático Alan Turing ya se planteó si hay algún test que pueda determinar si un ser es humano

Escena de la nueva 'Blade Runner 2049', que se estrena hoy.
Escena de la nueva 'Blade Runner 2049', que se estrena hoy.

Hoy se estrena la secuela de la aclamada película de Ridley Scott, Blade Runner (1982), con los mejores augurios de público y crítica. El film, Blade Runner 2049, no parece ajustarse a ninguna de las diversas continuaciones habidas de la obra literaria de Philip K. Dick Do androids dream of electric sheep? en la que se basa la película original, pero seguramente seguirá la trama conceptual de la saga e incorporará algunas de sus ideas subyacentes.

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En el universo distópico de la novela de Dick, máquinas biológicas similares a los humanos, incluso mejores en muchos aspectos, llamadas “replicantes” son manufacturadas para realizar múltiples tareas. Cuando ya no son necesarias o se sublevan, son “retiradas”. Los blade runners son cazarrecompensas dedicados a identificar y eliminar a los replicantes no deseados. Qué nos hace humanos es por tanto la pregunta central a la que nos enfrenta el autor y que el blade runner Rick Deckard debe responder antes de “retirar” a un supuesto replicante. Usa para ello el test de Voigt-Kampf , que se basa en la empatía hacia los animales, ya que supuestamente los androides (al menos los de la serie Nexus-6) carecen de ella, a diferencia de los humanos.

¿Hay realmente un test que pueda determinar si un ser, “artificial” o no, es humano? El genial matemático Alan Turing se planteó esta cuestión en la primera mitad del siglo XX en el contexto de su investigación sobre el desarrollo de los modernos computadores. Ante la pregunta de si una máquina (lo que hoy en día llamamos un computador) podría llegar a pensar, Turing la respondió usando una extensión del juego de la imitación que hoy se conoce comúnmente como “Test de Turing”. Dicho test establece que si un humano interroga a varios entes entre los cuales hay una máquina, sin tener contacto físico directo con ellos, comunicándose exclusivamente a través de un canal estándar neutro, y después de un cierto tiempo no puede determinar quién es la máquina, esta habrá superado el test. Hasta la fecha ningún computador ha superado el test de Turing a pesar de que él mismo, en 1950, predijo que antes del año 2000 se habría construido una tal máquina. El Premio Loebner, aunque controvertido, convoca anualmente desde 1991 una competición que ofrece una recompensa de 100.000 dólares a quién consiga diseñar un dispositivo que supere el test de Turing.

La concepción sobre la inteligencia y las características de lo humano de Turing no son en absoluto compartidas universalmente. Por ejemplo, el filósofo John Searle, trata de mostrar que no podemos separar “significado” de un sustrato físico específico y que en última instancia una máquina pensante como un ser humano podría fabricarse , pero acabaría siendo muy parecida a un cerebro biológico. Para ello Searle plantea varios experimentos como el famoso de la “caja que habla chino”. En el artículo Sobre matemáticas, filosofía, neurociencia, mecánica cuántica y… ¿qué más, Sir Roger Penrose?, Cristina Sardón comenta el punto de vista de Roger Penrose, donde biología y mecánica cuántica tienen el protagonismo.

El test de Voigt-Kampf, o el de Turing, son comparativos. No se establece una escala absoluta de pensamiento o humanidad con respecto a la cual se determina el nivel de la máquina en entredicho sino que un humano juzga/juega con otros humanos y la máquina es comparada con ellos. El problema se complica entonces si pensamos en como juzgar entes con los que no podamos compararnos; extraterrestres con los que eventualmente contactáramos u otros animales con los que no compartimos un sustrato comunicacional. ¿Cómo determinar su inteligencia? ¿Y su humanidad?

Recíprocamente, hemos de pensar que también nosotros podemos ser juzgados en nuestra humanidad. Este es un tema recurrente en la ciencia-ficción (un ejemplo es el film clásico Ultimátum a la Tierra), del que no solemos salir muy bien parados. De hecho, esto sucede habitualmente cuando somos sometidos a un test de humanidad al acceder a ciertas páginas web debido a la actividad de miríadas de robots que bullen en internet. En concreto, nos piden que completemos un CAPTCHPA (Completely automated Public Turing test to tell Computers and Humans Apart) para confirmar que no somos una máquina sino un ser humano. En este caso nuestra humanidad se juzga, ¡por un ordenador! Aunque no estoy muy seguro de que esta definición de “humano” nos haga sentir muy cómodos.

Alberto Ibort es catedrático de la Universidad Carlos III de Madrid y miembro del Instituto de Ciencias Matemáticas

Café y Teoremas es una sección dedicada a las matemáticas y al entorno en el que se crean, coordinado por el Instituto de Ciencias Matemáticas (ICMAT), en la que los investigadores y miembros del centro describen los últimos avances de esta disciplina, comparten puntos de encuentro entre las matemáticas y otras expresiones sociales y culturales, y recuerdan a quienes marcaron su desarrollo y supieron transformar café en teoremas. El nombre evoca la definición del matemático húngaro Alfred Rényi: “Un matemático es una máquina que transforma café en teoremas”.

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