_
_
_
_
_
el médico de mi hij@
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Tu hijo necesita tus cuidados, no una receta rápida del pediatra

Profesionales y empresas relacionados con la infancia hacen su agosto dando lo que los padres piden, no lo que el niño precisa

getty

A veces cuando un niño llora sin consuelo no debemos empeñarnos en buscar su solución, tan solo sentarnos a su lado y llorar con él. Esta frase, que leí no sé dónde y que recogí en mi libro, me parece central en el cuidado de la infancia.

En mi consulta y también en las preguntas que se hacen en redes sociales como en nuestro grupo de Facebook El médico de mi hij@ se buscan remedios para todo: picaduras de mosquito, ¿qué le puedo poner? Mocos, ¿qué le puedo dar? Pequeñas imperfecciones de la piel como manchas oscuras o claras, granos o arañazos requieren siempre un remedio, algo que podamos hacer para solucionar lo que no tiene solución.

Es difícil para muchos padres admitir que a estas alturas de siglo todavía haya procesos que no tienen cura inmediata y que haya que esperar a que la naturaleza haga su efecto. Casos en los que, como dice mi amigo Manuel Comesaña en su libro Mientras la naturaleza cura la enfermedad, el médico solo entretiene al paciente. Los niños sufren múltiples procesos casi siempre banales. Afortunadamente, muy pocas veces son procesos que requieren la intervención urgente o vital. Y afortunadamente, los procesos crónicos son propios de otras edades, aunque algunas vemos en pediatría, son las menos.

Es difícil para muchos padres admitir que a estas alturas de siglo todavía haya procesos que no tienen cura inmediata y que haya que esperar a que la naturaleza haga su efecto

Esta sociedad nuestra tan acelerada, tan tecnológica y con tanta ansia de seguridad no permite la existencia de procesos donde haya que esperar y ver; los padres exigen intervenir en ese proceso para de cualquier manera acelerarlo y acabar. La ausencia de remedios genera una ansiedad que mueve a localizar por la vía que sea una solución. "No es que no exista, es que no la conoce el profesional y seguro que otro habrá que sí sepa". Surge la desconfianza hacia el médico que receta pañuelos de papel para los mocos o matamoscas para las futuras picaduras, ya que a estas poco les vamos a hacer. Si el pediatra no tira de receta y da con la solución, es porque no la conoce o porque no es capaz de empatizar con los padres demandantes.

En esto surgen los profesionales que no aceptan esta pérdida de confianza, y ceden a una medicina complaciente donde lo importante, el foco de atención, se traslada desde la infancia, que debería ser el objetivo, a los padres sufridores de los mocos del niño o de las imperfecciones de su retoño que no cumple con las expectativas que acumularon en él. Profesionales de muchos ámbitos que hacen que los padres estén más conformes, relajados y seguros porque obtienen la llave mágica para aliviar sus males. Pediatras de receta rápida e innecesaria, farmacéuticos que dispensan mil y un remedios para hacer caja, osteópatas, homeópatas, asesores de todo tipo y autores de libros y gurús que hacen su agosto dando lo que los padres piden, no lo que el niño necesita.

La industria alrededor de la infancia es impresionante. Cualquier cosa que sea para niños se vende bien y más cara que si es para adultos. Bajo el lema "para mi niño lo mejor", hay familias que comen pollo barato y le compran al niño solomillo, que hacen gastos que no se cuestionan porque es impensable racanear con los menores. De este sentir se aprovechan diseñadores de márketing que dirigen campañas publicitarias certeramente a través de todos los medios. Imaginemos que un día los padres descubrieran que no son necesarias esas zapatillas ergonómicas para gatear, o esa mochila porteadora de diseño o ese primer yogur o esa leche especial para subir más escalones, aparatos y artilugios denominados "para niños" y que son absurdos e innecesarios... Ese día podría equipararse al momento en que se inventara un combustible gratuito que haga innecesaria la gasolina o las eléctricas. Sería el fin del mundo, la Bolsa caería por quiebra de cientos de empresas, despidos y paro de múltiples profesionales de la salud. Creo firmemente que hasta los pediatras de atención primaria desaparecerían como tal, asimilándose al médico de cabecera de toda la vida.

La industria alrededor de la infancia es impresionante. Cualquier cosa que sea para niños se vende bien y más cara que si es para adultos

Un mundo apocalíptico donde el tiempo volviera a tener sentido, donde los cuidados del enfermo fueran lo más importante, no el remedio milagroso, un tiempo donde un niño con dolor de oídos pueda seguir disfrutando de las vacaciones y la piscina o la playa porque saben cuidar de su menor sin castigarlo sin agua no sea que... Un tiempo en el que una fiebre no sea interruptor para paralizar el mundo y cualquier actividad deba anularse para ir a urgencias o conseguir a toda costa que baje el maldito termómetro. En el que una picadura de avispa no suponga una crisis con visita al hospital por si la alergia que dijo alguien en la tele. En el que una rodilla arañada por la caída de la bici pueda ser curada y mimada en casa. En el que una diarrea o un dolor de garganta no supongan tener que consultar con un especialista, sino que fuera atendida por los padres en casa con los cuidados y medidas habituales.

Poco a poco, muchos padres aceptan su papel como protectores y son capaces de ofrecer a sus hijos cuidados en salud en los procesos más habituales, sin depender para todo de un profesional externo que les autorice o que haga lo que ellos no se atreven. El niño que es atendido por sus padres los nota verdaderamente cercanos y protectores, crece con mayor apego y confianza en unos mayores que le inculcan cariño y cuidados sin crear niños enfermizos y dependientes de agentes externos. La crianza con apego, con respeto, como la queráis llamar, debe llevar siempre implícito los cuidados también en salud y en enfermedad. La autonomía se enseña con el ejemplo, y un niño autónomo es un niño sin miedos, es un niño crítico y curioso, es un niño libre.

P. D. Lo repito en mis artículos, en estos tiempos de escritura políticamente correcta, permítaseme seguir utilizando el masculino para dirigirme con todo el respeto del mundo a niños y niñas, me niego a usar el feo término criaturas.

Jesús Martínez es pediatra, autor del libro y del blog El médico de mi hij@.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_