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Lana del Rey: "Tendrías que ser muy joven para hacer un disco y no incorporar temas políticos"

Convertida en una de las estrellas más singulares y excéntricas del pop, la neoyorquina alcanza un quinto disco acompañada por Stevie Nicks, The Weeknd o A$AP Rocky en el que a su habitual catarsis emocional añade (por fin) algo de conciencia social

Cinco años han pasado ya desde el segundo álbum de Elizabeth Woolridge Grant, el debut en toda regla de ese personaje pop que conocemos como Lana del Rey. Un lustro en el que mucho le ha ocurrido para pasar de ese Born to die a un título mucho más esperanzador y vitalista como Lust for life, su recién estrenado quinto disco. La neoyorquina ha expuesto en ese tiempo un exuberante cancionero que funciona como una oscura vuelta de tuerca al sueño americano, con referencias a la violencia y al erotismo, al fatalismo y al amor desesperado, siempre con desbordante iconografía pop y un sonido cinematográfico y a la vez innovador.

“Cuando empecé a trabajar en este disco quería que tuviese una idea muy simple y romántica, pero han pasado dos años y, durante ese tiempo, en el amor ocurren muchas cosas. Así que el álbum ha terminado siendo un reflejo de todo lo que ha pasado. No trata necesariamente sobre el concepto del amor perfecto. De hecho, creo que toca más el tema del cambio o la voluntad de cambio. Siento que aún he de vivir ese gran amor que creo que me espera en el futuro. Así que, ya sabes, ha habido subidas y bajadas”, concede entre tímidas risas sobre cómo le ha tratado la vida durante estos últimos años. Lo que sí tiene más claro es que ha querido plantear este disco como una suerte de viaje transformador. “Empiezo en un sitio con la intención de acabar en un lugar más libre, en el que me sienta liberada”.

Cuando Lana anunció este álbum a principios de año, aseguró que antes hacía discos para ellay que esta vez lo hacía para sus fans. Es una idea confusa —al fin y al cabo, tiene una legión de seguidores acérrimos que ha aprendido a apreciar su música— pero que ayuda a entender que, pese a que sigue siendo un trabajo tan personal e introspectivo como sus predecesores, Lust for life muestra una voluntad de abrirse un poco al mundo, de mirar lo que está ocurriendo e intentar encontrarle un sentido a todo el tumulto que nos rodea. Algo, precisamente, que los más críticos con ella echaban en falta hasta ahora. Del mismo modo que, cuando canta sobre el amor no lo hace a partir de un ideal platónico, cuando en sus letras aborda el tema de la muerte —una antigua obsesión suya, aunque ella prefiera describirse únicamente como “realista” en este sentido— no lo hace tanto para intentar comprender qué ocurre después de la vida, sino como “una reflexión sobre sentirse confundida en el presente”.

"No voy arreglada todo el rato, soy como cualquier otro ser vivo"

Un presente que la ha forzado a sacar su disco con más conciencia social hasta la fecha. “Hasta ahora, la mayoría de mis canciones eran historias personales. Ahora tengo varios temas que exploran el sentir de lo que está ocurriendo en el mundo y, especialmente, en Estados Unidos”, comenta. “Hay en el álbum sentimientos de preocupación sobre lo que va a pasar con esta presidencia y la agitación que hemos vivido en sus primeros meses. Si estás haciendo un disco en estos tiempos, es muy difícil no incorporar algunos de estos temas políticos en tus letras. Tendrías que ser muy joven para no hacerlo”. A vueltas con la voluntad de cambio, Lana ve sus primeros trabajos como ejercicios de catarsis que giran en torno a su persona y se centran en sus relaciones de una manera algo negativa. Ahora, sin embargo, cree haber hecho “un buen disco para los fans más jóvenes, porque se ve que detrás de la música hay una persona con buenas intenciones y porque es un trabajo muy sincero”. En ese sentido, espera poder influenciar para bien a la gente.

Algo que se desprende de la conversación telefónica con la estrella estadounidense es que pretende huir del aura divina que ella misma ha propiciado a partir del personaje que ha creado. Así, más que diferencias importantes entre lo que representa Lana del Rey y quién es realmente Elizabeth Woolridge Grant, ella sostiene que se ve a sí misma como una persona integrada con su nombre artístico, como cualquier otro músico. “Soy multidimensional. Puedo subir al escenario, pero luego tener una vida distinta en casa. No es que vaya arreglada todo el rato. Al final, soy como cualquier otro ser vivo. La persona que está hablando contigo y la que se hace el desayuno es la misma”, argumenta. Una vida supuestamente mundanal que no está reñida con lo que ella describe como “alimentar el espíritu creativo”. “En ese sentido, hago cosas importantes para enriquecerlo, como pasar el tiempo en la naturaleza, escribir o pintar (aunque no sea buena en eso). Vivo una vida artística y me paso todo el día en el estudio”. Pero, insiste: “Cuando voy a la gasolinera lleno yo misma el depósito del coche”.

