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Pablo Iglesias y la inquina comparativa

La arrogancia ilimitada del líder de Podemos para tener siempre razón

Pablo Iglesias pasa delante del presidente del Gobierno y de la vicepresidenta en el pleno del Congreso del pasado día 30. Uly MartínFoto: atlas | Vídeo: ATLAS
Juan Cruz
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Pablo Iglesias cree que está sosegado cuando habla bajito. “Mira qué sosegado estoy, que ni te grito”. Él no es sosegado ni cuando habla bajito. Con ese sosiego falso fue este jueves por la mañana a hablar con Pepa Bueno a Hoy por hoy. Y el tema era, claro, su actitud sobre el procés. Él tiene razón, dijo, siempre tiene razón, no es noticia. Siempre tiene razón en lo que hace, en lo que hace su partido (la parte de su partido que tiene razón) y tiene razón todo aquel que en este país le dé la razón. Su tesis es que como está Rajoy todo lo que se haga contra Rajoy le vale para su convento. Y en este caso Rajoy tiene más culpa que Puigdemont, o que la CUP; que a Rajoy no le asiste sino la corrupción, y no la ley. La ley da igual. Y si la gente sigue a Puigdemont da igual que la lleve a una caverna de ratones, porque Rajoy es malo, malísimo, y mientras él esté todo está permitido, incluso que Puigdemont se valga del fuego para quemar las leyes y crear otras con las cenizas.

Luego Pepa Bueno le preguntó a Iglesias, como estaba mandado, por las noticias recientes, por lo que pasa en su partido, donde hay una crisis considerable debida a la decisión de la parte del partido que siempre tiene la razón de destruir la Comisión de Garantías. Todo está arreglado, Pepa, no ves que todo lo hemos hecho bien, no entiendo por qué me haces esa pregunta. Como suele ocurrir, además, el antiguo tertuliano festoneó sus respuestas con apelaciones a la bondad y a la maldad de las preguntas. Esta es una buena pregunta, esta pregunta no tiene sentido. Pero qué dices, Pepa, me asiste el paraíso de la verdad. Él está acostumbrado a decretar de qué debe hablarse y de qué no se debe hablar. Y ahora sigue tratando de dirigir la orquesta de los que le preguntan.

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Lo que se ha instalado en la cabeza del líder absoluto de Podemos es la inquina comparativa, que saca a pasear cada vez que va a una entrevista o habla en el Parlamento y tiene ocasión de comparar lo que él piensa con lo que hacen o piensan los otros, los suyos incluidos, como se ha visto en la crisis abierta en su propio foro de Garantías. Lo que él hace está bien; sin embargo, avisa a los militantes del PSOE de las desviaciones últimas de Pedro Sánchez. Lo que él hace está bien, pero lo que hacen todos los demás está bajo sospecha, que es la sospecha que él acostumbra a decretar.

En esta inquina comparativa tiene un socio de piñón fijo, Gabriel Rufián, que no es de su partido. Rufián también simula el sosiego, habla bajito, en tuits pervertidos por la sinrazón, y ataca a los que no se expresan como él como si quisiera borrarlos de la tierra. Cuando Coscubiela, que hizo un discurso que tendría que escuchar, con sosiego, Pablo Iglesias, diciéndole a la cara a Puigdemont qué ha hecho con la democracia parlamentaria en Cataluña, Rufián se fue al gabinete de insultar y le lanzó este tuit a Coscubiela: “Coscubiela es el camarada q iba hace 40 años con las manos sin callos a las casas de los obreros a decirles q mejor no hacer huelgas”. Y se quedó a esperar retuits. A mí ya no me gusta comentar a Rufián, porque ya no le caben razones; pero puse este mensaje que me salió del alma: “Qué niveles alcanzan la ignorancia y el odio”. Aparte de odio e ignorancia, añado ahora, lo que destila Rufián es una nueva categoría a las distintas maneras de denominar la casta: ahora nacen “los sin callos”.

A Rufián siempre le espero la inquina comparativa, no es nueva, vivirá con ella, mirando de lado. Creí que a Pablo Iglesias se le iba a pasar con el tiempo; pero, hablando bajito, este procés ha sacado lo mejor de él, que a mi juicio es lo peor de él, precisamente la manía de comparar a su favor, de echar a los demás (a algunos de los suyos también) al basurero, a borrar de la foto de la vida a aquellos que no le gustan, y en definitiva a practicar ya como un modo de ser la inquina comparativa. Él no sabe, quizá, cuánto daño hace esa figura triste a la discusión política que está ahora abierta, y en canal, en España a la que dice amar aunque no esté claro para él, aún si ama más a España o a Pablo Iglesias.

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