Una reacción, se intuye, a la siempre convulsa vida de artista que se pasa meses en la carretera y tiene que actuar para miles de personas cada noche. “Son cosas que no me han venido de una manera necesariamente natural”, se lamenta. “Así que trato de encontrar un equilibrio y priorizo las cosas que hagan mi vida más fácil. Paso bastante tiempo en casa, trabajo en mi disco de manera discreta y disfruto de la compañía de mis amigos”. Así se explica que su música, pese a todas esas evidentes influencias retro, también tenga un punto avanzado. “Sé que mi sonido puede ser a veces anticuado, pero si uso un lenguaje contemporáneo es porque estoy fuera todo el rato de día y de noche, escucho todo lo que dice la gente… De algún modo intuyo lo que la gente siente, así que en ese sentido soy muy terrenal”.

Que sigue tocando con los pies en el suelo se da por descontado al oírle hablar de la colaboración de este disco con Stevie Nicks, cantante de Fleetwood Mac, que surgió de manera rapidísima. “El hecho de que aceptase colaborar y de que dijese que le encantaba mi música fue un punto de inflexión para mí. No sé si diría que me sentí validada, pero sí emocionada”, confiesa. “Es una cantante con mucha fuerza y, aunque parezca mentira, hay muy pocas mujeres que sigan girando 25 o 30 años después de haber lanzado su primer disco”. Esta es la primera vez que invita a colaboradores a participar en un álbum suyo, lo que también explica esa voluntad de apertura que ejemplifica todo Lust for life.

Otros invitados del disco son Abel Tesfaye —el hombre detrás de The Weeknd, de quien se ha dicho que es algo así como la versión masculina de Lana Del Rey por abordar el sexo desde un punto de vista sórdido— y A$AP Rocky, quien ya apareció en el soberbio videoclip de National anthem interpretando a John F. Kennedy. “Siempre me decían que, si alguna vez decidía tener colaboraciones en un disco, ellos deberían ser los primeros a los que llamase”. Y no dudó ni un segundo. Del rapero neoyorquino no tiene más que elogiosas palabras. Justifica así su devoción: “Hay algo en la manera en la que rapea que es interesante y natural. De algún modo, rapea igual que habla. Es muy sexy, talentoso y uno de los mejores rappers del momento junto a Kendrick Lamar y Big Sean”. En un terreno más personal, desvela que su relación es divertida y a la vez profunda, pese a que pasen largas temporadas sin verse. “Lo más importante es que entiende lo que le digo y, además, cree que nuestra música no es tan diferente. Siempre me ha dado seguridad en lo que hago, aunque sea algo excéntrico y raro”. Además del jovencísimo ídolo trap Playboi Carti, también aparece aquí Sean Ono Lennon. “Estuve explorando el tema del amor y siempre me ha encantando como el legado de los Lennon se puede resumir en esa palabra. Le llamé para que estuviese en el álbum y se portó de manera alucinante”.

Siempre se ha hablado de lo californiano del sonido y estilo de Lana Del Rey, pero la diva pasó toda su infancia en la fría localidad de Lake Placid (Nueva York), a casi 500 kilómetros de Manhattan. Y aunque en Blue jeans canta que creció escuchando hip-hop, confiesa que en aquella época apenas tenía acceso a la música, algo que de algún modo la ha moldeado como artista. “Desde muy pequeña cantaba en la iglesia y escuchaba cualquier cosa que echasen en NPR u otros canales de la radio. Hasta que no entré en la universidad no empecé a escuchar buena música. Cuando la descubrí, me emocioné mucho”. Más allá de la música, y en un plano más espiritual, también se encontró con los mismos temas a los que da vueltas en sus canciones. “No crecí en un sitio en el que la gente hablase de temas como la vida y la muerte, así que sentí que tenía que entenderlos por mi cuenta”.

Ahora Lana vive en Malibú, cerca de Hollywood, una constante en sus letras y su imaginario visual (en el videoclip de Lust for life, su colaboración con The Weeknd, ambos aparecen sentados sobre la H del famoso letrero). “Cada país tiene una ciudad que le representa, sobre todo para la gente que no vive ahí. Cuando te hablan de Francia, piensas en París. En Estados Unidos piensas en Nueva York o Hollywood y, por extensión, California”, adelanta sobre su fascinación con esta clásica iconografía. “Cuando era joven tenía la sensación de que California ejemplificaba el sueño de poder hacer lo que quisieses. Siempre me han gustado las viejas películas de Hollywood y, de hecho, la ciudad en sí es preciosa. Tiene una imaginería muy potente a la que acudir, como sus carteles, los edificios, el cine, el clima, los músicos… es un sitio muy excitante e inspirador”.

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